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A casi diez años del entierro del ALCA (Area del Libre
Comercio de las Américas) —en la cumbre realizada en Mar del Plata, entre el 4
y el 5 de noviembre de 2005—, nuevas iniciativas gubernamentales de los Estados
Unidos en materia de tratados de libre
comercio, van transformando en victorias parciales aquella estrepitosa
derrota piloteada por los presidentes Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Luis
Inacio “Lula” da Silva, en las propias narices de Washington.
Recordemos aquellas imágenes de George W.
Bush, sentado en la sala de Hotel Hermitage mirando —entre sorprendido y
ausente— qué es lo que estaba ocurriendo en “el patio trasero” en ese momento
histórico.
Pero, la experiencia indica que el imperio
sabe metabolizar con cierta rapidez sus tropiezos y pasar abiertamente al
contraataque. Luego del humillante contraste de Vietnam, comienza el ascenso
del neoliberalismo y en 1991 el complejo militar-industrial festeja la
implosión de la Unión Soviética.
La derrota del Area del Libre Comercio, no
fue la primera que experimentó el país norteamericano en este continente. Entre
1889 y 1890 se realizó en Washington la Primera Conferencia
Panamericana. Allí, los delegados del gobierno estadounidense —entre otros
temas— plantearon una
unión aduanera, que facilitara el comercio entre las naciones del hemisferio y
dejara a los europeos en posición de inferioridad.
Para
lograr este objetivo, la delegación norteamericana acompañaba un conjunto de
propuestas buscando establecer pesos y medidas comunes, una unidad monetaria
común, un mecanismo judicial para resolver conflictos, una red de transporte y
la creación de una oficina central que recolectaría y distribuiría información
de interés para todos los miembros americanos. Evidentemente, el progreso en
cualquiera de estos temas mejoraría la posición de Estados Unidos en la región
respecto de sus competidores europeos.
Pero
estas iniciativas de Washington encontraron una cerrada oposición de los
delegados argentinos (Manuel Quintana y Roque Sénz Peña), quienes desde la
misma sesión de apertura de la Primera Conferencia Panamericana se esforzaron en
oponerse a cualquier iniciativa de la delegación norteamericana.
En esta conferencia, cuyas sesiones se
prolongaron hasta el 19 de abril de 1890, el delegado argentino Roque Sáenz
Peña señaló “las
repúblicas hispanoamericanas viven de sus productos y de sus materias y
necesitan de todos los mercados del mundo para el desarrollo y el progreso
comercial de sus respectivos pueblos", al tiempo que agregó: "América
se inclina a mantener y desarrollar las relaciones con todos los estados y la
doctrina debe ser: América para la
Humanidad ", en obvia alusión a la Doctrina Monroe que planteaba
“América para los americanos”.
Un tema
que provocó un severo enfrentamiento entre las delegaciones argentina y estadounidense
en la Conferencia
de Washington fue el vinculado con los procedimientos sobre arbitraje en
conflictos regionales. Mientras la representación argentina favoreció una forma
moderada de arbitraje, que respetase la igualdad jurídica y la autonomía de los
Estados, rechazando todo tipo de intervención; la norteamericana estuvo a favor
de un sistema de arbitraje compulsivo, con un tribunal permanente y obediente a
los dictados de las autoridades de Washington.
En este
punto, no podemos evitar que vengan a nuestra memoria los fallos del juez
Thomas Griesa y la propuesta de Mauricio Macri de pagar lo que indica la Justicia del estado de
Nueva York.
No se
nos escapa que estos representantes argentinos, de neto cuño conservador, se
estaban enfrentando a los Estados Unidos como país competidor y como socio
complementarios que eran, del Imperio Británico.
Pero
estas actitudes también hablan de cierta vocación soberana de una burguesía
argentina que, con el correr de las décadas, se fue convirtiendo en gerente de
las corporaciones.
No hace
falta decirlo —pero lo decimos, para que no haya malos entendidos— que, a pesar
de aquellas actitudes emparentadas con la dignidad, el carácter explotador de
esta clase dominante fue siempre su común denominador.
