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Esta semana se conoció el informe del Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos sobre
las diferentes “técnicas de interrogación” —torturas en buen romance— utilizadas
por la Agencia Central
de Inteligencia (tristemente conocida como la CIA ) tras los atentados del 11 de setiembre de
2001.
“Con los Ojos del Sur”,
columna de opinión emitida en “Hipótesis” el sábado 13 de diciembre de 2014.
Este informe —que muchos congresistas
trataron de ocultar— desnudó y condenó duramente las prácticas de la CIA , acusando a este organismo
de inteligencia de torturar a presuntos terroristas y de mentir a los
ciudadanos estadounidenses.
Luego de cinco años de debate, se llegó a
la conclusión que el tratamiento de los detenidos en cárceles “secretas”
regenteadas por la CIA
en países de Europa y de Asia, fue muchísimo peor de lo que el gobierno dijo al
Congreso y al público de los Estados Unidos.
Entre las aberrantes prácticas utilizadas
por la CIA —describe
el informe—, los detenidos fueron privados del sueño, golpeados y arrojados
contra las paredes, confinados en pequeñas celdas, aislados durante largos
períodos y amenazados de muerte.
También se señala que por lo menos tres
detenidos sufrieron la táctica de ahogamiento simulado conocida como “el
submarino”. Al tiempo que muchos de los prisioneros desarrollaron problemas
psicológicos.
En otro
pasaje del informe se destaca que al menos cinco personas detenidas por la CIA recibieron “rehidratación
rectal”, en tanto que otros cautivos fueron sometidos a “baños de hielo” y
amenazas de muerte a su persona y a sus familiares. En algunos casos se les
advirtió a los detenidos que sus madres o esposas serían abusadas sexualmente.
El
listado de horrores es interminable. Lo ahorraremos tanto para no herir más la
sensibilidad de los oyentes, como por la absoluta similitud que estas
monstruosas prácticas tienen con las aplicadas por las dictaduras argentinas,
especialmente la última dictadura corporativo-militar.
Que se
trate de las mismas perversiones no es fruto de la casualidad. Tanto la
“escuela francesa” —y sus métodos experimentados en Indochina y Argelia—, como
los manuales de la macabramente célebre Escuela de las Américas, donde se “instruyeron”
decenas de miles de militares de América latina en la aplicación del terror,
estuvieron entre las principales responsables de la implantación de la tortura
y las desapariciones, como métodos funcionales a la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Doctrina que, a su vez, fue imprescindible para la implementación de las
políticas neoliberales.
Liberales
que “achicaban el Estado”, como una forma de expropiación de los bienes
colectivos de la ciudadanía, pero lo agigantaban con el propósito de lograr esa
expropiación mediante el terrorismo proveniente de ese Estado.
Las
víctimas del terrorismo de la CIA ,
que ahora el Congreso estadounidense pone de relieve, son las mismas víctimas
que durante décadas en Nuestra América fueron torturadas por las sucesivas
dictaduras prohijadas por los gobiernos de los Estados Unidos, con la activa
participación de la Agencia Central
de Inteligencia.
No caben
dudas que este tipo de informes, descarnados, autocríticos, son altamente
positivos. Lo son, en primerísimo lugar, porque permiten entrever las entrañas
del monstruo como señalara —en su momento— el apóstol cubano José Martí.
Algunos
se preguntarán acerca de las motivaciones profundas de tales autocríticas. Y
muchos, incluso, pretenderán ver en estas actitudes la esencia misma de la
democracia, la valentía de los representantes de la ciudadanía estadounidense
en transparentar tales aberraciones.
“No es casualidad —señala El
Mundo de Madrid— que el informe sobre las torturas de la CIA (otras agencias de espionaje estadounidenses han hecho lo mismo o cosas
peores, pero la CIA
siempre viene bien como pato fácil, además de culpable, para silenciar lo que
hacen las demás) haya sido iniciativa de un Comité de Espionaje, el del Senado,
que todavía —cuestión de días— tiene mayoría demócrata. Un comité republicano,
como el que se estrenará en enero, no lo habría permitido y, por supuesto,
habría limado muchas de las críticas incluidas en ese informe en aras -no hay
altar más prostituido- de la seguridad nacional”.
Esto que acabamos de leer no lo
escribimos nosotros, sino el diario madrileño, que no es de izquierda
precisamente.
El analista de política
internacional de la CNN ,
Fareed Zakaría expresó textualmente "lo
peor de todo es que la CIA
parece haber actuado como un robot sin control superior".
Y aquí está el límite de la
mentada transparencia. Esta es la versión perfecta para que, desde el ex
presidente Bush hijo hasta sus últimos responsables de la seguridad, se laven
las manos y eludan cualquier posibilidad de enjuiciamiento por violar el
derecho internacional.
Recordemos que se halla en plena
vigencia la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes. Convención que fue firmada y ratificada
por los Estados Unidos.
