Wolfgang Scäuble, ministro Federal de Finanzas de la República Federal Alemana. |
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La profundización de la crisis griega,
luego de la claudicación del primer ministro —supuestamente izquierdista—
Alexis Tsipras, merece varias lecturas simultáneas.
Si abordamos este tema de mayor a menor, el
aspecto principal lo constituye la revelación de un secreto a voces: el
carácter burocrático y la ausencia de democracia en la cúpula de la Unión Europea.
“Con los Ojos
del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 25 de julio de 2015.
Teóricamente, los procedimientos democráticos
establecen el respeto a la opinión y a la decisión de los ciudadanos en el
momento de elegir a sus representantes.
Ya sabemos largamente que en los gobiernos
nacionales, este pilar de la democracia no pocas veces es bastardeado por el
accionar de los grandes intereses económicos, ahora apelando a los medios
masivos de desinformación y no hace mucho tiempo a las fuerzas armadas.
En la Unión Europea es tal el peso
del poder económico-financiero, del poder fáctico, que el Parlamento Europeo
(una especie de Poder Legislativo) se haya realmente devaluado en relación al
Consejo Europeo y a la Comisión Europea
(esta última, una suerte de Poder Ejecutivo, con atribuciones legislativas).
Una verdadera estrella de esta constelación
supranacional es el Banco Central Europeo.
Según informa el sitio on line de esta
entidad bancaria, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea le asigna
un mandato claro: el mantenimiento de la estabilidad de precios. Para el
cumplimiento de sus objetivos el Tratado concede al Banco Central Europeo plena
independencia respecto “a cualquier interferencia política”. Vale decir, independencia
de la participación democrática de los ciudadanos europeos.
Como muestra de la plutocracia reinante en
estas instituciones es bueno recordar que el economista italiano Mario Draghi,
actual presidente del Banco Central Europeo, anteriormente fue director
ejecutivo del Banco Mundial y luego vicepresidente, por Europa, con cargo operativo, de Goldman Sachs, el cuarto
banco de inversión del mundo, con sede central en Nueva York, y uno de los
principales prestamistas —en su momento— del Estado griego.
Es de conocimiento público que los
corruptos gobiernos neoliberales griegos, contaron con el asesoramiento de este
banco para disfrazar —durante años— sus déficits con artificios contables. El
señor Draghi cuya principal tarea era otorgar a Grecia miles de millones en
créditos, ahora del otro lado del mostrador colabora en profundizar el ajuste,
por la “falta de disciplina y contracción al trabajo” de los habitantes de este
país.
Durante estos días, en los que se concretó
una nueva imposición de políticas de ajuste a Atenas, el rol fundamental de
esta actitud colonialista le cupo a la República Federal
Alemana, particularmente a su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble.
Este señor, “disciplinador”
del pueblo griego, debió renunciar en la Unión
Si bien no se trata de caracterizar de un
modo simplista el papel de Alemania, siendo que son sus banqueros y su clase
dominante en general los responsables de estas imposiciones y no su pueblo. Es
bueno recordar aquellas palabras de Carlos Marx… “nosotros —decía, refiriéndose
a los alemanes— compartíamos con los pueblos modernos las restauraciones, sin
compartir las revoluciones… con nuestros pastores a la cabeza, siempre nos
encontrábamos en compañía de la libertad en una sola ocasión: el día de su
entierro”. Otro aspecto no menor tiene que ver con la
claudicación del “premier” Alexis Tsipras.
En nuestra entrevista de la semana pasada
al profesor James Petras, nuestro interlocutor manifestó abiertamente que se
trata de una traición al pueblo griego, que acababa de pronunciarse mayoritariamente
contra las políticas de ajuste en el referéndum del 5 de julio.
Nosotros no solo compartimos este criterio,
sino que consideramos que esta deslealtad se hace extensiva a los sectores
democráticos, progresistas y de izquierda de toda Europa. Poniéndole piedras en
el camino a las nuevas corrientes antineoliberales que concurran a próximas
consultas electorales. Caso concreto: España en noviembre de este año.
La absoluta falta de fidelidad a los
postulados de su propia fuerza política —Syriza— está provocando una implosión
en esta organización, que estaba protagonizando una epopeya que Europa no vivía
desde 1974, durante la
Revolución de los Claveles en Portugal.
Es cierto que la mayoría de los griegos se
habían manifestado el 5 de julio con un NO rotundo contra el ajuste y —en
simultáneo— un sí tácito a la permanencia dentro del euro.
También es cierto que el ministro de
Finanzas alemán puso al gobierno de Grecia contra las cuerdas. Al borde de
caerse de la Eurozona.
Pero un dirigente de una fuerza de
izquierda que se propone cambios estructurales, que se precie de líder
político, no puede actuar como aprendiz de brujo. Debe asumir ese liderazgo y
sus correspondientes riesgos.
Su papel y el de su fuerza política consiste no solo en reflejar
el estado de ánimo de la ciudadanía, sino también en forjar ese estado de ánimo,
edificar nuevas relaciones de fuerza y ayudar a orientar nuevos pensamientos
emancipadores.
Más allá de los análisis, vayamos a la realidad del día a día.
Los legisladores griegos aprobaron dos paquetes de reformas acordes
con las condicionalidades, que estableció la última cumbre de la zona euro en
Bruselas durante la semana pasada. En consecuencia, el Parlamento —con el voto
en contra de varios legisladores de Syriza y de otras fuerzas de izquierda y
algunas abstenciones— dio luz verde a la primera, que contemplaba reformas
fiscales, incluido un aumento generalizado del IVA, y modificaciones al sistema
jubilatorio, y —en la madrugada de ayer— la segunda, referida a los sistemas
bancario y de justicia.
En este último punto, digamos que la reforma se orienta a agilizar
los procesos judiciales y a adoptar nuevas normas para los propietarios
inmobiliarios, que en el futuro podrán perder con mayor facilidad sus viviendas
si se retrasan en los pagos a los bancos. Una vuelta de tuerca más para
acrecentar el padecimiento del pueblo griego.
La frutilla del postre: de acuerdo a las exigencias coloniales de la Unión Europea , Grecia deberá
privatizar 14 aeropuertos que en la actualidad dan ganancias. Estas estaciones
aéreas pasarán a manos del grupo alemán Fraport AG y del grupo griego
Copelouzos.
Pero los otros 30 aeropuertos —que no proporcionan beneficios y
que necesitan ser subsidiados por el Estado griego— deberán permanecer en la
órbita estatal.
Si se hacen todos los deberes, llegará el tercer salvataje (de
plomo) que pasará a manos de los banqueros. Como el blindaje y el megacanje…
¿se acuerdan?
Pero no perdamos las esperanzas… si Durán Barba le hace un nuevo
guión a Angela Merkel, es posible que Grecia pueda evitar las privatizaciones.