EN MOSCU SE AFIANZO UN BLOQUE MILITAR EUROASIATICO

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com

El pasado miércoles, el derechista primer ministro japonés Shinzo Abe pronunció un histórico discurso ante las dos cámaras del Congreso estadounidense.


Las agencias de noticias de occidente enfatizaron en su "profundo arrepentimiento" sobre el papel de Japón en la Segunda Guerra Mundial. También mencionaron su breve autocrítica sobre el sufrimiento de los pueblos por el comportamiento de su país en el conflicto bélico. Expresión con la que el premier nipón pretendió englobar, sin mencionarlas, a las 200 mil mujeres —en su mayoría coreanas— que fueron obligadas a prostituirse para satisfacción de las tropas del Imperio del Sol Naciente.


“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 2 de mayo de 2015.


Con toda la importancia que estas cuestiones revisten, hay un aspecto sumamente grave al que el tratamiento periodístico no le atribuyó el real valor que posee.

Shinzo Abe —en Washington— señaló ante el Parlamento estadounidense: "Ahora mantenemos alta una nueva bandera de una «contribución proactiva a la paz, basada en el principio de la cooperación internacional»". Esto lo dijo un día después de que él y el presidente Barack Obama plantearan nuevas directrices a las fuerzas armadas japonesas, para apoyar operaciones más allá de sus aguas jurisdiccionales.

La “nueva bandera” a la que alude el primer Ministro japonés, no es otra que la modificación del artículo 9º de la Constitución, aprobada el 3 de mayo de 1947 —menos de dos años después de la finalización de la Segunda Guerra—, cuyo texto es el siguiente: “Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del estado no será reconocido”.

Pero cabe recordar que el gobierno de Japón aprobó el 1º de julio del año pasado, en medio de fuertes protestas ciudadanas, una reinterpretación del mencionado artículo 9º, que cambia rotundamente su contenido. Solo podrá quedar en firme esta reformulación cuando el Parlamento la apruebe, tratamiento que está previsto para mediados de este año.

Washington ejerce una fuerte presión para que ello ocurra, circunstancia que le permitiría a Japón —su más importante aliado en el extremo oriente— acompañar las aventuras bélicas que el Pentágono viene multiplicando por todo el orbe.

Como hemos señalado, el premier japonés —con delicadeza oriental— caracterizó a su actitud de sumarse a las campañas intervencionistas de los Estados Unidos y la OTAN como una “contribución proactiva a la paz, basada en el principio de la cooperación internacional”.

Este cambio radical de Tokio en materia de política militar, es parte de la nueva orientación que el gobierno de los Estados Unidos ha implementado a partir de establecer que uno de sus potenciales enemigos principales es la República Popular China.

Y, decimos “uno de sus enemigos” porque el otro es la Federación Rusa. A los que se suman enemigos de segundo orden, en consonancia —como lo hemos anticipado en Hipótesis— con los consejos de uno de los politólogos más destacados del imperio, como lo es el ciudadano polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski.

El pasado 16 de abril, se inició en Moscú la Cuarta Conferencia Internacional de Seguridad. Allí se debatieron las amenazas a la estabilidad mundial, en el marco de un clima de tensiones entre Rusia y la OTAN, inexistente en los peores momentos de la Guerra Fría.

En este evento, al que asistieron funcionarios civiles y militares de más de setenta países, se le advirtió a los Estados Unidos y a la OTANque otras potencias mundiales no les permitirán actuar según su antojo”.

La posición sobre esfuerzos conjuntos entre China, India, Rusia e Irán contra la expansión de la OTAN fue aumentada con planes para negociaciones militares tripartitas entre Pekín, Moscú y Teherán.

El mito de que Rusia está internacionalmente aislada fue destruido nuevamente durante la conferencia, que también produjo algunos anuncios importantes.

El ministro de defensa de Kazajstán, Imangali Tasmagambetov y su homólogo ruso, el general Serguei Shoigu, anunciaron que había comenzado la implementación de un sistema conjunto de defensa aérea kazajo-ruso. Eso no es solo indicativo de la integración del espacio aéreo de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, sino que forma parte de una tendencia, que en este caso incluyó anuncios contra el escudo de defensa de misiles de la OTAN.

Recordemos que la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una instancia de tipo político-militar, está integrada por la Federación Rusa y las repúblicas de Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán; al tiempo que revisten en calidad de observadores: Afganistán, Serbia e Irán.

Retomando el tema de la Cuarta Conferencia Internacional de Seguridad, digamos que durante una reunión con el ministro chino de defensa, Chang Wanquan, el general ruso Shoigu subrayó que los vínculos militares de Moscú con Pekín constituyen su “prioridad más importante”. En otra reunión bilateral los jefes de la defensa de Irán y Rusia, confirmaron que su cooperación formará parte de uno de los puntos básicos de un nuevo orden multipolar. En definitiva, Moscú y Teherán armonizan cada vez más su estrategia hacia los Estados Unidos.

Después de estas reuniones se anunció que —en fecha próxima— tendrá lugar una cumbre tripartita entre Pekín, Moscú y Teherán.

Retomando el papel del politólogo Zbigniew Brzezinski, es importante destacar sus recientes declaraciones en las que advirtió a las élites de Washington sobre la necesidad de enfrentar una posible coalición eurasiática “que eventualmente podría tratar de desafiar la primacía de los Estados Unidos”. Según Brzezinski una alianza eurasiática semejante podría surgir como una “coalición china-rusa-iraní” con Pekín como su punto central.

“Para los estrategas chinos —continúa Brzezinski—, para enfrentar la coalición trilateral de los Estados Unidos, Europa y Japón, el contrabalance geopolítico más efectivo podría ser tratar de formar una triple alianza propia, vinculando China con Irán en la región del Golfo Pérsico-Medio Oriente y con Rusia en el área de la antigua Unión Soviética”.

“Al evaluar las futuras opciones de China —prosigue el politólogo polaco-estadounidense—, hay que considerar también la posibilidad de que una China económicamente exitosa y políticamente segura de sí misma (pero que se siente excluida del sistema global y decide convertirse en el defensor y líder de los Estados desvalidos del mundo) puede decidirse a plantear un desafío no solo doctrinal articulado sino también un desafío geopolítico poderoso al mundo trilateral dominante”.

En los hechos, este es el camino que están transitando los chinos. El ministro de Defensa, Wanquan, dijo directamente en la Cuarta Conferencia Internacional de Seguridad de Moscú, que se necesita un orden mundial justo.

“Una nueva «Cortina de Hierro» está siendo erigida por Washington alrededor de China, Irán, Rusia y sus aliados mediante la infraestructura de misiles de los Estados Unidos y la OTAN. La red de misiles es ofensiva y no defensiva en su propósito y motivación”, señala el analista Mahdi Darius Nazemroaya.

“El objetivo del Pentágono —prosigue— es neutralizar las posibles reacciones defensivas de Rusia y otras potencias eurasiáticas a un ataque con misiles balísticos estadounidenses, que podría incluir un primer ataque nuclear. Washington no quiere permitir que Rusia u otros tengan una capacidad de segundo ataque o, en otras palabras, tengan la capacidad de responder a un ataque del Pentágono”.

Como se podrá apreciar, la visita del premier japonés a Washington es parte de este realineamiento geopolítico, donde la puja económica, comercial y financiera, ha dado paso a una confrontación política con potenciales aristas militares.

Un imperio que en su caída —que podría durar todo el presente siglo— amenaza al conjunto del género humano.