LA TORTURA, UNA PRACTICA TRADICIONAL DE LA CIA

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com

Esta semana se conoció el informe del Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos sobre las diferentes “técnicas de interrogación” —torturas en buen romance— utilizadas por la Agencia Central de Inteligencia (tristemente conocida como la CIA) tras los atentados del 11 de setiembre de 2001.



“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión emitida en “Hipótesis” el sábado 13 de diciembre de 2014.


Este informe —que muchos congresistas trataron de ocultar— desnudó y condenó duramente las prácticas de la CIA, acusando a este organismo de inteligencia de torturar a presuntos terroristas y de mentir a los ciudadanos estadounidenses.

Luego de cinco años de debate, se llegó a la conclusión que el tratamiento de los detenidos en cárceles “secretas” regenteadas por la CIA en países de Europa y de Asia, fue muchísimo peor de lo que el gobierno dijo al Congreso y al público de los Estados Unidos.

Entre las aberrantes prácticas utilizadas por la CIA —describe el informe—, los detenidos fueron privados del sueño, golpeados y arrojados contra las paredes, confinados en pequeñas celdas, aislados durante largos períodos y amenazados de muerte.

También se señala que por lo menos tres detenidos sufrieron la táctica de ahogamiento simulado conocida como “el submarino”. Al tiempo que muchos de los prisioneros desarrollaron problemas psicológicos.

En otro pasaje del informe se destaca que al menos cinco personas detenidas por la CIA recibieron “rehidratación rectal”, en tanto que otros cautivos fueron sometidos a “baños de hielo” y amenazas de muerte a su persona y a sus familiares. En algunos casos se les advirtió a los detenidos que sus madres o esposas serían abusadas sexualmente.

El listado de horrores es interminable. Lo ahorraremos tanto para no herir más la sensibilidad de los oyentes, como por la absoluta similitud que estas monstruosas prácticas tienen con las aplicadas por las dictaduras argentinas, especialmente la última dictadura corporativo-militar.

Que se trate de las mismas perversiones no es fruto de la casualidad. Tanto la “escuela francesa” —y sus métodos experimentados en Indochina y Argelia—, como los manuales de la macabramente célebre Escuela de las Américas, donde se “instruyeron” decenas de miles de militares de América latina en la aplicación del terror, estuvieron entre las principales responsables de la implantación de la tortura y las desapariciones, como métodos funcionales a la Doctrina de la Seguridad Nacional. Doctrina que, a su vez, fue imprescindible para la implementación de las políticas neoliberales.

Liberales que “achicaban el Estado”, como una forma de expropiación de los bienes colectivos de la ciudadanía, pero lo agigantaban con el propósito de lograr esa expropiación mediante el terrorismo proveniente de ese Estado.

Las víctimas del terrorismo de la CIA, que ahora el Congreso estadounidense pone de relieve, son las mismas víctimas que durante décadas en Nuestra América fueron torturadas por las sucesivas dictaduras prohijadas por los gobiernos de los Estados Unidos, con la activa participación de la Agencia Central de Inteligencia.

No caben dudas que este tipo de informes, descarnados, autocríticos, son altamente positivos. Lo son, en primerísimo lugar, porque permiten entrever las entrañas del monstruo como señalara —en su momento— el apóstol cubano José Martí.

Algunos se preguntarán acerca de las motivaciones profundas de tales autocríticas. Y muchos, incluso, pretenderán ver en estas actitudes la esencia misma de la democracia, la valentía de los representantes de la ciudadanía estadounidense en transparentar tales aberraciones.

“No es casualidad —señala El Mundo de Madrid— que el informe sobre las torturas de la CIA (otras agencias de espionaje estadounidenses han hecho lo mismo o cosas peores, pero la CIA siempre viene bien como pato fácil, además de culpable, para silenciar lo que hacen las demás) haya sido iniciativa de un Comité de Espionaje, el del Senado, que todavía —cuestión de días— tiene mayoría demócrata. Un comité republicano, como el que se estrenará en enero, no lo habría permitido y, por supuesto, habría limado muchas de las críticas incluidas en ese informe en aras -no hay altar más prostituido- de la seguridad nacional”.

Esto que acabamos de leer no lo escribimos nosotros, sino el diario madrileño, que no es de izquierda precisamente.

El analista de política internacional de la CNN, Fareed Zakaría expresó textualmente "lo peor de todo es que la CIA parece haber actuado como un robot sin control superior".

Y aquí está el límite de la mentada transparencia. Esta es la versión perfecta para que, desde el ex presidente Bush hijo hasta sus últimos responsables de la seguridad, se laven las manos y eludan cualquier posibilidad de enjuiciamiento por violar el derecho internacional.

Recordemos que se halla en plena vigencia la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes. Convención que fue firmada y ratificada por los Estados Unidos.

