Por Julio Gambina
jcgambina@gmail.com
Hace un año el dólar se cotizaba
a menos de $5. Hoy con la devaluación se necesitan $8 por dólar, convalidando
un incremento del 60% en el precio de la divisa.
Hasta hace poco se sostenía que
la política oficial no contemplaba devaluar la moneda nacional. Sin embargo, la
aceleración de la depreciación monetaria se apresuró durante el 2013 y más aún
sobre fines del año, especialmente con el cambio de autoridades en el Gabinete
de Ministros y en la Presidencia del Banco Central en noviembre pasado.
El comienzo del 2014 evidenció
un mayor nivel de depreciación monetaria, agudizada en esta semana con la
deliberada retirada del Banco Central del mercado cambiario el miércoles 22/1,
que apenas pudo sostener por un día, y ya el jueves 23/4 tuvo que vender 100
millones de dólares para bajar la cotización de los $8,40 por dólar a $7,75 por
unidad de moneda estadounidense. El viernes 24/1 el precio de la divisa osciló
por encima de los $8.
Complementariamente, el gobierno
dispuso flexibilizar las restricciones a la compra de divisas para
atesoramiento, lo que estaba prohibido hasta ahora, lo que podrá realizarse
previa autorización de la AFIP, el ente de recaudación, con un adicional de 20%
a cuenta del impuesto a las ganancias, que a la cotización del día, cada dólar
se obtendrá contra $9,60.
Hasta aquí los hechos. Las
incertidumbres a futuro continúan, especialmente el impacto sobre los precios,
ya que la devaluación incide en la importación de insumos y bienes intermedios
necesarios para la producción en el país, tal el caso de automotores o electrodomésticos
entre otros, sin perjuicio de un conjunto de bienes y servicios que ajustan
precios sobre costos dolarizados, e incluso expectativas.
Es un dato que las devaluaciones
favorecen a los grandes productores y exportadores y de hecho, era la demanda
de los sectores hegemónicos de la producción local, buena parte asociada a la
transnacionalización capitalista de la economía argentina. La contracara es el
perjuicio para quienes perciben ingresos fijos, los trabajadores, regulares e
irregulares, activos o pasivos, a tiempo completo, flexibilizados o tercerizados,
los que reciben planes sociales e incluso productores y empresarios que asocian
sus ventas a este importante sector de la sociedad. Son pocos los beneficiados,
el poder económico más concentrado, y son millones los que verán afectados su
capacidad de compra. Las devaluaciones no generan equidad, y aun mejorando
competitividad, algo que no es seguro, supone la transferencia de recursos de
los trabajadores a los propietarios concentrados del capital.
¿Por
qué la devaluación? ¿Hay otras posibilidades?
Desde el gobierno se explican maniobras
especulativas del titular de Shell en connivencia con bancos extranjeros, el
Citi, el Francés y el HSBC. Más allá de las acciones legales que se impulsen
bien vale considerar la necesidad de mantener a la banca extranjera en la
Argentina y consultarnos, a esta altura, por qué continuar con la legislación
financiera de la dictadura genocida. Asociado a ello se requiere un estricto
control del comercio exterior, el que se concentra en un puñado de empresas
extranjeras y un conjunto reducido de bienes que explican el comercio exterior.
Claro que estamos remitiendo a
la nacionalización de la banca y del comercio exterior, y que ello supone un
enfrentamiento con el poder económico y político, que se requiere constituir
sujeto social y político para sostener la confrontación. Ello necesita asumir
un nuevo rumbo modificando la ecuación de beneficiarios y perjudicados del
orden económico y social en el país. Lo que ha fallado en la Argentina de este
tiempo es la concepción de la posibilidad de un “capitalismo nacional” al que
convocó a construir Néstor Kirchner en mayo del 2003. En la era de la
transnacionalización es un imposible, como inútil es buscar una “burguesía
nacional” que asuma ese proyecto, salvo la gestación de nuevos sectores de
burguesía local, los que acumulan en el marco de un proceso continuo de extranjerización
y dependencia de la economía local al sistema mundial del capitalismo.
