ELECCIONES EN GRECIA

Por Miguel Angel Ferrari

Dos días antes de expirar el año 2014 el primer ministro griego, Antonis Samaras, convocó a elecciones legislativas anticipadas para el próximo 25 de enero. Esta convocatoria fue inevitable tras el fracaso de la elección presidencial. Recordemos que Grecia es una democracia parlamentaria; vale decir que el presidente de la República no es elegido por el voto directo de los ciudadanos, sino por el Parlamento.


“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 17 de enero de 2015 (segunda parte).


Después de tres rondas de votación, Stavros Dimas el único candidato propuesto, perteneciente al derechista partido Nueva Democracia del primer ministro Samaras, no alcanzó los 180 votos necesarios para obtener la jefatura del Estado. De acuerdo a la Constitución griega, esta situación da lugar a un procedimiento que lleva a la disolución del Parlamento.

Desde el anuncio de estas elecciones, la posibilidad de que Sýriza —liderada por Alexis Tsipras— salga victoriosa en las urnas y forme gobierno ha sido presentada por los medios de manipulación masiva de la opinión pública como una amenaza para la sociedad griega y particularmente para la eurozona.

Sýriza es una formación política surgida de una coalición formada una amplia gama de organizaciones de izquierda, como así también de ciudadanos independientes.

Con 71 escaños, Sýriza es el principal partido de la oposición en Grecia, aunque en las elecciones al parlamento europeo de 2014 fue el partido más votado del país.

Según todos los sondeos de opinión griegos disponibles, Sýriza sería la fuerza política más votada para estas elecciones anticipadas.

A diferencia de lo ocurrido en 2012, cuando el derechista partido Nueva Democracia y el socialdemócrata PASOK, lograron una coalición que les permitió formar gobierno, con Samaras como primer ministro; en esta oportunidad resultará muy difícil reunir los escaños de hace tres años atrás, porque los socialdemócratas se hallan totalmente devaluados y ahora divididos. El ex primer ministro Giorgios Papandreu ha creado su propio partido, el Movimiento por el Cambio, también de orientación socialdemócrata, pero refractario a una alianza con Nueva Democracia.

Todo indica que, de ganar Sýriza, podría establecer un acuerdo con los comunistas, logrando de este modo formar gobierno.

Retomando el análisis sobre el rol de los medios de prensa internacionales, digamos que cuando señalan que Sýriza se apartaría de la zona euro y/o suspendería el pago de la deuda externa, mienten con descaro; puesto que los izquierdistas de Tsipras proponen una renegociación de la deuda a escala europea y desean que Grecia permanezca en la eurozona.

Pero ello no supone —ni mucho menos— una continuidad con las políticas neoliberales llevadas adelante hasta el presente. Sýriza se compromete a poner fin a las medidas de austeridad, profundamente injustas y disgregadoras de la sociedad griega, implementadas por los anteriores gobiernos y la Troika, compuesta por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea (el órgano ejecutivo de la Unión Europea) y el Fondo Monetario Internacional.

Esta campaña sobre las supuestas amenazas que representa Sýriza —atizada por la canciller alemana Angela Merkel— se propone intimidar al electorado griego con el propósito de que sigan aceptando el actual estado de cosas, renunciando a su legítimo derecho a motorizar los cambios necesarios para salirse del modelo del ajuste que ya ha hecho terribles estragos en la sociedad helena.

Asimismo, pretende lograr que una parte de la opinión pública europea se sitúe en contra de la coalición de izquierda radical griega, con la intención de evitar que este triunfo antineoliberal provoque imitaciones en otros países de la Europa meridional, especialmente en el caso de España, donde “Podemos” tiene serias posibilidades de ganar las elecciones del próximo otoño boreal.

Un breve repaso de la situación que se vive en Grecia, nos permitirá comprender el verdadero trasfondo de esta crisis política.

Empecemos por la deuda externa.

La deuda griega, que representaba el 113 por ciento del PIB en 2009 (antes del estallido de la crisis en el país y la intervención de la Troika), pasó al 175 por ciento del PIB en 2014. En consecuencia, la intervención de la Troika ha elevado la deuda griega en casi un 55 por ciento.

Desde 2010 y hasta 2012 los préstamos concedidos por la Troika a Grecia se destinaron en gran medida al reembolso a los acreedores. Esto es, los bancos comerciales de las principales economías de la Unión Europea, comenzando por las entidades alemanas y francesas. En definitiva a quienes provocaron la crisis con sus préstamos irresponsables, aceptados por los gobiernos griegos corruptos y aprobados por las calificadoras de riesgo. Un perverso disparate.

