Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com
En su edición de ayer, el periódico The New York Times publicó un extenso artículo, donde revela que el presidente Hugo Chávez estaba en el centro de la investigación de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA por su sigla en inglés), desde 2007 —en pleno apogeo de la revolución bolivariana— tras la aplastante victoria electoral del año anterior.
miguelferrari@gmail.com
En su edición de ayer, el periódico The New York Times publicó un extenso artículo, donde revela que el presidente Hugo Chávez estaba en el centro de la investigación de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA por su sigla en inglés), desde 2007 —en pleno apogeo de la revolución bolivariana— tras la aplastante victoria electoral del año anterior.
Chávez y sus funcionarios eran un
"objetivo a largo plazo" (lista que también incluía a políticos de
China, Rusia, Irán, Irak y Corea del Norte) para los agentes de la NSA, preocupados por la enorme
influencia que el gobierno bolivariano ejercía en la región.
Especial importancia alcanzaban para esta
agencia la "amplitud y profundidad" de las relaciones entre estos
países, incluyendo también a Cuba. País éste, al que no solo espían, sino que
bloquean económicamente desde hace más de medio siglo.
A propósito de este bloqueo, considerado
con buen criterio por las autoridades cubanas como un delito de genocidio desde
su propia implantación, puesto que el objetivo consistía en doblegar por hambre
y necesidades al pueblo cubano, cuyo apoyo a la Revolución era (y es)
abrumadoramente mayoritario, para que se levantara contra su propio gobierno.
Para no hablar de las gravísimas consecuencias que a lo largo de todo este
tiempo ha generado en la población, especialmente en temas tan sensibles como
el de la salud, donde Cuba se ve privada de la posibilidad de comprar
medicamentos en los Estados Unidos o en países donde se hallen radicados
establecimientos con capital estadounidense.
Una buena noticia en torno a este inhumano
bloqueo, se produjo durante el transcurso de la pasada semana, cuando la Asamblea General
de las Naciones Unidas condenó a esta medida totalitaria de Washington con el
voto de 188 países. Solo votaron a favor del bloqueo los propios Estados Unidos
y el Estado de Israel, su inseparable socio que recibe tres mil millones de
dólares anuales en ayuda militar. Se abstuvieron tres micropaíses que cabrían
juntos, holgadamente, en la provincia de Tucumán.
Una nueva y rotunda condena al imperio, donde
—cada año— se suman nuevos países para reprobar esta criminal política de
Washington.
Regresando
al espionaje estadounidense a Venezuela, el periódico neoyorquino señala que la
misión de los funcionarios de la NSA consistía en dotar de
información privilegiada (textual) "a los encargados políticos para
prevenir que Venezuela obtenga sus objetivos de liderazgo regional y persiga
políticas que impacten negativamente los intereses globales de los Estados
Unidos".
Un funcionario de la
NSA en Texas se encargaba de "rastrear cada día los
mensajes privados de los funcionarios, buscando chismes que pudieran
proporcionar una pequeña ventaja política", señala el diario.
En un documento posterior —fechado en 2010— se confirma el interés
estadounidense en conocer todo lo referente a los préstamos multimillonarios otorgados
por China para la compra de radares y perforación petrolera, una relación que
se mantuvo y se estrechó con el paso del tiempo.
La NSA
también siguió de cerca las compras de misiles y aviones de combate a Rusia y
los avances en la construcción de una fábrica de drones (aviones no tripulados) de origen
iraní en territorio venezolano.
Es moneda corriente, desde el principio de los tiempos, que los
estados espían a otros estados para resguardarse de posibles agresiones
militares, para preparar agresiones o —simplemente— para monitorear los avances
tecnológicos de otros países, ya sean enemigos o no.
Pero lo inadmisible es que un Estado se constituya (o pretenda
constituirse) en el gendarme del mundo, para su entero beneficio, amparado en
la perversa doctrina de la guerra preventiva, que demuele siglos empleados en
la construcción del derecho internacional.
Otro flagelo, además del espionaje a diestra y siniestra —que
incluye aliados y enemigos—, es el tema de los drones estadounidenses que
sistemáticamente siembran la muerte con la autorización específica, casi
cotidiana, del presidente Barack Obama.
