EUROPA, DE SEÑORES A VASALLOS • Miguel Angel Ferrari


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“Si este fuera un mundo decente, en su plaza mayor levantaría un monumento a Edward Snowden”. Escribe Rafael Poch, corresponsal en Berlín del periódico catalán La Vanguardia.


Y, a continuación agrega: “El joven ex agente (norte) americano ha informado al mundo de que el secreto y la privacidad en las comunicaciones, un derecho fundamental, no existe. Y lo ha hecho a sabiendas de lo que se jugaba. A sabiendas de que se enfrentaba a un poder enorme, el de su gobierno, que tortura, encarcela indefinidamente sin cargos, somete a un trato inhumano a disidentes similares como el soldado Bradley Manning, exento de cualquier posibilidad de juicio justo, y que ha normalizado la práctica del asesinato extrajudicial, incluso de ciudadanos (norte) americanos con cuatro casos conocidos, entre ellos un adolescente de 16 años”.

“Snowden sabía que su vida se vería arruinada por su decisión —prosigue el corresponsal de La Vanguardia de Barcelona—, que probablemente no volvería a ver a su familia ni podría regresar a su país, en caso de que no lo hiciera esposado. Conocía el precio de meterle el dedo en el ojo al Imperio, y a pesar de todo decidió actuar. Puso por delante su conciencia. La conciencia que insta a los funcionarios de su país, mediante juramento, a «defender la Constitución de los Estados Unidos, frente a enemigos externos e internos». La conciencia a la que el Tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg apeló, al proclamar tras la Segunda Guerra Mundial que, «los individuos tienen deberes internacionales que trascienden a la obligación nacional de obedecer, por lo que los ciudadanos tienen derecho a violar las leyes nacionales para impedir crímenes contra la paz y la humanidad»”.

“Por poner su conciencia por delante de su destino personal, Edward Snowden merece ser admirado y públicamente reconocido por el común de sus semejantes. Es decir, es un héroe”, concluye el periodista Rafael Poch.

Pero… ¿quién es Edward Snowden?

Edward Snowden es un joven estadounidense de 30 años, nacido en Carolina del Norte, que desempeñó actividades como informante y consultor tecnológico en la Agencia Central de Inteligencia —más conocida como la CIA— y en la Agencia de Seguridad Nacional de su país.

Durante el pasado mes de junio, Snowden publicó en los periódicos The Guardian y The Washington Post documentos clasificados como “ultrasecretos”, en los que se revelaban programas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, especialmente el denominado programa de vigilancia “PRISM”.

Se trata de un programa de vigilancia electrónica destinado a obtener información contenida en videos, sitios de chat, direcciones IP, correos electrónicos, transferencia de archivos y detalles sobre perfiles en todas las redes sociales. Este sistema de espionaje se halla en actividad desde 2007.

Una vez reveladas estas explosivas informaciones, Snowden partió rumbo a Hong Kong para ponerse a resguardo del aparato represivo estadounidense y finalmente recaló en Moscú. Más precisamente en el sector de pasajeros en tránsito del aeropuerto de Sheremetyevo, donde se encuentra en estos momentos.

La cacería de Snowden desplegada por la Casa Blanca y el Pentágono fue, precisamente, lo que derivó en la aberrante actitud de los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia, al impedir que la aeronave presidencial del Estado Plurinacional de Bolivia —con el presidente Evo Morales a bordo junto a sus colaboradores, procedente de Moscú— surcara el espacio aéreo de esos países europeos.

¡Qué paradoja, el Imperio espía a los europeos y los europeos aceptan dócilmente las indicaciones del Imperio para capturar a Snowden!

La mayor vergüenza cayó sobre el gobierno de Francia al cerrar su espacio aéreo a la aeronave boliviana, atendiendo servilmente el pedido estadounidense, poniendo en peligro a los pasajeros, incluido el presidente Evo Morales.

El avión, como sabemos, debió hacer un aterrizaje de emergencia en Viena, la capital de Austria, para reabastecerse de combustible.

Cuando —a comienzos de junio— tomó estado público el espionaje norteamericano a ciudadanos europeos; el ministro de Relaciones Exteriores francés, Laurent Fabius, dijo que si “esos hechos se confirman, serían inaceptables”. El canciller agregó que se esperaba que la administración norteamericana “disipe las inquietudes legítimas suscitadas por las revelaciones de la prensa”.

