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Aún no se había cumplido el tercer año del golpe de Estado perpetrado
por el general Juan Carlos Onganía, cuando el país —y particularmente Rosario—
protagonizaron acciones masivas de resistencia a esa dictadura cívico-militar
que dio en llamarse, nada menos, que “Revolución Argentina”.
Aún no se
había cumplido el tercer año del golpe de Estado perpetrado por el general Juan
Carlos Onganía, cuando el país —y particularmente Rosario— protagonizaron
acciones masivas de resistencia a esa dictadura cívico-militar que dio en
llamarse, nada menos, que “Revolución Argentina”.
El
Acta de la autodenominada “Revolución Argentina” fundamentó el movimiento
militar en la falta de autoridad económica y política del gobierno del
presidente Illia, que sumían al país en la inflación y la anarquía, y en la
necesidad de que las Fuerzas Armadas ocuparan el vacío de poder para luego “procurar
la modernización del aparato productivo mediante la remoción de las rígidas
estructuras políticas y económicas anacrónicas, reordenar la sociedad y, en una
tercera etapa, reponer en forma condicionada la vigencia de los mecanismos
constitucionales”. En nombre de esos objetivos, la
dictadura suprimió las libertades democráticas y los derechos políticos de
numerosas organizaciones y personalidades, disolvió el Congreso y las
legislaturas provinciales, prohibió y confiscó a los partidos políticos,
persiguió a la militancia política y sindical e intervino violentamente las
Universidades. En el plano de las relaciones internacionales, se abrió el
período de mayor proximidad a los intereses económicos y geopolíticos de los
Estados Unidos en la historia argentina. Actitud de subordinación que se
profundizará luego con la dictadura genocida de 1976, con el gobierno de Carlos
Menem —y sus relaciones carnales— y con el actual gobierno de Mauricio Macri.
Regresando
a aquellos años hoy recordaremos el Primer Rosariazo, a 48 años de ese
estallido que —junto al Cordobazo— marcaron el comienzo del fin del dictador
Onganía.
Un
fragmento de la cronología elaborada por los historiadores Leónidas Cerutti y
Mirta Sellares, nos dará un contexto adecuado para analizar este importantísimo
(y poco difundido) hecho histórico.
El 14 de mayo de
1969 — en Córdoba— 3500 obreros de la industria automotriz abandonan las
fábricas ante la eliminación del "sábado ingles". Hay duros
enfrentamientos con la policía que arrojan un saldo de 11 heridos y 26
detenidos.
Al día
siguiente, en Corrientes, tras el anuncio del aumento del 500 por ciento del
vale del Comedor Universitario, los estudiantes repudian con una marcha esta medida.
La represión policial provoca la muerte del estudiante Juan José Cabral.
El 17 de mayo se
inicia una protesta en el Comedor Universitario de Rosario en repudio al
asesinato del estudiante Cabral en Corrientes. Desde el Comedor parte una
marcha hacia la calle Córdoba. La policía reprime la marcha y —en medio de la
represión— el oficial inspector Agustín Lezcano asesina a quemarropa, en la Galería Melipal , al
estudiante Adolfo Bello.
Distintos
sectores sociales, gremiales y políticos rosarinos repudian el asesinato del
estudiante Bello y el 20 de mayo las organizaciones estudiantiles rosarinas anuncian una marcha
del silencio para el día siguiente.
Héctor
Quagliaro, histórico dirigente de ATE y secretario general de la regional
Rosario de la CGT
de los Argentinos, nos habla de este momento histórico.
El 21 de mayo esta marcha del silencio, con la participación de más de cuatro
mil personas, de agrupaciones estudiantiles universitarias y secundarias y de la CGT de los Argentinos, hacen
retroceder a las fuerzas represivas, que deciden acuartelarse en la vieja
Jefatura de Policía de calle Santa Fe y Dorrego.
Esa noche, cae
asesinado por la policía el obrero y estudiante Luis Blanco, de 15 años. Esta
marcha del silencio con el valiente protagonismo de los manifestantes, que
ocupó todo el casco céntrico de la ciudad, se transformó en lo que —a través de
los años— será recordado como el Primer Rosariazo.
El 22 de mayo,
desde la madrugada, Rosario es declarada zona de emergencia bajo jurisdicción
militar. Al día siguiente, en
Rosario y su cordón industrial se concreta un paro con alto acatamiento. Y más de
10.000 personas asisten al entierro del joven Blanco.
El 25 de mayo, en
Rosario y localidades vecinas, numerosos sacerdotes se niegan a oficiar el
tedéum tradicional.
Cuatro días más
tarde, el 29 de mayo, estalla el Cordobazo. Una seguidilla de actos
insurreccionales que hacen tambalear a la dictadura fundamentalista de Onganía.
Estas acciones de masas y las que seguramente sobrevendrán
en nuestro país, frente a las políticas neoliberales de exclusión y ajuste,
movieron a esta reflexión, publicada en el libro “El 69.
Huelga política de masas: Rosariazo – Cordobazo – Rosariazo”… sus autoras… Beba
y Beatriz Balvé.
“La movilización
implica un «nuevo tipo» de presencia de las fracciones dominadas. El
comportamiento de las masas da cuenta de un proceso de sedimentación histórica
a nivel de la conciencia. Hace referencia a la secuencia de experiencias de
lucha a nivel mundial y local, que refiere a un proceso de formación de
acumulación de fuerzas que se han ido transmitiendo a lo largo de la historia”.
La construcción de una sociedad de colaboración,
como contrapartida de esta sociedad meritocrática de explotación de unos seres
sobre otros, es el resultado de profundas luchas que van mucho más allá de la
negociación burocrática, encarnada por dirigentes alejados de sus
representados; se trata de una puja dirigida al centro del poder, al poder
mediático, al poder financiero, a un poder Judicial convertido en partido
político.
Aquellas
jornadas de los años ’69, con ser en gran medida espontáneas, contenían muchas
veces de manera intuitiva ese cuestionamiento al sistema.
Son parte de lo
mejor de nuestra historia.