ROMPER EL ESLABON ARGENTINO

Por Miguel Angel Ferrari

Hoy hubiéramos preferido hablar nuevamente de las elecciones anticipadas en Grecia, que tendrán lugar mañana domingo. Todas las encuestas dan como favorita a Sýriza, la formación política de izquierda que se propone terminar con el perverso ajuste impuesto por la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) y negociar la deuda externa con un criterio pragmático, proponiendo quitas y el escalonamiento de las amortizaciones de lo que quede de la deuda, acordes con el futuro crecimiento económico.



“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión, emitida en “Hipótesis” el sábado 24 de enero de 2015.


El muy probable resultado de estos comicios, podría tener un efecto dominó en varios países europeos sumidos en una profunda crisis socio-económica, con gobiernos de derecha que en lugar de remediar esta crisis con ampliación del mercado interno, aplican el veneno neoliberal con el fin de expropiar los bienes del Estado; esto es, los bienes del conjunto de la sociedad griega.

Pero, la situación creada en la Argentina con el violento fallecimiento del fiscal Alberto Nisman, ha llevado a nuestro país al primer plano informativo del mundo, convirtiendo este terrible hecho en un tema de política internacional.

Era de público conocimiento que el fiscal de la causa AMIA, gozaba de estrechas relaciones con la Embajada de los Estados Unidos, particularmente con agentes de la Agencia Central de Inteligencia de este país norteamericano.

No hace falta recordar que a poco de producirse el atentado terrorista —el 18 de julio de 1994— que costó la vida de 85 ciudadanos argentinos, tanto Washington como Tel Aviv operaron para “coordinar”, con el entonces presidente Carlos Saúl Menem, a quienes se debía sindicar como responsables de este brutal crimen.

Desde un primer momento, las 85 víctimas fueron colocadas en un segundo lugar, anteponiendo los propósitos geopolíticos estadounidenses e israelíes, que —en ese momento— eran culpabilizar a la República Islámica de Irán. Estos objetivos de política internacional resultaron absolutamente funcionales a los intereses de Carlos Menem, puesto que desdibujaba la “pista siria”, como muy bien lo describiera Luis Saavedra en su comentario de la semana pasada en Hipótesis; pista que —como sabemos— complicaba al ex presidente.

También beneficiaba a los partícipes locales. Imposible pensar en un atentado de esas características sin la colaboración de personas de nacionalidad argentina.

No entraremos en la descripción y/o el análisis del encubrimiento en esta causa, que tuvo como protagonistas desde el propio Juez Juan José Galeano hasta algunos agentes argentinos, tanto de inteligencia como integrantes de las fuerzas de seguridad.

Para muestra solo un botón:

El primer Jefe de la Policía Metropolitana, Jorge Alberto “Fino” Palacios —designado por el ingeniero Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires— que antes de esta designación revistó como Jefe de la División Operaciones Federales de la Superintendencia de Drogas Peligrosas, más tarde del Departamento Unidad Investigación Antiterrorista (DUIA) y luego de la Dirección General de Terrorismo Internacional y Delitos Complejos; realizaba escuchas ilegales a familiares de víctimas del atentado a la AMIA.

Recordemos que “El Fino” Palacios se encuentra procesado por escuchas ilegales, en una misma causa con el Ingeniero Mauricio Macri, ante el Juzgado Federal del Dr. Sebastián Casanello.

No entraremos en el análisis de estos casos, porque en esta columna nos interesa abordar el rol de gobiernos, dirigentes políticos y medios de prensa de los países llamados centrales; particularmente de los Estados Unidos.

Con matices que van desde el pedido de una “investigación completa e imparcial” del caso Nisman, realizado por el Departamento de Estado estadounidense; hasta la provocación lanzada por el periódico conservador The Washington Times, tras señalar (textual) que "La Argentina ha sufrido un proceso de chavización bajo la presidencia de Kirchner”; todas las expresiones vertidas en el país del norte tienen el común denominador de una actitud ingerencista en nuestra política nacional.

El Departamento de Estado —a través de su vocera Jen Psaki— expresó: “Estados Unidos y la comunidad internacional continúan trabajando con el gobierno argentino y con las víctimas del atentado a la AMIA, en la búsqueda de justicia”, para luego agregar que Alberto Nisman “de forma valiente dedicó una gran parte de su vida profesional a descubrir a quienes perpetraron el ataque terrorista de 1994 contra un centro judío en Buenos Aires”.