La realidad es que las divisa
tienen precio y la pelea por su cotización enfrentó a los sectores hegemónicos privados
de la economía argentina con el gobierno, demandante de dólares, principalmente
para la cancelación de la deuda pública. Eso explica la perdida de reservas en
el último tiempo, solamente 12.000 millones de dólares durante el 2013, entre
fuga de capitales y pagos de la deuda, según datos oficiales.
El precio de la divisa, de los
bienes y servicios, o de la fuerza de trabajo se dirime en el capitalismo en un
mercado monopolizado por grandes capitales altamente concentrados y
centralizados. Los Estados pueden convalidar la situación o enfrentarla, lo que
supone romper la lógica del capital para intentar organizar un orden diferente,
anticapitalista, incluso socialista.
Es un debate que trasciende la
realidad nacional y se presenta en toda la región Nuestramericana, ya que el
cambio político emergente a comienzos de siglo puede agotarse si no se
profundizan políticas independientes y soberanas en la región. Aludo a la
soberanía alimentaria, energética, financiera, que contribuya a una
modificación del modelo productivo depredador y au nuevo modelo de desarrollo
para la región.
Falta poco para la cumbre de la
CELAC y se discute un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión
Europea. ¿Ese es el rumbo de la inserción internacional de Nuestramérica? La
inserción subordinada de la región fortalece la dependencia del orden
capitalista en las condiciones actuales de transnacionalización, generalización
de la especulación y el delito. ¿Hay solución fortaleciendo la inserción en el
orden capitalista mundial, ese que gerencia el FMI, el Banco Mundial, la OMC?
¿Por qué libre cambio con Europa, luego de haber rechazado el ALCA? ¿Es mejor
el capitalismo europeo que el estadounidense? El interrogante es aún más válido
cuando pensamos la hegemonía alemana en Europa y las políticas de austeridad
generalizadas en el viejo continente.
Argentina y la región están
urgidas por cambios estructurales, los que deben realizarse integradamente.
Existen novedosos mecanismos e instrumentos en funcionamiento, junto a
avanzadas ideas que pueden facilitar el proceso. Aludo al ALBA, incluso UNASUR
y la CELAC, pese a los matices en su seno. También al sistema múltiple de pagos
con monedas locales entre Brasil y Argentina, escasamente usado, o el SUCRE
entre los países del ALBA, al que adhirió Uruguay. Mucho se escribió sobre la
nueva arquitectura financiera, expresión de ello es el Banco del ALBA. Bolivia
acaba de anunciar que dispone de la cuota asignada para hacer funcionar un
Banco del Sur que puede ser depositario de las reservas internacionales,
cuantiosas entre los países que adhieren a la iniciativa.
No constituye una utopía hacer
realidad el otro mundo posible a que nos convocó el Foro Social Mundial a
comienzos del presente siglo. El capitalismo no ofrece soluciones a los pueblos
de la región y del mundo. Fue en esencia el mensaje de Hugo Chávez cuando a fines
del 2004 formuló su proyecto del socialismo del Siglo XXI. Ante la debacle de
la URSS y el socialismo en el este de Europa y el rumbo e inserción de China en
el capitalismo global, existen voces que nos acusan de anacrónicos y cuando
mucho de utópicos. Los utópicos son los que imaginan una salida dentro del capitalismo
y aún, aquellos que se contienen en el límite de lo posible, intentando
reformar al capitalismo.
Los límites de la heterodoxia, el
neo-desarrollismo o neo-keynesianismo, según como se asuma, en la Argentina, da
cuenta de los debates, en la región y en el mundo, por superar la crisis del
capitalismo, la dependencia, pensando y construyendo un orden económico,
social, político y cultural de emancipación, sin explotación y armonioso con la
naturaleza.