A diez
años de la derrota del ALCA, el imperio no ha descansado un solo día en tomar
su revancha por esa histórica y soberana decisión de nuestros pueblos,
encabezada —como decíamos— por los gobiernos de Argentina, Venezuela y Brasil.
Bastante
conocidos son los tratados de libre comercio celebrados por Washington con
diversos países del continente: Chile, Perú, Colombia… verdaderos eslabones
—junto a México y el NAFTA— de lo que luego llegó a ser la Alianza del Pacífico.
Pero, en
el presente, hay iniciativas mucho menos conocidas, hasta podríamos decir
ocultadas, que —por otros caminos— pretenden alcanzar los mismos objetivos
neoliberales.
Una de
ellas es el TISA, con “ese”, sigla en inglés que significa “Acuerdo de Comercio
en Servicios”.
Algunos
ciudadanos de estos lares empezamos a familiarizarnos con esta sigla, cuando el
gobierno del Uruguay manifestó su voluntad de adoptar este acuerdo.
Pero, ¿qué
es el TISA?
En un
revelador artículo de Silvia Ribeiro, directora para Latinoamérica del Grupo
ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración), publicado en
el sitio Alainet, bajo el título “Auténticos amigos de las Transnacionales”, su
autora puntualiza…
“El Acuerdo de Comercio en Servicios que negocian en secreto
gobiernos de 50 países, supera todo lo que se ha visto hasta el momento en
materia de tratados internacionales en pos de dar beneficios irrestrictos a las
empresas trasnacionales, contra los intereses y el bien público. El término «servicios»
en este contexto abarca desde agua y alimentación, a salud, educación,
investigación, comunicaciones, correos, transportes, telecomunicaciones,
comercio electrónico, venta minorista y mayorista, servicios financieros, y
mucho más, incluso los mal llamados «servicios ambientales» relacionados a
bosques, sistemas hidrológicos y otras funciones de los ecosistemas. ¡Hasta los
migrantes se incluyen en el tratado como supuestos «proveedores de servicios»!
El sector servicios es además el mayor empleador de los países de ingresos
altos y medios, son enormes los impactos contra derechos laborales y
sindicales.
“Las negociaciones y textos que se discuten son secretas, pero Wikileaks, a través de medios comoLa
Jornada (de México), los ha filtrado desde 2014, la versión
más reciente corresponde a julio de 2015 (http://wikileaks.jornada.com.mx/). De lo contrario no conoceríamos lo que discuten desde
2012, pese a que si lo consiguen, tendrá consecuencias de amplio alcance en la
vida de todos en los países participantes y mucho más allá, ya que el bloque
negociador avizora imponer este mismo marco al resto de los países.
“El TISA integra un paquete de varios tratados comerciales en negociación en los que un grupo de países, Estados Unidos a la cabeza, buscan afianzar el mercado de sus empresas y su esfera de poder comercial, financiero y político. Los más significativos sonla Asociación Transatlántica
para el Comercio y la
Inversión y el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de
Asociación Económica (TTIP y TPP por sus siglas en inglés). El primero es entre
EU y Europa (llamado informalmente OTAN económica) y el segundo entre Estados
Unidos y varios países del Pacífico.
“El más amplio temática y numéricamente es el TISA, en el que actualmente participan 50 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia, Japón, entre otros asiáticos y varios latinoamericanos: Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Perú, Paraguay y Uruguay. Juntos representan el 68 por ciento del comercio en servicios a nivel global.
“Es notoria la exclusión de países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), aunque China pidió, infructuosamente, incorporarse al TISA. Es clara la intención de afirmar la competencia económica con ese bloque y otros del Pacífico liderados por China.
“El texto (del TISA) será confidencial por 5 años después de acordado y los Congresos de los países —donde esto se requiera— sólo podrán aceptar o rechazar el paquete entero, como caja negra. Paradójicamente, el TISA exigirá total transparencia de parte de los Estados sobre sus compras públicas, servicios y normativas, y antes de concretarlas, estará obligado a consultarlas primero con las empresas.
