“Hemos intentado de todo
para sobrevivir —señala la declaración— llegando a incorporar rubros que nada
tienen que ver con nuestro rol sanitario”.
Mientras esto sucede en la
mayoría de las farmacias, se observa que algunas —pertenecientes a grupos
financieros y otras de dudosa propiedad— tienen un crecimiento exagerado con
recetas dirigidas y descuentos que nadie reconoce cómo se logran o quién los
realiza.
¿Por qué se da esta
inequidad?
Hace algún tiempo los
gerentes y dueños de laboratorios medicinales vieron que la farmacia era un
canal seguro para el paciente, pero costoso por ser establecimientos con normas
sanitarias como la de tener un farmacéutico al frente. Por otra parte, este
hecho lo hace un lugar resistente a políticas ultra comerciales y de consumo
irresponsable del medicamento.
Es por ello que se inició un
gradual proceso de sustitución del farmacéutico adentro y afuera de la
farmacia.
Adentro, mediante la góndola
para que el paciente pierda el hábito de consultar al farmacéutico y, por
fuera, a través de los productos de venta libre en establecimientos meramente
comerciales sin control profesional.
A esta situación crítica se
suman las bonificaciones otorgadas a la Seguridad Social.
Estas bonificaciones fueron hechas durante la crisis de 2001 cuando el sistema
estaba al borde de la quiebra.
Hoy esa situación ya no
existe, pero las obras sociales se niegan a hacerse cargo de su responsabilidad
en la cobertura de medicamentos de sus afiliados, devolviendo esas
bonificaciones.
En una exhortación dirigida
a los colegas, la Confederación
Farmacéutica Argentina señala “debemos trabajar juntos para cambiar esta historia”.
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Por su
seguridad, adquiera sus medicamentos solo en la farmacia.
Hasta nuestro
próximo encuentro.