Menos de un mes después, el gobierno socialista de François Hollande comete esta flagrante violación al Derecho Internacional, al actuar como vasallo del señor imperial que los espía.

¡Para qué hablar del rol jugado por el gobierno derechista de España!

Además de cerrar también su espacio aéreo a la nave presidencial boliviana, le ordenó a su embajador en Viena, Alberto Carnero, que se apersone al aeropuerto para verificar si en el interior del avión se encontraba Edward Snowden. El diplomático, al intentar dar cumplimiento a las instrucciones de su Cancillería, se topó con la firme y digna actitud del presidente Evo Morales de impedírselo absolutamente.

Una perlita… ¿quién es Alberto Carnero?

Alberto Carnero es un connotado miembro de la ultraderecha internacional. Ex miembro del gabinete del entonces presidente José María Aznar. En su momento también dirigió el área internacional del FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), ente creado por Aznar con excelente relaciones con la denominada Fundación Libertad, que funciona en nuestra ciudad, y con otras entidades reaccionarias de distintas latitudes.

Alberto Carnero, invitado en 2007 por la organización derechista venezolana “Primero Justicia”, manifestó en Caracas “podéis contar con todo nuestro apoyo, nuestra simpatía y nuestro agradecimiento, porque vuestra lucha por la libertad es también nuestra lucha”. Recordemos que “Primero Justicia” se halla liderada por Henrique Capriles Radonski (quien cuenta con algunos votantes en la ciudad de Rosario) y otros dirigentes de activa participación en el golpe de Estado de abril de 2002 y cuyos simpatizantes actuaron en abril de este año en los asesinatos de militantes chavistas, inmediatamente después de las últimas elecciones presidenciales.

Regresando al núcleo de este comentario, digamos que —en la reunión de la Unión de Naciones de Sudamérica (UNASUR), realizada el pasado jueves en Cochabamba, Bolivia— voces firmes de los gobernantes de nuestra región condenaron la intromisión imperial, al tiempo que esgrimieron las convenciones internacionales exigiendo las necesarias disculpas de los gobiernos europeos comprometidos en los mencionados actos ilegales, con la convicción de que esta afrenta no sólo fue contra un país sino contra toda la Patria Grande latinoamericana y caribeña.

A la reunión de Cochabamba asistieron los jefes de Estado de Ecuador, Surinam, Uruguay, Venezuela y Bolivia; y la presidenta de Argentina. Por razones obvias, estuvieron ausentes los presidentes de Perú, Colombia, Chile y Paraguay. La presidenta de Brasil —que ya había deplorado las actitudes de los cuatro países europeos— envió representantes de primer nivel.

A últimas horas de anoche, en el marco de un discurso conmemorativo del Día de la Declaración de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro anunció que su gobierno le otorgaba derecho de asilo al ciudadano estadounidense Edward Snowden.

Antes de finalizar este comentario, es bueno recordar las numerosas denuncias realizadas en años recientes, relacionadas con el traslado de prisioneros en manos de la CIA —supuestos terroristas—, a través del territorio europeo, destinados a centros de tortura coordinados por el gobierno estadounidense.

Si bien esas denuncias fueron tratadas por el Parlamento Europeo. Tanto es así que hay una resolución de este organismo, fechada el 11 de setiembre de 2012, con el título “Supuesta utilización de países europeos por la CIA para el transporte y la detención ilegal de presos”, es evidente que —en su momento— los países del viejo continente no tuvieron los reflejos para evitar esas brutales violaciones a los derechos humanos, que han demostrado ahora para aprehender a un ciudadano estadounidense cuyo “delito” consiste en difundir los delitos del gobierno de los Estados Unidos.

Estos cuatro países europeos: Francia, España, Portugal e Italia, junto a otros de la región, viejas potencias coloniales, se han convertido por obra y gracia del neoliberalismo imperante y de su consecuente decadencia económica, en países vasallos del Imperio.

Triste destino en este ajedrez global. De reyes y alfiles, transformarse en peones. Y pretender desde su menguada estatura política, dar jaque a los pueblos y gobiernos de nuestra América, que están protagonizando nada menos que —al decir del presidente Rafael Correa— un verdadero cambio de época.