ESTADOS UNIDOS, UN IMPERIO NO MUY ORIGINAL

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com

Luego de algunos años durante los cuales los Estados Unidos no prestaron la debida atención a esta parte del continente o —con políticas erráticas— fueron víctima de derrotas como la propinada durante la cumbre de Mar del Plata de 2005, donde se estrelló el Area de Libre Comercio de las Américas, más conocida como el ALCA… luego de esas vicisitudes, decíamos, Washington decidió mirar con más atención a esta región del mundo.

"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 23 de setiembre de 2013.
Casi tres años después del papelón del ALCA, el imperio recrea su Cuarta Flota, inactiva durante 58 años —desde 1943 hasta 2008—, como respuesta al surgimiento de gobiernos democráticos, defensores de su soberanía. Esta escuadra de la Armada estadounidense forma parte del llamado Comando Sur con asiento en la ciudad de Miami.

Pero la estrategia no se limita a lo militar. El 28 de abril de 2011 se aprueba la Declaración de Lima, con la presencia en Perú de los representantes de Chile, Colombia y México. Este cónclave que en marzo de 2012 pasa a denominarse Alianza del Pacífico, tiene como propósito explícito “profundizar la integración entre estas economías y definir acciones conjuntas para la vinculación comercial con Asia Pacífico, sobre la base de los acuerdos comerciales bilaterales existentes entre los Estados parte”.

Pero ese objetivo no es el único, ni siquiera el más importante. En rigor, auspiciado por los Estados Unidos, este bloque de países latinoamericanos se propone cumplir un rol activo como valla al proceso de cambio abierto en el continente por los países de la región que superando las políticas neoliberales se proponen marchar por un camino independiente de la histórica tutela de Washington.

“Sostenida por los Estados Unidos —señala en uno de sus trabajos el analista argentino Oscar Laborde—, la Alianza del Pacífico no constituye una única herramienta en la geopolítica del Departamento de Estado sino que se vertebra con otras iniciativas que desde antes de la década del ’90 se vienen adoptando para consolidar el modelo neoliberal: la absorción de Canadá al modelo productivo estadounidense y luego el Nafta, donde se incorporó a México en ese esquema”.

“Fueron impulsados después —prosigue Laborde— los Tratados de Libre Comercio, desde el año 2002 en adelante, e involucraron a gran parte de las naciones de América Central, Chile, Perú y Colombia, entre otras”.

Esta ofensiva comercial tiene su correlato en una serie de golpes de Estado de nuevo cuño, llevados a cabo en países de nuestra América con una activa presencia de los grandes medios de comunicación de masas y la participación abierta o encubierta de los Estados Unidos. Algunos triunfantes como el de Honduras y Paraguay. Y otros derrotados como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Los intentos de Washington de retomar el control político, diplomático, económico, militar y cultural de esta parte del mundo, se hallan —por estos días— en pleno auge.

No hace falta ir muy lejos para comprobar esta afirmación. En nuestro propio país los grandes medios y la propia embajada de los Estados Unidos están trabajando a tiempo completo para posicionar lo más encumbradamente posible a su candidato Sergio Massa, por ahora para ocupar un escaño en el Parlamento y dentro de dos años (que en la Argentina son una eternidad), probablemente en la presidencia de la República.

Pero —como veíamos con el tema de la Cuarta Flota— no todo es diplomacia o estrategias políticas y comerciales; también siguiendo la inveterada costumbre del imperio en sus largos dos siglos de existencia, el tema militar comienza a adquirir una relevancia que nos retrotrae a no muy viejas épocas.

Un despacho de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS), firmado por el periodista estadounidense Jim Lobe, da cuenta de que “si bien la ayuda militar y de seguridad de los Estados Unidos a la región viene cayendo desde 2010, las cantidades en dólares pueden resultar engañosas, según uno de los coautores del informe (denominado “Hora de Escuchar”), Adam Isacson, analista de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos y experto en Colombia”.

“Aunque los grandes paquetes de asistencia, como el Plan Colombia antiinsurgente y antidrogas, se reducen o llegan a su fin, «están en ascenso otras formas menos transparentes de cooperación entre fuerzas militares», explicó Isacson”.

“Esto obedece —en parte— a que la administración de muchos programas ha migrado del Departamento de Estado (cancillería), que tiene normas de derechos humanos más estrictas, al Pentágono.
Asimismo las Fuerzas de Operaciones Especiales —unidades de elite como los Boinas Verde del ejército o los grupos Mar, Aire y Tierra de la armada (SEAL)— están realizando más entrenamiento a efectivos latinoamericanos y caribeños, a raíz de su retiro de Irak y su reducción paulatina en Afganistán”.

