SIRIA, MENTIRAS E INDECISIONES DEL IMPERIO

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com


El tema de la utilización de armas químicas en el conflicto que asuela a la República Arabe de Siria, las centenares de víctimas mortales y los millares de heridos en los últimos días por la acción del gas sarín, han actualizado los deseos intervencionistas de las potencias occidentales y del Estado de Israel en ese país del Medio Oriente.



"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 26 de agosto de 2013.

Las acusaciones de Occidente al gobierno sirio sobre la utilización de este tipo de armamento —vedado por el Protocolo de Ginebra de 1925 y reforzada su prohibición por la Convención de 1993—, encuentran su contraparte en las denuncias de las autoridades de Damasco en el sentido de que fueron las fuerzas de la oposición las que accionaron con estas armas.

Esta última afirmación es respaldada por las declaraciones de la magistrada suiza Carla del Ponte, miembro de la comisión especial creada por las Naciones Unidas para investigar los crímenes perpetrados durante la actual guerra civil en Siria.

"Disponemos de testimonios sobre la utilización de armas químicas en particular de gas sarín. No por parte del Gobierno, sino de los opositores", dijo la ex procuradora general de Suiza.

Las acusaciones de las grandes potencias tienen el propósito de crear las condiciones para una intervención militar en este país árabe.

Un muy breve cuadro de situación nos indica que este escenario bélico dista mucho de una simplificación binaria.

En primer término, a diferencia de lo ocurrido cuando el Consejo de Seguridad dio luz verde a una intervención en Libia, en el caso de Siria una acción militar de la ONU ha encontrado la firme oposición de Rusia y de China —como sabemos— con derecho de veto en el alto organismo internacional.

A su vez, la oposición armada al gobierno de Bashar el-Assad está muy lejos de presentar el grado de cohesión necesaria para alcanzar por sí sola la caída del gobierno baasista de Damasco.

No solo no hay cohesión, sino que en estos momentos se asiste a un fuerte enfrentamiento entre el llamado Ejército Libre de Siria (el E.L.S.) —cuyo brazo político es la opositora Coalición Nacional, ampliamente apoyada con dinero y armas por los Estados Unidos y la Unión Europea— y los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda, también opositores al gobierno sirio.

Ante la impotencia del Ejército Libre de Siria, numerosas ciudades han ido cayendo una tras otra bajo control yihadista en los últimos meses. En la actualidad y según estas informaciones, las únicas zonas rebeldes que escaparían al dominio de Al Qaeda serían algunos barrios de Alepo, Latakia, Idlib y Hama.

Varios jefes militares de las fuerzas ligadas a Occidente habrían sido ejecutados por terroristas de Al Qaeda. Entre ellos estaría Kamal al Hamami, que pertenecía al Consejo Supremo Militar del Ejército Libre de Siria y cuya muerte a manos de los yihadistas en Latakia habría sido considerada por el E.L.S. como una “declaración de guerra”.

A pesar de los aprontes bélicos de los Estados Unidos y la OTAN, el presidente Barack Obama es bastante reticente a involucrarse abiertamente en un conflicto bélico en Siria, por la desconfianza que le producen estos enfrentamientos entre la oposición a Bashar el-Assad.

Pero aquí no terminan las contradicciones de los prooccidentales: el accionar terrorista de Al Qaeda, alarma a los kurdos sirios —una de las minorías más importantes del país— por cuanto el fundamentalismo islámico es uno de sus más acérrimos enemigos. Los kurdos, que no apoyan al gobierno de Damasco, tampoco se han sumado a la insurrección desatada en Siria en 2011. Esta etnia encarna una tercera vía que cuenta con el respaldo de 40 millones de kurdos asentados en toda la región.

Las noticias de estos días nos hablan de la presencia del destructor “Mahan” de la armada estadounidense, en aguas del Mediterráneo navegando hacia el oriente. Pero aquí surge otro escollo, el puerto sirio de Tartús —fundado hace más de dos milenios por los fenicios— es el asentamiento de una base naval integrante de la Flota del Mar Negro, de la Federación Rusa.

Muchos dolores de cabeza para las Fuerzas Armadas del imperio, cuyo jefe del Estado Mayor Conjunto, Richard Dempsey, se muestra escéptico sobre el éxito de una campaña militar en el escenario del Medio Oriente, donde todavía flotan los fantasmas de las ciénagas de Irak y Afganistán.