Aunque también es importante recordar que
Washington no firmó y —en consecuencia— no refrendó el Protocolo Facultativo
relacionado con la mencionada convención. El objetivo de este Protocolo es establecer un sistema
de visitas periódicas a cargo de órganos internacionales y nacionales
independientes a los lugares en que se encuentren personas privadas de su
libertad, con el fin de prevenir la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes.
De modo
que este país no permite la inspección de sus cárceles o lugares de reclusión.
Los
Estados Unidos son uno de los países que menos convenciones, tratados y
acuerdos internacionales han suscripto y/o ratificado. Si se tratara de hablar
de estados parias, como le agrada mencionar a la
Casa Blanca , los Estados Unidos serían uno
de ellos.
Otro de
los acuerdos internacionales respecto del cual Washington se puso al margen, es
el establecido por el Estatuto de Roma que dio lugar a la Corte Penal
Internacional; cuya jurisdicción los Estados Unidos —luego de intentar
infructuosamente subordinarla al Consejo de Seguridad de la ONU , donde tiene derecho al
veto— no ha reconocido.
Y no solo no ha reconocido, sino
que el 2 de agosto de 2002, el Congreso de este país aprobó la denominada Ley de
Protección del Personal de Servicio Estadounidense, con el claro objetivo de debilitar a la Corte Penal Internacional. Esta
ley prohíbe a los gobiernos y a los organismos federales, estatales y locales
estadounidenses (incluidos los tribunales y los organismos encargados de hacer
cumplir la ley) la asistencia a la
Corte. En consecuencia, se prohíbe la extradición de
cualquier persona de los Estados Unidos a la Corte y se prohíbe a los agentes del Tribunal
llevar a cabo investigaciones en los Estados Unidos.
Según la óptica
imperial de Washington los Tribunales Internacionales son para juzgar a los
líderes de los países miembros del llamado “eje del mal”, como ocurrió con el
gobernante Slobodan Milosevic y varios dirigentes serbios, a quienes el Consejo
de Seguridad —a instancias de los Estados Unidos— les creó un tribunal especial
denominado Tribunal Penal Internacional
para la ex Yugoslavia, presidido por el estadounidense Theodor Meron.
Este tribunal juzgó y condenó a Milosevic y otros dirigentes, pero no
dijo ni una palabra sobre la brutal agresión de la OTAN contra la población
civil de Serbia masacrada por la aviación atlantista.
El entonces
presidente William Clinton, responsable de estos ataques, por estos días está
muy alegre sacándose fotos con candidatos a presidentes de la Argentina y su
secretaria de Estado, Madeleine Albright, hasta hace unos días hacía lobby para
los buitres encabezados por el señor Paul Singer.
Regresando al
tema central de nuestro análisis, cuando señalábamos que la represión y la
tortura en América latina tenían dos vertientes —que se entrelazan—; esto es,
la “escuela francesa” y la estadounidense “Escuela de las Américas”, omitimos
mencionar a un tercer protagonista de estos crueles métodos.
Nuevamente recurrimos al periódico El Mundo de Madrid, que en su edición
del miércoles pasado tituló: “La CIA se basó en leyes
israelíes para justificar la tortura”.
“Los abogados de la CIA —señala el diario español,
parafraseando a un periódico israelí— utilizaron los dictámenes del Tribunal
Supremo de Israel para justificar el uso de la tortura en los interrogatorios,
reveló hoy miércoles el diario israelí Haaretz”.
"En el borrador del memorándum
preparado por el Consejo General de la
CIA , el «ejemplo israelí» fue citado como justificación posible
de que la tortura era necesaria para prevenir un daño inminente”, puntualiza El Mundo de Madrid.
En 1996, la Corte Suprema del
Estado de Israel autorizó el uso de "fuerza física moderada" contra
sospechosos de terrorismo. En marzo de 1998, la tortura fue legalizada y dos
meses después el Comité contra la
Tortura de la
ONU condenó a Israel.
Yuri Guindar, dirigente de Betselem,
aseguraba entonces que el Servicio General de Seguridad (el Sinh Beth),
aplicaba la tortura en los interrogatorios a entre mil y mil 500 palestinos por
año. Betselem, organización humanitaria israelí, exige la derogación, no solo
de la tortura, sino también del decreto que impide a los detenidos el recurso
de un abogado.
En un fragmento de su declaración en una
audiencia del Senado Federal de Brasil, la actual presidenta Dilma Rousseff
manifestó: “Estoy orgullosa de haber mentido. Mentir bajo tortura no es fácil.
Frente a la tortura, una persona con dignidad miente. Soportar la tortura es
muy difícil. El dolor es insoportable, no se pueden imaginar cómo. Estoy
orgullosa de haber mentido, porque salvé a mis camaradas de la misma tortura y
de la muerte”.
Este tema de la tortura y del Senado
estadounidense, no solo cuestiona a la
CIA , también pone en evidencia a los golpistas
latinoamericanos de ayer y de hoy. Ayer con armas y hoy con medios masivos de
manipulación y fraude informativo.