Más allá del eufemismo “comunidad internacional”, siempre utilizado por Washington para caracterizar a sus incondicionales aliados, el Departamento de Estado realiza una caracterización del fiscal Nisman abiertamente sesgada. Desmentida en el día de ayer por el comunicado de prensa de “Memoria Activa” (entidad que nuclea a familiares de las víctimas del atentado a la AMIA) en este párrafo que citamos textualmente:

“Estamos indignados. Indignados porque han usado la causa AMIA, quedando Memoria Activa en medio de una operación política...
Queda claro, a NADIE le importan las víctimas. Esto incluye al fiscal Nisman, por no haber aportado a la causa AMIA absolutamente nada; por haber obstaculizado la causa encubrimiento; por haber obrado en su propio beneficio e interés; por no haber representado jamás a las víctimas y a sus familiares; y por haber servido a intereses ajenos a la causa (información en Wikileaks)”, (cierra comillas).

Por su parte, uno de los diarios más influyentes de los Estados Unidos y de occidente —The New York Times—, publicó en su edición del pasado miércoles una nota editorial titulada “Sospechosa muerte en la Argentina”.

“La mejor esperanza para conocer lo que pasó en el atentado de la AMIA —señala la nota editorial del periódico neoyorquino— es que un equipo internacional de juristas" revise la evidencia recopilada.

¿Es posible que el editorialista estadounidense desconozca las gestiones realizadas por los Estados Unidos y el Estado de Israel, para coordinar con el gobierno argentino allá por 1994 un relato que cierre con los objetivos geopolíticos de ambos países, dejando de lado la búsqueda de los responsables?

Hay dos posibilidades: o se trata de ingenuidad (impensable en un editorialista de ese nivel) o —simplemente— se trata de una propuesta cínica destinada a lograr un abierto intervencionismo por parte de la potencia hegemónica (con lo que le quede de hegemonía).

Un detalle menor, pero no por ello soslayable, tiene que ver con la desinformación del escriba cuando señala que la presidenta argentina (textual) "una mujer agresiva contra la prensa y contra sus adversarios", habló de suicidio. Otro que se comió los signos de interrogación de la primera carta…

Como decíamos al comienzo de esta columna, uno de los medios que más descaradamente se expresó respecto del lamentable caso que nos ocupa, fue el periódico ultraderechista The Washington Times. Además de la muletilla —supuestamente descalificadora— de “chavista” aplicada al gobierno de nuestro país, el diario capitalino remarcó que el de la Argentina “se está convirtiendo en un régimen autoritario dentro de una frágil democracia, con una ideología muy anti estadounidense".

Es por ello que el columnista Luis Fleischman plantea en este diario que "las naciones occidentales deben sancionar y aislar a los líderes argentinos".

Este columnista es asesor senior del Proyecto Menges de Seguridad Hemisférica, entidad paraoficial dada a la tarea —entre otras— de desestabilizar a la República Bolivariana de Venezuela.

Por su parte, todos y cada uno de los congresistas estadounidenses relacionados con la mafia de Miami, tales como el demócrata Robert Menéndez y la republicana Ileana Ros-Lehtinen, también se han expresado en términos intervencionistas respecto de nuestro país.

Si bien nunca tuvimos dudas acerca de la toma de partido por parte de instituciones y medios estadounidenses, estas manifestaciones ratifican el profundo interés de Washington en romper el eslabón argentino tanto en el Mercosur, en la Unasur, como en la Celac.

La Argentina, luego de Brasil, es el país de más peso en este proceso de integración de la Patria Grande.

Que el gobierno argentino cargue con la muerte del fiscal Nisman, es una buena forma de contribuir a romper este eslabón.

No será la primera vez que el imperio recurra a una mentira para lanzar un plan de acción que preserve sus intereses geopolíticos.

La explosión del “Maine” en el puerto de La Habana en 1898; el mentido ataque a los Estados Unidos en el golfo de Tonkin, en Vietnam, en los sesenta; y la patraña de “las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein”, nos relevan de mayores comentarios.