Por Eduardo Aliverti
eduardoaliverti@fibertel.com.ar
Si hay algo que nadie discute en la política argentina, siendo éste un
país donde se polemiza absolutamente todo, es la capacidad del Gobierno
para sostener la iniciativa. Es la propia oposición la que lo reconoce,
nunca de modo explícito, pero sí a través de entrelíneas que la mayoría
de las veces son de una obviedad enternecedora.
"Política Nacional", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 15 de noviembre de 2014.
La serie de denuncias y notas producidas desde hace algunas semanas,
en este medio y otros (muy) pocos, acerca de los grandes jugadores que
maniobran con el dólar, es derechamente impresionante. No es que haya
sorpresa por los nombres involucrados ni por el tipo de trapisondas,
pero impacta la precisión de las muestras recogidas. Cabría destacar las
crónicas firmadas en Página/12 por Cristian Carrillo y Sebastián
Premici, con énfasis particular en la del lunes pasado sobre las cuevas
fondeadas por bancos, sociedades de Bolsa, casas de cambio, estudios
jurídicos, compañías cerealeras y petroleras. El resumen indica que el
80 por ciento de los operativos fue realizado en la city porteña. El
resto corresponde a los barrios de Recoleta, Palermo y Villa del Parque,
junto a las ciudades de Mendoza, Córdoba, Mar del Plata, Corrientes,
Resistencia, Rosario y Necochea. La prudencia que impone el secreto de
sumario de las investigaciones judiciales no impidió ventilar algunas
identificaciones como la del Grupo Arpenta, incluido en una de las
demandas penales de la Unidad de Investigación Financiera. En un alto
piso del microcentro de Buenos Aires, esa firma disponía de una casa de
cambio oculta con oficina, mesa de operaciones con treinta
teleoperadores y dos lugares reservados con cajas fuertes, que convivían
con una sociedad de Bolsa. Sinteticemos la cronología de ese episodio.
“El pasado 21 de octubre, la UIF, la Procelac y autoridades del BCRA
concurrieron al piso 28º del citado edificio (San Martín 344) (...) En
la parte central, (estaban) las ventanillas de la casa de cambio, con su
correspondiente tesoro y, detrás, otro espacio reservado a las cajas
fuertes. Se comprobó que en el tesoro del Grupo Arpenta había un armario
con estantes en donde se encontraban fajos de billetes sueltos, sin
ningún tipo de identificación ni justificativo que explique
razonablemente por qué esos billetes se encontraban allí. Según un
empleado de la firma, no existe registro formal respecto de las cajas de
seguridad que acredite su titularidad, así como tampoco se registran
los ingresos y/o egresos de las personas, ni al tesoro. Esta descripción
está incluida en la demanda penal por lavado de activos realizada por
la UIF. Para las autoridades regulatorias consultadas, la existencia de
esas cajas fuertes, con los volúmenes de dinero secuestrado, tendría por
función ‘guardar el dinero ilegal que luego es volcado a las cuevas’
(...) El día de la inspección conjunta en Arpenta, en la sala de
reuniones, estaba Horacio Liendo, hijo del militar homónimo y cerebro
jurídico de Domingo Cavallo durante el menemismo. ‘Fue una señal del
sistema, nos estaban esperando’, señaló (...) un funcionario que
participó del operativo. Liendo es asesor legal de Arpenta, así como
también de los bancos de la familia Eskenazi; de la consultora Economía y
Regiones (cuyo titular es Rogelio Frigerio, hoy presidente del Banco
Ciudad) y del Banco de Córdoba, entre otros (...) El caso de Arpenta
puede ser la punta del iceberg para profundizar vinculaciones entre las
sociedades de Bolsa y las empresas cerealeras, que fondearían en primer
lugar a las empresas financieras. Pero a partir de este caso podría
investigarse otro tipo de vinculaciones, como el rol de los estudios
jurídicos que dan sustento a estas maniobras (...) Los investigadores
pudieron identificar que, en una de la cajas fuertes dentro del tesoro
de Arpenta, había valores del Estudio Pérez Alati, Grondona, Benites,
Arnsten & Martínez de Hoz”.