El pasado domingo un dron asesinó al supuesto líder de los talibán
en territorio paquistaní, Hakimullah Mehsud. Y decimos “asesinó”, porque más
allá del carácter terrorista o no del mencionado líder, desde hace más de
doscientos años —en Occidente— todo ser humano tiene el derecho a ser juzgado
por sus presuntos delitos.
Además de la violación de los derechos individuales, el ataque
estadounidense en territorio paquistaní es una abierta violación a la soberanía
de este país asiático. Violación por la cual Islamabad hizo llegar su condena
al gobierno de Washington por su conducta terrorista.
Pero, por si esto fuera poco, en el ataque del domingo —con
misiles desde los aviones no tripulados— murieron seis personas que nada tenían
que ver con el dirigente talibán.
Seguramente, el presidente Obama se habrá encogido de hombros
diciendo “no nos preocupemos, simplemente se trata de daños colaterales”.
Amy Goodman, la destacada periodista estadounidense, conductora
del programa “Democracy Now”, describe en un artículo titulado “La creciente resistencia a las guerras de Obama con aviones no
tripulados”, un relato desgarrador sobre estos “daños colaterales”.
Veamos…
“Antes no temía a los aviones no
tripulados, pero ahora, cuando los veo sobrevolar, me pregunto: ¿seré la
próxima víctima?”. Este es el testimonio de Nabila Rehman, una niña de 9 años
de edad del noroeste de Pakistán, que resultó herida en un ataque
estadounidense con avión no tripulado hace un año, en la pequeña localidad de
Ghundi Kala. Nabila vio a su abuela, Mamana Bibi, volar en pedazos en el
ataque. Su hermano, Zubair, también resultó herido. Su caso ha vuelto a centrar
la atención en el polémico programa de asesinatos selectivos, como parte de la
política exterior y de la estrategia de guerra del Presidente Barack Obama a
nivel mundial”, señala el mencionado artículo.
“Nabila y su hermano
Zubair, que tiene 13 años —continúa el mencionado artículo—, son parte del creciente
número de víctimas de ataques con aviones no tripulados, pero su situación es
especial, ya que lograron comparecer ante el Congreso estadounidense junto a su
padre, Rafiq ur Rehman, para brindar testimonio acerca del ataque y de cómo
destruyó a su familia”.
Husmear con cinismo a
medio mundo (o mejor dicho al mundo entero); asesinar mediante aviones no
tripulados en el lugar del planeta que se les ocurra; espiar al gobierno
venezolano, para prevenir que “obtenga sus objetivos de liderazgo regional”; tener
el triste honor de haber sido el único país de la historia que arrojó dos
bombas atómicas sobre poblaciones civiles (Hiroshima y Nagasaki); ser el país
que desde su independencia robó territorios a los pobladores originarios y a
sus países vecinos; ser la potencia que invadió decenas de naciones en todo el
orbe; es para preguntarse… “¿de dónde sale tanto atropello, tanta soberbia
criminal?
La respuesta no hace falta
investigarla mucho. Ya está escrita.
Fue difundida en el año
1845 por el periodista
John O’Sullivan en la publicación Democratic Review de Nueva York.
Basándose en el pensamiento de los
primeros colonizadores del siglo XVII, O’Sullivan fundamenta la actitud de los
Estados Unidos diciendo que la política de expansión “…por todo el continente, nos ha sido asignada por la Divina Providencia,
para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un
derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios
para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como
destino”.
Esta palabra final
—“destino”— es la piedra angular de la sistemática política exterior del
imperio: “el destino manifiesto” que Dios le ha asignado a su país.
A lo largo de su
historia, los políticos de esa nación han invocado el favor de Dios en sus
discursos y han insistido en la “misión trascendente” que tienen la obligación de cumplir.
El actor y humorista
estadounidense James Rado, consciente del trágico disparate de este supuesto destino manifiesto, pergeñó esta ingeniosa
frase: “Reclutamiento es cuando los blancos envían a negros a pelear con
amarillos para proteger al país que ellos robaron a los pieles rojas”.