ESE AZNAVOUR QUE LLEVAMOS PRENDIDO EN LA SOLAPA… COMO UN PAPELITO

Diario Libération. Entrevista Aznavour 1977
Por Ester Stekelberg stekelberg@gmail.com
 
"Contratapa", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 06 de octubre de 2018.





Todas y todos llevamos prendidos un Aznavour en la solapa....



Todas y todos quienes andamos coqueteándole a los 50, los 60, los 70, a los 80 y un poco más también (usted vio hay cada vez más longevos en este planeta, la prueba, él mismo, don Charles Aznavour que dio los hurras y partió a los 94 y fue inesperado, al menos para él que tenía varias giras en vista a su vuelta de la que lo había llevado al país del sol naciente, Japón, unos días antes)… no descarto que otras edades también lo lleven prendido… no lo descarto.

Todas y todos llevamos un Charles Aznavour en nuestra solapa, como diría nuestro amoroso Abonizio (tendría que preguntarle alguna vez a Adrián, qué piensa de Charles Aznavour), por eso el homenaje en Les Invalides, uno de los lugares más elitistas de Francia, ayer viernes por el presidente Macron y señora, ha desencadenado uno que otro debate a saber: el homenaje a un cantor popular ¿le pertenece al pueblo o a notables invitados con tarjeta de cartón?

El Palacio Real de los Inválidos, majestuosa construcción ordenada por Luis XIV a arquitectos de alto vuelo, Mansart y Bruant. Arquitectura clásica por excelencia. Cúpula dorada que a ciertas horas del día y cuando en Paris brilla el sol, sorprende con su resplandor al fascinado paseante.

Todas y todos llevamos un Aznavour prendido en la solapa… como un papelito.  Algunas y algunos memoriosos recordamos su paso por Rosario en algún carnaval de los sixties. ¿Gimnasia, Provincial? La memoria es subjetiva y cuenta siempre su propia historia. Aznavour en castellano…

Todas y todos llevamos un Aznavour prendido en la solapa… como un papelito. Lo tenemos ahí al alcance de la mano, para enamorarnos, desenamorarnos, luchar contra el opresor, no todos, es cierto.

Justamente, hace un año, en octubre de 2017, el presidente del estado sionista, Reuven Rivlin, otorgó a Charles, a su hermana Aída y a sus padres Knar y Mischa Aznavourian, la medalla Raoul Wallenger, el premio más prestigioso que la fundación otorga a quienes han ayudado a judíos durante la ocupación nazi.  

A propósito y en este sentido, un flor de poroto a favor de Charles, cuando, en pleno acto de entrega, planteó el tema del Genocidio Armenio, preguntándole al presidente Rivlin porque Israel no lo reconoce oficialmente.

Justamente, decimos, en febrero de este año, el parlamento de Israel, rechazó nuevamente un proyecto de ley para que el gobierno israelí reconociera oficialmente el Genocidio Armenio, que fue el asesinato de más de un millón y medio de cristianos armenios por el imperio turco Otomano entre 1915 y 1923.

Volviendo a la entrega del premio Raoul Wallanger, acompañaron al presidente de Israel otras notables personalidades, entre ellas el rafaelino Ricardo Lorenzetti y el presidente de la DAIA, Ariel Cohen Sabban.

Todas y todos llevamos un Aznavour prendido en la solapa … cuando pensamos en las palabras –un poco bizarras para nosotras y nosotros los americanos del sur del Rio Bravo, que conocemos tanto el sol—de uno de sus temas faros: “Emmenez-moi”, que dice
“emmenez-moi au bout de la terre (llévenme al fin del mundo, al país de las maravillas, dicen que la miseria, es menos dolorosa bajo el  sol” una bella canción, es verdad (habrá sabido don Aznavour que la miseria es miseria aún “en eternos veranos donde se vive casi desnudo en las playas” traduzco textual una estrofita… tarde para preguntarle)
         
En el momento en el que el féretro envuelto en la bandera francesa con los restos del artista francés, salía del edificio de los Inválidos y llegaba al patio interior, lugar donde ayer se desarrolló el homenaje nacional, se comenzó a escuchar un interludio musical conmovedor ejecutado con un duduk armenio, la flauta tradicional del país, interpretando un tema que evoca el genocidio.

Impresionante ceremonia oficial que, como suele ocurrir, reunió a un ecléctico y nutrido público invitado formalmente. Entre ellos y uno al lado del otro, dos ex presidentes, Nicolás Sarkozy y François Hollande. Ah sí, también fue una invitada especial Marine Le Pen.

Todas y todos llevamos prendidos un Aznavour en la solapa… puede que para muchas y muchos de nosotros sea aquel Sigismund Markus de “El Tambor de Hojalata”.

Más de 60 películas en las que brilló, tal vez con menos luz que en su carrera de cantante y compositor, él mismo lo dijo: “ Mirándolo a la distancia, puedo sentirme orgulloso de una pequeña decena de experiencias cinematográficas. Era como poder respirar, relajarme, escapar del universo tan solitario del music-hall”. François Truffaut supo decir que lo sorprendió su fragilidad, su vulnerabilidad, “su silueta grácil que lo hacía parecer un san Francisco de Asis”. Por eso lo convocó en 1960 para el rol principal de su peli “Tirez sur le pianiste” (Disparen sobre el pianista). Por otra parte el mejor rol de Aznavour, al decir de la crítica cinematográfica. Y corroboro, es el mejor rol cinematográfico de mi Aznavour, el que llevo prendido en la solapa.

Charles Aznavour es la historia de un artista magnifico, cantor, actor, compositor de un talento sin par, carismático. Hombre comprometido con la causa armenia, “un personaje complejo”, al decir de su biógrafo no autorizado, el periodista Robert Belleret. Y al decir de Aznavour mismo: “cuando uno no es ni alto, ni fuerte, ni rubio de ojos celestes, sino por el contrario, petizo, morocho, flacucho, con una nariz como para que estornude un orfelinato, hay que ser una celebridad, si se quiere gustar a las chicas”

El 1° de octubre de 2018 la Torre Eiffel se vistió de tristeza infinita con luces multicolores. Una pantalla gigante proyectaba imágenes del Aznavour que Francia lleva prendido en su solapa, tal vez muy parecido al que lleva prendido la capital armenia, Yerevan, que le rindió homenaje con las aguas danzantes de su Plaza de la República bailando al son de la voz en armenio del cantante.

Hace 41 años, en 1977 en Damasco, capital de Siria, el corresponsal del entonces semanario francés Libération, Bahij Bachir, entrevistaba a Charles Aznavour. En un párrafo el cantante declaraba: “Estoy orgulloso de mis orígenes armenios y estoy comprometido con esa noble causa, parecida a la causa palestina”. El artículo llevaba por título a modo de citación: “Palestina es una tierra árabe injustamente usurpada” (usted podrá ver la imagen de la página de Libération de 1977 en nuestra página de Hipótesis). Después, pasaron cosas.  

Aznavour, como él mismo solía decir, está más allá del bien y del mal, cualquier critica que quiera denostarlo, no tendrá eco. Por eso es el Aznavour que llevamos prendido en la solapa… como un papelito.

Charlando con nuestro Ferrari de cabecera sobre esta contratapa, dice que le gustaría que pasemos La Bohème. Le pregunto: ¿en francés o en castellano?, me responde : en castellano. Este es el Aznavour que Miguel lleva prendido en su solapa… como un papelito.