Estos créditos impuestos por la Troika a Grecia, tuvieron como contrapartida —tal como ocurrió en nuestro país durante la satrapía de Carlos Menem— una política de brutal ajuste, de recortes de los beneficios sociales (particularmente penosos para los sectores más vulnerables de la sociedad) y las típicas privatizaciones neoliberales.

Las privatizaciones, esa nueva forma de apropiación capitalista por desposesión —tal como lo plantea el teórico marxista británico David Harvey—. La nueva forma que adopta la apropiación originaria planteada por Marx, que —ahora— en los tiempos del comienzo de la decadencia del capitalismo, adquiere la forma de apropiación permanente.

Cuando hablamos de decadencia o senilidad del capitalismo, es obvio que no estamos hablando de su colapso mañana por la mañana, sino del declive de la tasa de ganancia de los grandes capitales y la consiguiente violencia social desatada por las clases dominantes. Violencia social que en estas últimas décadas ha escalado al terreno decididamente militar. Al terreno de las invasiones neocoloniales. Al terreno de la barbarie, recordando aquellas palabras de Rosa Luxemburgo.

La barbarie neoliberal está haciendo estragos entre la población griega. Muchos oyentes recordarán que hasta se apeló al consumo de alimentos vencidos para los sectores más desprotegidos. Ni hablar de la falta de medicamentos o de camas en los hospitales, reducidos al mínimo por las políticas de ajuste.

Hoy Grecia tiene una tasa de desocupación que supera el 27 por ciento de la población activa. Un 50 por ciento de desempleo entre los jóvenes. La mitad de la población por debajo de la línea de la pobreza. Un déficit de 16 mil millones de euros, el 8,7 por ciento del PIB. Han proliferado los ciudadanos sin techo, sin seguridad social, sin calefacción en este invierno europeo; y el inminente riesgo de que miles de viviendas pasen a manos de los bancos, al concluir la moratoria antidesalojos.

Frente a este estado de cosas Alexis Tsipras, el máximo referente de Sýriza, en el acto de apertura de campaña del pasado 4 de enero, delineó los puntos de su programa electoral, centrado en la recuperación económica y —sobre todo— en el fin de la austeridad. Afirmando que pedirá “con realismo” a los socios europeos y los acreedores una quita de la mayor parte de la deuda, “que resulta imposible de pagar”, mediante mecanismos colectivos europeos, mientras que el resto “será pagada con crecimiento”. Al estilo de aquellas palabras del ex presidente Néstor Kirchner, acerca de que “los muertos no pagan”.

Por su parte, Tsipras recordó su conocida propuesta de una conferencia europea sobre la deuda, similar a la que en 1953 alivió parte de la misma a Alemania tras la guerra.

A propósito de Alemania, un conjunto de parlamentarios griegos —de distintas corrientes políticas— está estudiando las posibilidades legales con el propósito de iniciar una demanda en concepto de indemnización por la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, así como por los préstamos concedidos por el gobierno colaboracionista griego a Berlín, que nunca fueron reembolsados. Esta cifra ascendería a 54 mil millones de euros, sin contar los intereses devengados en estos setenta años.

Retomando las propuestas de Alexis Tsipras —y para finalizar— caben destacar cuatro pilares fundamentales:

  • Medidas de urgencia para socorrer a las víctimas de la crisis.
  • La recuperación económica, “con especial atención a las pymes” y con “un programa de inversiones a nivel europeo”.
  • La creación de empleo en tres fases.
  • Y un programa de Reformas del Estado y la Administración “para terminar con un Estado clientelista” y con la corrupción, entre otras lacras.

No queremos cerrar este comentario, sin antes mencionar el profundo daño que los atentados de París y la cínica campaña de los gobiernos europeos, pueden producir en un resultado progresista de las elecciones del domino 25 de enero en Grecia.

“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, decía Simone de Beauvoir.

Los grupos dominantes europeos, con eje en Berlín, se han dado a la tarea de convertir en cómplices a muchos ciudadanos griegos atemorizados por la apocalíptica prédica hegemónica.

Esperemos que en la golpeada ciudadanía griega prime la memoria histórica y la conciencia de la necesidad de defender plenamente sus derechos.