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Se leyó y escuchó, en estos días que son o parecen tan afiebrados, todo lo que era previsible. Aun así, como siempre, no debe perderse la capacidad de asombro.
"Política Nacional", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el 24 de agosto de 2014.
Puede coincidirse en que el Gobierno muestra signos, más altos o más bajos, de improvisación ejecutiva. Eso no es bueno ni malo en sí mismo, sino a partir de la convicción ideológica que lo sostenga. Así como ocurrió hace más de seis años, cuando el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, ideó la 125 y le aseguró al entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que con “el campo” no pasaría nada, esta vez parece que el fallo de Griesa y sucedáneos no fue vaticinado, o bien que los acuerdos en casos como Repsol y Club de París adormecieron reflejos. Cristina dijo que ella sí previó lo que sucedería, cuando la inminencia del fallo de
Apuntaron como obvio que la dichosa cláusula RUFO generaría problemas. Acusaron que la venganza sería terrible, aunque reemplazaron el sustantivo por la figura de “respetar
El mismo martes, en los programas televisivos de la oposición, algunos de sus columnistas más connotados sólo atinaron a balbucear. Tras unos 45 minutos de cadena nacional que los tomó varios metros en orsay, les fue imposible explicar(se) si los anuncios presidenciales eran muestra de fortaleza o debilidad. En título central de portada, el diario que construye el sentido común más simplote del odio anti K calificó con un “fuerte”, a secas, la reacción frente al anuncio de
Los parlantes de las corporaciones empresarias más concentradas, que juegan de periodistas especializados en la información económico-financiera que trafican, hablaron de la alarma en los mercados. Ya se habían expresado en contra de la aplicación de las leyes de Abastecimiento y Antiterrorista. La cita de la segunda fue un moco del Gobierno que el propio oficialismo dejó correr, mediante esa pulsión intuitiva que caracteriza al kirchnerismo: libera algunas energías que después, en muchos oportunidades, no sabe administrar. Pero, ya, tampoco importa, o alguna vez debería importar. El blue empezó a los zancos. Kicillof dio una explicación precisa, pedagógica, en torno de cómo fue la verdadera historia de la conformación de deuda renegociada. Disparó que los fondos buitre son tres gatos locos multimillonarios que les pagan a los políticos para que hablen bien de ellos, que sus lobbistas son unos mercenarios, que son capaces de comprar la empresa de los dibujitos de la tele para inventar lo que sea. Publicaron sólo lo segundo. Le contestaron con el simple expediente de que es un chiquilín y que hace falta alguien con experiencia para conducir la negociación de lo que –vaya contrasentido– dicen que no puede negociarse, porque Argentina ya perdió y hay que deglutir ese sapo nos guste o no nos guste. Ya se sabe, o debería saberse de memoria, quiénes son los experimentados que proponen estas gentes. Pero debe reconocerse que el recuerdo político de quiénes fueron los conductores de la catástrofe argentina es un insumo que puede no abundar, y sobre todo cuando hay nubes negruscas en el bolsillo cotidiano. Macri votará en contra de la herramienta parlamentaria anunciada por Cristina, pero no dijo por qué. En rigor, ya había advertido que debe pagarse a como Griesa estipule. Massa retrasó su decisión (de paso viene bien para recordar que es diputado nacional, votado en las últimas elecciones, aunque en el Congreso es un militante de la ausencia, sin que nadie se queje de que su sueldo lo pagamos todos). Más tarde, fiel a su estilo, recitó Platero y yo. Los radicales, en un plenario de legisladores nacionales en Córdoba y en cumbre del partido de cuya montaña no se tienen noticias, manifestaron que el proyecto presidencial agrava el problema antes que resolverlo, que esto es “igual o más grave que la estatización de YPF” (el milico Aguad, propenso a la alianza con el macrismo) y que “no queremos comprometer el futuro de los argentinos” (el filósofo Cobos). De los más conocidos, sólo alzaron su voz discordante Leopoldo Moreau y Nito Artaza. El resto de los pundonorosos de
En cuanto a los que corren por izquierda, al menos tienen el beneficio del inmovilismo ideológico pero testimonialmente pertinaz. Nunca se sienten interpelados, ya que estamos, sobre su vocación de poder. Van al paro del jueves que viene junto con la cuaterna revolucionaria de Hugo Moyano, Pablo Micheli, el Momo Venegas y Luis Barrionuevo. No habrá transporte público. Les faltaría una mayor disposición para apostar a la conciencia dispuesta de la clase obrera. Jueves y viernes portales y diarios impresos titularán que el paro se hizo sentir fuerte y que un arco de piquetes cercó la ciudad. A los convocantes les alcanzará para decir que el pueblo está al borde de tomar el Palacio de Invierno. O que la mayoría de los laburantes anda inquieta por un descuento de Ganancias que alcanza a una minoría de los trabajadores registrados (los únicos que les importan). O que para satisfacer a jubilados, desocupados y sufrientes varios es imprescindible aliarse a Macri, Massa, vanguardias proletarias o la nadería de republiquita que cada quien quiera expresar. Y al que no le guste, agarra la cartera y se va a comer pizza.
Los signos de la economía son inquietantes. Las cifras oficiales dan cuenta de un aumento en la desocupación y de que cayó la creación de empleo. El influjo de la cotización del dólar, aunque fuere más una escena de especuladores que una influencia técnica en la vida de clases medias y sectores populares, hace de las suyas, y los costos se disparan. Es cierto que el consumo no se ve afectado gravemente, tanto como que los medios de mayor penetración rebosan de publicidad comercial, pero también lo es que las expectativas de coyuntura no son las mejores. Las arcas del Estado tienen que cuidar los dólares para sostener el crecimiento o la salud básica de la economía. Lleva a pensar en todo lo que no se hizo, y en todo lo que falta hacer para cambiar una matriz productiva grandemente atada a insumos importados. Y en la que el mayor productivista, el gran burgués, es el Estado. Todo eso, y tanto más, emplaza a reflexionar que las dificultades, y errores internos, están por delante de considerar la batalla contra los buitres como una epopeya patriótica primaria.
Pero es espantoso ver lo que nos espera si se erigiera la opción de los buitres internos.