Por Ester Stekelberg
stekelberg@gmail.com"Contratapa", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado15 de julio de 2017
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Cuando el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dirigió su último párrafo al público en la celebración de la fiesta nacional francesa, ayer 14 de julio...
... dejó bien sentado, negro sobre blanco, de qué lugar del mostrador se ubican, él y su política. Y decimos esto a propósito de quienes alegremente lo sitúan en algún, por lo menos errático, lugar de la izquierda.
En ese párrafo, casi sobre el mediodía del emblemático
14 de julio, día de la toma de la Bastilla, el de la Marsellesa y los aviones
haciendo piruetas en el cielo parisino, dejando estelas en azul, blanco y rojo
y dirigiéndose a su amigo y tan digna visita, el presidente de los Estados Unidos
del Imperio, Donald Trump, decíamos, el presidente de Francia, desde la tribuna
de la Plaza de la Concordia, dijo, con palabras sorprendentemente fuertes, es textual:
“Nada nos separará jamás” y hablaba de la alianza con los Estados Unidos de
Norteamérica. Antes había agradecido --a los Estados Unidos de Norteamérica--,
por la decisión, hace 100 años, de haber entrado en guerra para sostener a los
aliados.
Pero el amabilísimo encuentro no quedo ahí, ¡no! El fasto de la alfombra roja que desenrolló
el mandatario francés al paso de su homólogo yanqui y su señora esposa, no
quedó ahí. La gastronomía con productos 95% made in France, debe haber ayudado
un poquito.
Segundo piso de la esbelta dama de hierro, la Tour
Eiffel. Uno de los mejores restaurantes de la capital francesa
abrió exclusivamente sus puertas a tan dignos comensales, ambos matrimonios,
los Trump y los Macron se dieron una panzada. Y lo que le vamos a decir, queda
exclusivamente ad referéndum de su estómago, porque el nuestro no lo resistió.
Ah, no, no no se equivoque, no fue el menú lo que nos hizo hacer arcadas todo
el 14 de julio, ¡no!, fue la adición, la cuenta, la dolorosa. Y si lo que
gastaron, forma parte del anecdotario, porque no crea que es el primero,
tampoco será el último, en esta cena de amigos se pagó 154953€, un festín, que
según el mandatario local, pagará de su propio bolsillo y no de las arcas del
estado, llenas gracias al contribuyente. En el Jules Verne, el más top de los
restos parisinos, se pagó una factura de 154 953€, con entre otras exclusividades
un Midas Armand de Brignac a 130 000€. Internándome solo unos minutos en
google, por curiosidad y para ver de qué se trataba tan exclusivo brebaje, pude
ver que el champucito, se vendió en Londres a 190 000€, pero era una
botellita de 30 litros, que no creo que haya sido el caso en el Jules Verne,
donde debe costar esa friolera, una de apenitas 750cm, por ser el champagne que
es y listo. En el ticket de caja figura también un tequila Clase Azul, a
10 000€, un whiskacho a 12 350€, lo que no llama
realmente la atención, ya que una botella de vittel, que es agua, cuesta en el
Jules Verne, 12€ (se tomaron dos
botellas de agua mineral con gas y dos sin gas), ah, se tomaron dos cocas y
aparecen dos ítems tabaco, uno de 50€ y otro de 200€ (no me caben dudas que se
fumaron unos excelentísimos habanos cubanos de alta gama).
Ah sí, hay un ítem “Casquettes”, con 14 unidades
vendidas, un total de 1050€, leemos que se trata de gorros de publicidad del
restaurant a 75 euros cada uno, que los Trump compraron para llevar de souvenir
de su paso por la ville lumière.
Ahora bien, imaginemos que toda esta factura fuera
trucha, que como sabemos, las redes nos llenan de hoaxs, imágenes e
informaciones falsas, todo el tiempo. ¿Es lo que comieron o bebieron lo importante
de este episodio en la vida de dos dirigentes de dos países centrales? O es el
resultado del encuentro o ni siquiera,
porque francamente, no es necesario un encuentro para acordar políticas
de espanto, ya sea en materia bélica, financiera, de inmigración, climática, temas
geopolíticos (de la China a Siria, pasando por la lucha contra el terrorismo,
como leemos en Libération) hubo un perfecto acuerdo. El presidente francés no
tuvo una sola expresión referida al tema ecológico, mientras que su homólogo yanqui,
dejó entender que la puerta a las discusiones por el acuerdo climático de
Paris, no estaban definitivamente cerradas. Intercambio de cortesías. Cambio de
figuritas.
En el medio, a un año del atentado terrorista de Niza,
(como un atentado en cualquier otra parte del mundo), las víctimas fueron 86.
El pensamiento de esta contratapa voló a otro julio, a otra fecha, a otra parte
del planeta, al sur del mundo, a un 18 de julio de 1994, cuando todavía no se
sabe bien ni cómo ni quienes ni porqué, hicieron explotar la sede de la AMIA,
cuando asesinaron a 85 personas (una persona menos que acá en Niza el año
pasado, me cago en la diferencia).
La justicia en Argentina encubre a los encubridores (dice
el comunicado de APEMIA). También dice: “Después de 23 años, resulta
indispensable la creación de una Comisión Investigadora Independiente para
conocer la verdad, impulsar justicia y terminar con la impunidad”
Por los muertos de la AMIA, por todos los muertos, Memoria,
Verdad y Justicia.