Aunque también es importante recordar que Washington no firmó y —en consecuencia— no refrendó el Protocolo Facultativo relacionado con la mencionada convención. El objetivo de este Protocolo es establecer un sistema de visitas periódicas a cargo de órganos internacionales y nacionales independientes a los lugares en que se encuentren personas privadas de su libertad, con el fin de prevenir la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

De modo que este país no permite la inspección de sus cárceles o lugares de reclusión.

Los Estados Unidos son uno de los países que menos convenciones, tratados y acuerdos internacionales han suscripto y/o ratificado. Si se tratara de hablar de estados parias, como le agrada mencionar a la Casa Blanca, los Estados Unidos serían uno de ellos.

Otro de los acuerdos internacionales respecto del cual Washington se puso al margen, es el establecido por el Estatuto de Roma que dio lugar a la Corte Penal Internacional; cuya jurisdicción los Estados Unidos —luego de intentar infructuosamente subordinarla al Consejo de Seguridad de la ONU, donde tiene derecho al veto— no ha reconocido.

Y no solo no ha reconocido, sino que el 2 de agosto de 2002, el Congreso de este país aprobó la denominada Ley de Protección del Personal de Servicio Estadounidense, con el claro objetivo de debilitar a la Corte Penal Internacional. Esta ley prohíbe a los gobiernos y a los organismos federales, estatales y locales estadounidenses (incluidos los tribunales y los organismos encargados de hacer cumplir la ley) la asistencia a la Corte. En consecuencia, se prohíbe la extradición de cualquier persona de los Estados Unidos a la Corte y se prohíbe a los agentes del Tribunal llevar a cabo investigaciones en los Estados Unidos.

Según la óptica imperial de Washington los Tribunales Internacionales son para juzgar a los líderes de los países miembros del llamado “eje del mal”, como ocurrió con el gobernante Slobodan Milosevic y varios dirigentes serbios, a quienes el Consejo de Seguridad —a instancias de los Estados Unidos— les creó un tribunal especial denominado Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, presidido por el estadounidense Theodor Meron.

Este tribunal juzgó y condenó a Milosevic y otros dirigentes, pero no dijo ni una palabra sobre la brutal agresión de la OTAN contra la población civil de Serbia masacrada por la aviación atlantista.

El entonces presidente William Clinton, responsable de estos ataques, por estos días está muy alegre sacándose fotos con candidatos a presidentes de la Argentina y su secretaria de Estado, Madeleine Albright, hasta hace unos días hacía lobby para los buitres encabezados por el señor Paul Singer.

Regresando al tema central de nuestro análisis, cuando señalábamos que la represión y la tortura en América latina tenían dos vertientes —que se entrelazan—; esto es, la “escuela francesa” y la estadounidense “Escuela de las Américas”, omitimos mencionar a un tercer protagonista de estos crueles métodos.

Nuevamente recurrimos al periódico El Mundo de Madrid, que en su edición del miércoles pasado tituló: “La CIA se basó en leyes israelíes para justificar la tortura”.

“Los abogados de la CIA —señala el diario español, parafraseando a un periódico israelí— utilizaron los dictámenes del Tribunal Supremo de Israel para justificar el uso de la tortura en los interrogatorios, reveló hoy miércoles el diario israelí Haaretz”.

 "En el borrador del memorándum preparado por el Consejo General de la CIA, el «ejemplo israelí» fue citado como justificación posible de que la tortura era necesaria para prevenir un daño inminente”, puntualiza El Mundo de Madrid.

En 1996, la Corte Suprema del Estado de Israel autorizó el uso de "fuerza física moderada" contra sospechosos de terrorismo. En marzo de 1998, la tortura fue legalizada y dos meses después el Comité contra la Tortura de la ONU condenó a Israel.

Yuri Guindar, dirigente de Betselem, aseguraba entonces que el Servicio General de Seguridad (el Sinh Beth), aplicaba la tortura en los interrogatorios a entre mil y mil 500 palestinos por año. Betselem, organización humanitaria israelí, exige la derogación, no solo de la tortura, sino también del decreto que impide a los detenidos el recurso de un abogado.

En un fragmento de su declaración en una audiencia del Senado Federal de Brasil, la actual presidenta Dilma Rousseff manifestó: “Estoy orgullosa de haber mentido. Mentir bajo tortura no es fácil. Frente a la tortura, una persona con dignidad miente. Soportar la tortura es muy difícil. El dolor es insoportable, no se pueden imaginar cómo. Estoy orgullosa de haber mentido, porque salvé a mis camaradas de la misma tortura y de la muerte”.

Este tema de la tortura y del Senado estadounidense, no solo cuestiona a la CIA, también pone en evidencia a los golpistas latinoamericanos de ayer y de hoy. Ayer con armas y hoy con medios masivos de manipulación y fraude informativo.