EL PATIO TRASERO


Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com 


Es evidente que el gobierno de los Estados Unidos —y fundamentalmente quienes detentan el poder real en ese país— están redefiniendo su política respecto de nuestro continente.

Luego de casi dos décadas de centrar, casi exclusivamente, su interés en el Medio Oriente, con la excepción de la brutal agresión desatada por el presidente William Clinton sobre la ex Yugoslavia en 1999, Washington ha levantado la vista tanto hacia el oriente, como hacia el sur del río Bravo.



“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión emitida en “Hipótesis” el domingo 1 de marzo de 2015.


Ya lo hemos dicho en reiteradas oportunidades aquí en “Hipótesis”, que esta corrección en la puntería tiene que ver con las ideas que sustenta el politólogo polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski, quien en todo momento ha señalado que el enemigo estratégico de los Estados Unidos no se encuentra entre los países musulmanes, sino que —claramente— lo corporizan la República Popular China y la Federación Rusa.

Las conversaciones con Irán tendientes a un entendimiento, luego de varias décadas de enfrentamiento, desde los tiempos del ayatola Jomeini hasta nuestro días; y el respaldo a los fascistas de Ucrania en su golpe de Estado, no hacen más que ratificar este cambio de rumbo.

En este marco, la Casa Blanca ha tomado nota del incesante avance de China y Rusia en nuestro continente.

Este avance es de carácter integral. Es económico, financiero, comercial, tecnológico, cultural y digamos que —en cierta medida— también lo es en el plano militar, particularmente en el aprovisionamiento de material bélico.

Esta presencia “extracontinental” como le agrada decir a Washington, expresión que todavía está plasmada en la letra muerta del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R.), desconocido por los propios Estados Unidos durante la Guerra de Malvinas… esta presencia extracontinental —decíamos— adquiere uno de sus puntos culminantes en la actual construcción de un nuevo canal interoceánico en territorio de la República de Nicaragua, con capitales y tecnología chinas, cuyo costo se estima en 50 mil millones de dólares.

Desde el punto de vista de su capacidad, este nuevo canal supera ampliamente al de Panamá, aún considerando la ampliación que en estos momentos se está llevando a cabo.

La profundidad del canal de Panamá, luego de la ampliación, será de algo más de 44 pies. En tanto que la del canal de Nicaragua, se estima que estará entre los 87 y los 98 pies; más del doble.

Respecto del ancho de ambos canales, debemos decir que el de Panamá tendrá entre 90 y 300 metros, según el tramo; en tanto que el de Nicaragua presentará según —cada sector— entre 230 y 520 metros; casi el doble.

Ante semejante obra, es ocioso hablar del enorme valor geoestratégico de este faraónico emprendimiento.

Pero no se trata de un unilateral movimiento de piezas en el tablero geopolítico por parte del gobierno chino, en este mundo que se ha tornado multipolar. Se trata de una relación biunívoca, donde los gobiernos y los pueblos de una parte importante de nuestra América, han diseñado políticas de integración sur-sur, a partir del fortalecimiento de sus instituciones regionales, tales como el Mercosur, la Unasur y la Celac.

Todo ello supone para los Estados Unidos la imperiosa necesidad de retornar al descuidado “patio trasero”.

En abril de 2011, Washington logra la creación de la Alianza del Pacífico, integrada por Chile, México, Colombia y Perú. Esta alianza es una iniciativa de integración bajo los postulados neoliberales, derrotados en la cumbre de Mar del Plata, de 2005, donde se sepultó al ALCA.
El imperio no solo se esfuerza en resucitar al ALCA —o como se llame—, a través de los llamados Tratados de Libre Comercio o de la mencionada Alianza del Pacífico, sino que ahora está desplegando todos los esfuerzos posibles para quebrar la espina dorsal atlántica de los pueblos que han comenzado a transitar por el camino de la soberanía política y económica.

El golpe suave, blando o continuo, que está soportando la hermana República Bolivariana de Venezuela —que venimos tratando sostenidamente desde “Hipótesis”— es una clara muestra de ello. La descarada política intervencionista del Departamento de Estado en los asuntos internos de Venezuela, está colmando todos los límites.

La República Federativa del Brasil, con sus particularidades, se ha convertido en otro de los países donde Washington y sus laderos vernáculos están implementando el llamado golpe suave.

Erick Bretas, director de Medios Digitales del conglomerado O Globo, anunció públicamente que concurrirá el 15 de marzo, en Río, a una manifestación de la oposición con el propósito de pedir el “impeachment” (procesamiento o juicio político) de la presidenta Dilma Rousseff.

En nuestro país, la utilización del fiscal Nisman —tanto en vida como después de muerto— para deteriorar la institución presidencial, ha sido, es y será motivo de análisis de mis colegas, de modo que ello me releva de mayores comentarios.

Una última reflexión.

Organizaciones de docentes mexicanos denunciaron el pasado jueves la desaparición de doce de sus compañeros y la violación de cuatro mujeres, tras el enfrentamiento que protagonizaron el martes con la policía en el puerto de Acapulco, en el que murió una persona y una docena más resultó herida.

Estas desapariciones se suman a las de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, producidas el 26 de setiembre del año pasado.

Pensemos un solo momento… ¿qué habrían dicho el Departamento de Estado de los Estados Unidos y los medios de manipulación masiva de la opinión pública; de sus gobiernos, si estas desapariciones se hubieran producido en Venezuela, Brasil o la Argentina?

Pero como las clases gobernantes de México son dóciles socios de Washington en el marco del NAFTA —el Tratado de Libre Comercio de América del Norte—, no tiene mayor importancia el estrecho entrelazamiento entre los gobernantes y las diversas redes de narcotraficantes, ambos responsables del terrorismo reinante.

Que el viernes haya sido capturado el capo narco Servando “La Tuta” Gómez, líder de los denominados “Caballeros Templarios”, por las fuerzas de seguridad mexicanas, no modifica en nada esta situación endémica de maridaje narco-estatal.

La Argentina, Brasil y Venezuela —artífices de la derrota estadounidense en Mar del Plata, con el ALCA—, tres pilares en este proceso popular de integración regional, están recibiendo el castigo del imperio por tamaña desobediencia.

El castigo, particularmente el económico, está destinado especialmente a los pueblos, a los que pretenden —de este modo— escindirlos de los gobiernos que libre y democráticamente eligieron.

En este día de asunción del nuevo presidente del Uruguay, recordemos aquellas palabras del general José Gervasio Artigas: “no vendré el rico patrimonio de los orientales, al bajo precio de la necesidad”.