LA PALOMA DE LA PAZ ESTA HERIDA EN UN ALA

Marielle Franco
Pablo Picasso: Paloma de la Paz
Por Ester Stekelberg     
stekelberg@gmail.com
 
 "Contratapa", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 16 de Marzo de 2019.




El 26 de abril de 1949, (en un mes se cumplirán 70 añitos ¡nada menos!, tanto que nos encantan los números redondos), se reunió en Paris, el primer Comité Mundial de Partidarios por la Paz, que en 1950 se transformaría en el Consejo Mundial de la Paz. 



Intelectuales del mundo se daban cita para exhortar por la Paz, para que nunca más se produjera un episodio como el que había dejado un saldo de más de 50 millones de muertos, 90 millones de heridos, 28 millones de inválidos, la Segunda Guerra Mundial.

Una tríada de enormes, presidía este congreso: el poeta chileno Pablo Neruda; el barítono, escritor y activista por los Derechos Humanos Paul Robeson y el pintor malagueño Pablo Picasso.
Neruda en su discurso expresaba: “Hay que cerrar el camino a los destructores. Tengo confianza y esperanza en la construcción de la Paz”

Claro, desde ese espacio se exhortaba al desarme mundial. Para ser más clara, se exhortaba “al desarme unilateral de occidente”, textual.

El cantor Paul Robeson manifestaba que “los negros de Norteamérica no combatirán jamás contra la Unión Soviética”, lo que le valdría el repudio de las autoridades yankees y la prohibición de entrar en el estado racista de Connecticut.

Y Pablo Picasso, que comenzaba a realizar una serie de dibujos de palomas, daba al Congreso, al mundo y a todos los tiempos, una, en particular, que serviría para el afiche del Congreso. La Paloma de la Paz de Picasso, portando una rama de olivo en el pico se constituiría de aquí en más, en el símbolo mundial de la Paz.

Para caer en un espantoso lugar común, pasó mucha agua debajo del puente de los exhortos al desarme mundial, la Paz y demás sueños --por el momento-- inconclusos.

La paloma de la Paz está herida en un ala.

La baleó la ultraderecha fascista, racista, xenófoba ayer en Nueva Zelanda, pero no fue la única bala.

La baleó la Ley Antidisturbios, que votó sin modificaciones el senado francés, el 12 de marzo último. Un tremendo golpe al derecho de manifestar pacíficamente en el país galo. Según Amnistía Internacional (que no es santo de la devoción de esta Contratapa, hay que aclararlo) “esta nueva ley, contrariamente a lo que expresa su nombre, no solo que no servirá para prevenir, interpelar y/o sancionar los disturbios en las manifestaciones, sino que por el contrario, abre grande la puerta a las arbitrariedades de los poderes ejecutivos de hoy del futuro y de ninguna manera protege a las y los manifestantes. Si hasta quienes quieran protegerse de los gases lacrimógenos con pañuelos en sus rostros, estarán expuestos a ser arrestados y condenados y los poderes ejecutivos locales tendrán el poder de prohibir a una persona de manifestar con argumentos vagos y pocos claros.

En el mismo sentido, tres expertos independientes de las Naciones Unidas, expresaron una gran preocupación por estas disposiciones que no se ajustarían a los Pactos Internacionales relativos a derechos civiles y políticos, de los que Francia forma parte. Por su parte, la Comisaria de Derechos Humanos en el Consejo Europeo, Dunja Mijatovic, expresó también las mismas inquietudes.

Pero no es la única bala que le pegó a la paloma de la Paz, no.  
Porque justamente hablando de balas y fundamentalmente de armas para la guerra, en estos días tuvimos la sorpresa (o no tanto, pero siempre sorprende), de las cifras que maneja Francia en cuanto a venta de armas. Algunos números, no muchos para no marear.

Escribe el periodista Stéphane Aubouard, del diario L’Humanité, del martes último: entre 2014 y 2018, “Paris ha visto aumentar en un 43% su venta de armas, gracias a los países del Golfo” y prosigue el colega: “La industria de la muerte goza de buena salud. Es lo que substancialmente demuestra el Instituto internacional de investigaciones sobre la Paz de Estocolmo en su último informe publicado esta semana relativo al comercio de armas en el mundo.

Entre 2014 y 2018 la venta de armas en el mundo ha aumentado en un 7,8% respecto del periodo 2009-2013, con un alza exponencial en el caso del Medio Oriente. Si Asia-Oceanía, con una fuerte actividad en los mercados chino e indio, es la región del globo más ‘gastadora’ en materia de armamento, la compra en Medio Oriente se ha disparado (sutileza) en un 87%”, describe el periodista.

Y para seguir baleando a la paloma de la Paz, un pequeño informe respecto de ventas francesas de armamento, en este caso por el periodista también de L’Humanité, Gaël de Santis: “Cuando se escucha el sonido de un cañón en una región del mundo, la industria francesa del armamento acude presurosa”, inicia su artículo. “Se conocía ya la propensión de Francia a proveer de armas a las monarquías del Golfo, he aquí que la ministra de Defensa francesa, acude presurosa al otro punto caliente del globo, el Pacífico, donde Estados Unidos, con su flota, contrabalancea la influencia en franco aumento de la China. Así, el lunes pasado, Florence Parly, la ministra de defensa francesa, firmó en Canberra con el primer ministro australiano Scott Morrison, un plan ‘muy ambicioso’ para la venta de doce submarinos. Lejos de ser una simple venta de armas a Canberra, este proyecto es el fruto de una cooperación entre industriales de diferentes potencias de la OTAN.

Según Roland Nivet portavoz del Movimiento  por la Paz, “este contrato no corresponde a nada de positivo para la construcción de la Paz en el mundo, ya que refuerza la militarización de las relaciones internacionales sobre la base de un dogma que indicaría que los factores de poder militar son susceptibles de dar más seguridad a los pueblos”

Hay un dicho en el paisito, en el Uruguay que reza: “Algún día la bala va a salir para el lado de la justicia”. ¡Y viene tan a cuento! Por las balas, por la justicia, por las armas que matan, por la paloma de la Paz con tanto plomo en su ala.

Hace un año asesinaban salvajemente a Marielle Franco, la combativa vereadora carioca, socióloga, defensora hasta con su cuerpo de los derechos humanos, luchadora contra la homofobia, el racismo, las violencia policiales que denunciaba sistemáticamente, feminista, lesbiana, negra. Venían, ella y su chofer Anderson Gomes de una reunión de la militancia en pleno centro de Río, cuando el auto fue interceptado por otro vehículo que le cerró el paso y lo baleó. Marielle Franco, 38 años, nacida en la favela de Maré, murió instantáneamente. Un año después, dos policías fueron detenidos por la responsabilidad que les cabe en el asesinato. Uno de ellos, el policía militarizado Ronnie Lessa, es sospechado de ser el autor material, el que disparó las balas que mataron a Marielle y a su chofer. El otro, Elcio Vieira de Queiroz, expulsado de la Policia Militarizada, era quien conducía el automóvil desde el que se cometió la ejecución. Solo un detalle, chiquito, para terminar: Lessa, el policía asesino, fue arrestado en su casa, un codominio en el que también tiene su residencia el presidente brasileño Jair Bolsonaro, en la barra de Tijuca.

Y que a la paloma de la Paz ni se le ocurra pasar por ese barrio…