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El tema de la utilización de armas químicas en el
conflicto que asuela a la
República Arabe de Siria, las centenares de víctimas mortales
y los millares de heridos en los últimos días por la acción del gas sarín, han
actualizado los deseos intervencionistas de las potencias occidentales y del
Estado de Israel en ese país del Medio Oriente.
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 26 de agosto de 2013.
Las acusaciones de Occidente al gobierno sirio sobre
la utilización de este tipo de armamento —vedado por el Protocolo de Ginebra de
1925 y reforzada su prohibición por la Convención de 1993—, encuentran su contraparte en
las denuncias de las autoridades de Damasco en el sentido de que fueron las
fuerzas de la oposición las que accionaron con estas armas.
Esta última afirmación es respaldada por las
declaraciones de la magistrada suiza
Carla del Ponte, miembro de la comisión especial creada por las Naciones Unidas
para investigar los crímenes
perpetrados durante la actual guerra civil en Siria.
"Disponemos
de testimonios sobre la utilización de armas químicas en particular de gas
sarín. No por parte del Gobierno, sino de los opositores", dijo la ex
procuradora general de Suiza.
Las acusaciones de
las grandes potencias tienen el propósito de crear las condiciones para una
intervención militar en este país árabe.
Un muy breve cuadro de situación nos indica que este
escenario bélico dista mucho de una simplificación binaria.
En primer término, a diferencia de lo ocurrido cuando
el Consejo de Seguridad dio luz verde a una intervención en Libia, en el caso
de Siria una acción militar de la
ONU ha encontrado la firme oposición de Rusia y de China
—como sabemos— con derecho de veto en el alto organismo internacional.
A su vez, la oposición armada al gobierno de Bashar
el-Assad está muy lejos de presentar el grado de cohesión necesaria para
alcanzar por sí sola la caída del gobierno baasista de Damasco.
No solo no hay cohesión, sino que en estos momentos se
asiste a un fuerte enfrentamiento entre el llamado Ejército Libre de Siria (el
E.L.S.) —cuyo brazo político es la opositora Coalición Nacional, ampliamente
apoyada con dinero y armas por los Estados Unidos y la Unión Europea — y los grupos
yihadistas vinculados a Al Qaeda, también opositores al gobierno sirio.
Ante la impotencia del Ejército Libre de Siria,
numerosas ciudades han ido cayendo una tras otra bajo control yihadista en los
últimos meses. En la actualidad y según estas informaciones, las únicas zonas rebeldes
que escaparían al dominio de Al Qaeda serían algunos barrios de Alepo, Latakia,
Idlib y Hama.
Varios jefes militares de las fuerzas ligadas a Occidente
habrían sido ejecutados por terroristas de Al Qaeda. Entre ellos estaría Kamal al Hamami, que pertenecía al
Consejo Supremo Militar del Ejército Libre de Siria y
cuya muerte a manos de los yihadistas en Latakia habría sido considerada por el
E.L.S. como una “declaración de guerra”.
A pesar de los aprontes bélicos de los Estados Unidos y la OTAN , el presidente Barack
Obama es bastante reticente a involucrarse abiertamente en un conflicto bélico
en Siria, por la desconfianza que le producen estos enfrentamientos entre la
oposición a Bashar el-Assad.
Pero aquí no terminan las contradicciones de los prooccidentales:
el accionar terrorista de Al Qaeda, alarma a los kurdos sirios —una de las
minorías más importantes del país— por cuanto el fundamentalismo islámico es
uno de sus más acérrimos enemigos. Los kurdos, que no apoyan al gobierno de
Damasco, tampoco se han sumado a la insurrección desatada en Siria en 2011. Esta
etnia encarna una tercera vía que cuenta con el respaldo de 40 millones de
kurdos asentados en toda la región.
Las noticias de estos días nos hablan de la presencia
del destructor “Mahan” de la armada estadounidense, en aguas del Mediterráneo
navegando hacia el oriente. Pero aquí surge otro escollo, el puerto sirio de
Tartús —fundado hace más de dos milenios por los fenicios— es el asentamiento
de una base naval integrante de la
Flota del Mar Negro, de la Federación Rusa.
Muchos dolores de cabeza para las Fuerzas Armadas del
imperio, cuyo jefe del Estado Mayor Conjunto, Richard Dempsey,
se muestra escéptico sobre el éxito de una campaña militar en el escenario del
Medio Oriente, donde todavía flotan los fantasmas de las ciénagas de Irak y
Afganistán.