“Obviamente, el TISA facilitará mayor privatización de servicios públicos, lo cual es de por sí devastador, porque sectores como salud, educación, agua, saneamiento, electricidad y muchos otros, no son «mercados», sino necesidades básicas de la sociedad que deben ser cubiertas socialmente más allá de la situación geográfica o económica de los que las necesitan. Esto ya ha sufrido una brutal erosión en muchos países y el TISA se propone ahondarla.
“Otros elementos nuevos y claves del TISA son el llamado mantenimiento del statu quo y «cláusula de trinquete» (para quien no conoce qué es un trinquete, le decimos que es un mecanismo que permite a un engranaje girar hacia un lado, pero le impide hacerlo en sentido contrario). Según esto, los países del TISA no podrán hacer en el futuro ninguna ley o normativa, o cambiar cualquier política, que afecte lo acordado.
“Son tantas las perversiones de este tratado, que urge conocerlo y actuar contra él, desde donde estemos, como ya hacen organizaciones sindicales, ambientales y sociales. Una buena noticia fue el paro general que realizó la central de trabajadores PIT-CNT de Uruguay este 6 de agosto, que incluyó en sus demandas el «rechazo total y absoluto al TISA»”.
“Las negociaciones y textos que se discuten son secretas, pero Wikileaks, a través de medios como
“El TISA integra un paquete de varios tratados comerciales en negociación en los que un grupo de países, Estados Unidos a la cabeza, buscan afianzar el mercado de sus empresas y su esfera de poder comercial, financiero y político. Los más significativos son
“El más amplio temática y numéricamente es el TISA, en el que actualmente participan 50 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia, Japón, entre otros asiáticos y varios latinoamericanos: Colombia, Costa Rica, México, Panamá, Perú, Paraguay y Uruguay. Juntos representan el 68 por ciento del comercio en servicios a nivel global.
“Es notoria la exclusión de países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), aunque China pidió, infructuosamente, incorporarse al TISA. Es clara la intención de afirmar la competencia económica con ese bloque y otros del Pacífico liderados por China.
“El texto (del TISA) será confidencial por 5 años después de acordado y los Congresos de los países —donde esto se requiera— sólo podrán aceptar o rechazar el paquete entero, como caja negra. Paradójicamente, el TISA exigirá total transparencia de parte de los Estados sobre sus compras públicas, servicios y normativas, y antes de concretarlas, estará obligado a consultarlas primero con las empresas.
“Obviamente, el TISA facilitará mayor privatización de servicios públicos, lo cual es de por sí devastador, porque sectores como salud, educación, agua, saneamiento, electricidad y muchos otros, no son «mercados», sino necesidades básicas de la sociedad que deben ser cubiertas socialmente más allá de la situación geográfica o económica de los que las necesitan. Esto ya ha sufrido una brutal erosión en muchos países y el TISA se propone ahondarla.
“Otros elementos nuevos y claves del TISA son el llamado mantenimiento del statu quo y «cláusula de trinquete» (para quien no conoce qué es un trinquete, le decimos que es un mecanismo que permite a un engranaje girar hacia un lado, pero le impide hacerlo en sentido contrario). Según esto, los países del TISA no podrán hacer en el futuro ninguna ley o normativa, o cambiar cualquier política, que afecte lo acordado.
“Son tantas las perversiones de este tratado, que urge conocerlo y actuar contra él, desde donde estemos, como ya hacen organizaciones sindicales, ambientales y sociales. Una buena noticia fue el paro general que realizó la central de trabajadores PIT-CNT de Uruguay este 6 de agosto, que incluyó en sus demandas el «rechazo total y absoluto al TISA»”.
A diez años de la derrota del ALCA, se nos presenta la tarea
de enfrentar al TISA. Un ALCA perfeccionado, más abarcativo, que avanza en
silencio.
Que los pueblos lo conozcan, es el primer paso para encarar
la lucha para sepultarlo.