La reacción del establishment mediático ante las revelaciones de
estos operativos oficiales, mientras que ninguno o cualquiera de los
dirigentes opositores volvió a no decir siquiera mu, fue simplemente
alertar que este “espectáculo de apriete”, en las cuevas oficiosas de
los bancos y por derivación hacia sus bufetes de abogados y grandes
socios agropecuarios, sólo sirve para espantar inversiones gracias a dar
imagen venezolana. Entre los comunicadores de los grandes grupos
anunciantes hubo quienes se atrevieron a decir que hablar de
“batallones” (de la AFIP, de la UIF, de Procelac) evoca a la dictadura
militar. Los orgiásticos del libre mercado, que supieron serlo a punta
del terrorismo estatal, vienen a prevenir que los intereses de la
República están afectados por el terror populista. Hay quienes lo
afirman desde la provocación chicanera, con más periodistas amigos que
votos, como en el caso de Elisa Carrió y de aquellos que sucumben ante
la minuta que la diputada les fija con sus exabruptos. Pero no es muy
tolerable que digamos escucharlo en boca de los cómplices, o de sus
voceros. La avanzada del Gobierno contra las guaridas financieras se
presta a la pregunta de si es una acción sostenible a mediano y largo
plazo, por haber resuelto ir de frente contra los golpistas del mercado,
o si más bien se trata de planchar al dólar momentáneamente. Si es por
eso, sin embargo, también cabe el interrogante de cuál acción les sienta
cual deseen, como no sea rendirse a las exigencias de ajustar en forma
ortodoxa por vía de enfriar la economía mediante restricción monetaria,
despido de empleados públicos, achicamiento del consumo y otras recetas,
todas, de ese tinte, probadas hasta el cansancio con su destino de
helicóptero.
Si el Gobierno procede, es por desesperación para mantenerse de
alguna manera en la línea de fuego. Si no actúa, es debido a que ya
viene, o ya está, el fin de ciclo. Si lleva adelante una nueva ley de
telecomunicaciones, es para beneficiar a Telefónica. Si no lo hace, es
que la ley de medios audiovisuales quedó tecnológicamente inservible,
demodé, noventosa. Si promueve nuevos códigos de procesamiento en lo
civil y penal, es a la búsqueda de pura propaganda progre, o a fin de
buscarse impunidad a futuro. Si no lo suscita, es porque sólo le importa
conservar el statu quo. Si emite moneda por obra de ofrecer bonos al
2018, a valor dólar, para recortar andanzas especulativas, le tira
peludos de regalo a la administración que venga. Si se queda quieto, es
acusable de no saber qué hacer frente la restricción externa. Si
enfrenta a los buitres, es presa de irresponsabilidad. Si lo evita, a la
espera de negociar en enero, es que el relato se baja los pantalones.
Si se habla por los cuatro costados de la corrupción oficial,
alegremente o con fundamentos más o menos sólidos, es demostrativo de
que la corrupción existe (sólo la oficial, por supuesto). Si no se
hablara, corroboraría la dictadura K. Si Cristina tiene sigmoiditis, y
debe guardar reposo, el país se queda sin Gobierno porque el único
gobierno es que todos estén pendientes de lo que decida ella. Pero si
ella apareciera, en medio del reposo obligado, es que está enferma por
el poder y de lo contrario no hubiera tenido sigmoiditis ni alteraciones
cerebrales. La suma de este gataflorismo no es porque sí. Es lo que
cubre el vacío o, peor aún, la triste o turbadora imagen del escenario
opositor. Los radicales y socialistas nucleados en Fauna están casi a
punto de romperse, en una batalla de todos contra todos que vuelve a
desnudar su imposibilidad de prepararse auténticamente para el ejercicio
del poder. Mauricio Macri, en presumible o demostrable ascenso, les
marca la agenda pero todavía sin un alcance nacional que garantice ser
el candidato más adecuado de la derecha (algunos dirigentes de la UCR
tienen aún la dignidad de preferir que se rompa y no se doble). De
Sergio Massa también podría decirse que no se comprueba su efectividad
de comerse a los chicos crudos, tras una victoria política en 2013 capaz
de parecerse, en su proyección, a la de Francisco de Narváez en 2009. Y
el kirchnerismo vaya si tiene lo suyo, con el karma de Scioli sí o
Scioli no, pero sin que esté en duda que Cristina es la jefa de un
espacio con nunca menos que el tercio de los votos. Y de la capacidad de
movilización. No es por nada que, sobre el cierre de la semana, se dejó
trascender la idea de que el conjunto opositor marche a las PASO con
una estrategia acordada de “gobierno de coalición” a futuro: estarían
asumiendo que los K pueden ganar tranquilamente en primera vuelta,
cuando queda fijada la integración del Congreso, con buenas perspectivas
de vencer también el ballottage gracias a la división celular que
enfrentan.
Para el pasado jueves a la noche había la intención de un 13-N con
muchos miles de manifestantes, convocados hacía rato desde el odio
visceral y la falsa espontaneidad de las redes sociales. Juntaron unos
escasos centenares alrededor del Obelisco, al punto de que diarios y
portales opositores evitaron cualquier cobertura significativa por
elementales razones de vergüenza ajena. En esa misma jornada, en la
ocurrencia periodística más desopilante de los últimos tiempos, el
matutino que encabeza el desprecio anti K dedicó su título central de
portada a la hazaña espacial de hacer descender un robot en un cometa:
hecho portentoso, que al parecer contribuirá a descubrir el origen del
Sistema Solar. Por el momento, y entre nosotros, el barrilete cósmico
radica en haberse demostrado que a la oposición le iría mejor en el
espacio que en la Tierra, donde no puede resolver qué cosa decir u
ofrecer a la sociedad mejor que esto.