La utilización de esta mano de obra desocupada resulta funcional a esta nueva estrategia continental del gobierno norteamericano.

Cabe recordar que en esta última década estos grupos se duplicaron y ahora suman unos 65 mil efectivos.

“Su comandante, el almirante William McRaven —responsable de la acción que acabó con la muerte de Osama bin Laden— se ha mostrado especialmente agresivo buscando misiones para sus tropas en nuevos teatros de operaciones, incluso en América latina y el Caribe, donde están entrenando a miles de sus pares”.

“Esta mayor inversión en operaciones especiales forma parte de una estrategia más amplia del Pentágono (Departamento de Defensa), que consiste en mantener una presencia de «bajo impacto» en todo el mundo, reforzando su influencia en las instituciones militares locales”.

Conviene no olvidar que “el Pentágono es mucho menos transparente que el Departamento de Estado y es frecuente que sus programas no estén sujetos a las mismas exigencias de derechos humanos ni al mismo grado de control parlamentario que los de la cancillería”.

“Más aun —puntualiza el periodista de Inter Press Service—, McRaven ha intentado obtener la potestad de desplegar fuerzas especiales en distintos países sin consultar con los embajadores estadounidenses ante esos gobiernos y ni siquiera con el Comando Sur de los Estados Unidos”.
Como se verá estamos en presencia de una nueva ofensiva del imperio por reconquistar el terreno perdido en gran parte del continente, especialmente desde la irrupción del comandante Hugo Chávez en la hermana República de Venezuela.

“Según Isacson, el comando de McRaven intentó este verano boreal sellar un acuerdo con Colombia para establecer en ese país un centro de coordinación de operaciones especiales regionales, sin consultar al Comando Sur ni a la embajada en Bogotá”.

“«Estos hechos significan que el papel militar en la elaboración de la política exterior se está haciendo mayor y que las relaciones entre fuerzas militares empiezan a importar más que las diplomáticas», añadió el analista”.

También se podrá apreciar que los peligros que acechan a esta región, están potenciados por los avances tecnológicos, tales como los drones o aviones no tripulados que ya han causado centenares de víctimas fatales en otras latitudes o el enorme aparato de espionaje que por estos días ha derivado en la cancelación de su visita a los Estados Unidos, por parte de la presidenta Dilma Rousseff, con motivo de la realización de una nueva edición de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Digamos que a estos peligrosos planes se suman no menos peligrosos proyectos relacionados con el “combate” (entre comillas) al narcotráfico por parte de la DEA.

“Combate” que a lo largo de décadas no hizo más que incrementar este endémico mal que carcome cada vez más a nuestras sociedades y que, bien sabemos los argentinos (y los rosarinos en particular) ha venido para quedarse, a resguardo de —en el mejor de los casos— ineficientes medidas para su erradicación.

El historiador Carlos Medina Gallego, del Grupo de Seguridad y Defensa de la Universidad Nacional de Colombia, denunció la existencia en su país de “un «plan B» a la guerra oficial contra las drogas que opera sobre los territorios y los países productores y es desarrollado por «mercenarios»”.

“Más allá de los acuerdos oficiales de Bogotá con agencias antidrogas y fuerzas especiales de los Estados Unidos, hay unos «criterios» de que esos acuerdos se acompañen de «acciones de mercenarios y contratistas que operan bajo determinadas características y regulaciones propias, con autonomía, en acciones contra el narcotráfico»”, agregó el historiador colombiano.

Finalmente, es muy importante aclarar que cuando hablamos de mercenarios, ya no estamos hablando de seres inescrupulosos que por dinero son capaces —individualmente— de emprender cualquier tipo de acciones delictivas.

Ahora, en esta etapa neoliberal del capitalismo, estamos hablando de enormes empresas dedicadas a la realización de tareas militares, generalmente violatorias de los más elementales derechos humanos (como ocurrió en Irak y ocurre en Afganistán, con miles de víctimas fatales) sin poner en riesgo la responsabilidad del país donde tienen sus sedes, en la inmensa mayoría de los casos los propios Estados Unidos.

Estas empresas, denominadas “empresas militares privadas” o “empresas proveedoras de servicios de defensa” se hallan en abierta violación de las convenciones internacionales sobre combatientes mercenarios. Es bueno saber que Washington no ha suscripto varias de esas convenciones.

Un Estado que siempre está bordeando el delito internacional, se arroga el derecho de garantizar la “seguridad” en el planeta.

Pensándolo bien, no se trata de una novedad… a lo largo de los milenios, todos los imperios hicieron lo mismo.