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“Si este fuera un mundo decente, en su plaza mayor levantaría un
monumento a Edward Snowden”. Escribe Rafael Poch,
corresponsal en Berlín del periódico catalán La
Vanguardia.
Y, a continuación agrega: “El joven ex agente (norte) americano ha
informado al mundo de que el secreto y la privacidad en las comunicaciones, un
derecho fundamental, no existe. Y lo ha hecho a sabiendas de lo que se jugaba.
A sabiendas de que se enfrentaba a un poder enorme, el de su gobierno, que
tortura, encarcela indefinidamente sin cargos, somete a un trato inhumano a
disidentes similares como el soldado Bradley Manning, exento de cualquier
posibilidad de juicio justo, y que ha normalizado la práctica del asesinato
extrajudicial, incluso de ciudadanos (norte) americanos con cuatro casos
conocidos, entre ellos un adolescente de 16 años”.
“Snowden sabía que su vida se vería arruinada por su decisión —prosigue
el corresponsal de La Vanguardia de
Barcelona—, que probablemente no volvería a ver a su familia ni podría regresar
a su país, en caso de que no lo hiciera esposado. Conocía el precio de meterle
el dedo en el ojo al Imperio, y a pesar de todo decidió actuar. Puso por
delante su conciencia. La conciencia que insta a los funcionarios de su país,
mediante juramento, a «defender la Constitución de los Estados Unidos, frente a
enemigos externos e internos». La conciencia a la que el Tribunal de crímenes
de guerra de Nuremberg apeló, al proclamar tras la Segunda Guerra
Mundial que, «los individuos tienen deberes internacionales que trascienden a
la obligación nacional de obedecer, por lo que los ciudadanos tienen derecho a
violar las leyes nacionales para impedir crímenes contra la paz y la humanidad»”.
“Por poner su conciencia por delante de su destino personal, Edward
Snowden merece ser admirado y públicamente reconocido por el común de sus
semejantes. Es decir, es un héroe”, concluye el periodista Rafael Poch.
Pero… ¿quién es Edward Snowden?
Edward Snowden es un joven estadounidense de 30 años, nacido en Carolina
del Norte, que desempeñó actividades como informante y consultor tecnológico en
la Agencia Central
de Inteligencia —más conocida como la
CIA — y en la
Agencia de Seguridad Nacional de su país.
Durante el pasado mes de junio, Snowden publicó en los periódicos The Guardian y The Washington Post documentos clasificados como “ultrasecretos”,
en los que se revelaban programas de espionaje de la Agencia de Seguridad
Nacional estadounidense, especialmente el denominado programa de vigilancia “PRISM”.
Se trata de un
programa de vigilancia electrónica destinado a obtener información contenida en
videos, sitios de chat, direcciones IP, correos electrónicos, transferencia de
archivos y detalles sobre perfiles en todas las redes sociales. Este sistema de
espionaje se halla en actividad desde 2007.
Una
vez reveladas estas explosivas informaciones, Snowden partió rumbo a Hong Kong
para ponerse a resguardo del aparato represivo estadounidense y finalmente
recaló en Moscú. Más precisamente en el sector de pasajeros en tránsito del
aeropuerto de Sheremetyevo, donde se encuentra en estos momentos.
La
cacería de Snowden desplegada por la Casa
Blanca y el Pentágono fue, precisamente, lo que derivó en la
aberrante actitud de los gobiernos de Francia, España, Portugal e Italia, al
impedir que la aeronave presidencial del Estado Plurinacional de Bolivia —con
el presidente Evo Morales a bordo junto a sus colaboradores, procedente de
Moscú— surcara el espacio aéreo de esos países europeos.
¡Qué
paradoja, el Imperio espía a los europeos y los europeos aceptan dócilmente las
indicaciones del Imperio para capturar a Snowden!
La
mayor vergüenza cayó sobre el gobierno de Francia al cerrar su espacio aéreo a
la aeronave boliviana, atendiendo servilmente el pedido estadounidense,
poniendo en peligro a los pasajeros, incluido el presidente Evo Morales.
El
avión, como sabemos, debió hacer un aterrizaje de emergencia en Viena, la
capital de Austria, para reabastecerse de combustible.
Cuando
—a comienzos de junio— tomó estado público el espionaje norteamericano a
ciudadanos europeos; el ministro de Relaciones Exteriores francés, Laurent
Fabius, dijo que si “esos hechos se confirman, serían inaceptables”. El canciller
agregó que se esperaba que la administración norteamericana “disipe las
inquietudes legítimas suscitadas por las revelaciones de la prensa”.
Menos
de un mes después, el gobierno socialista de François Hollande comete esta
flagrante violación al Derecho Internacional, al actuar como vasallo del señor
imperial que los espía.
¡Para
qué hablar del rol jugado por el gobierno derechista de España!
Además
de cerrar también su espacio aéreo a la nave presidencial boliviana, le ordenó
a su embajador en Viena, Alberto Carnero, que se apersone al aeropuerto para
verificar si en el interior del avión se encontraba Edward Snowden. El
diplomático, al intentar dar cumplimiento a las instrucciones de su
Cancillería, se topó con la firme y digna actitud del presidente Evo Morales de
impedírselo absolutamente.
Una
perlita… ¿quién es Alberto Carnero?
Alberto
Carnero es un connotado miembro de la ultraderecha internacional. Ex miembro
del gabinete del entonces presidente José María Aznar. En su momento también
dirigió el área internacional del FAES (Fundación para el Análisis y los
Estudios Sociales), ente creado por Aznar con excelente relaciones con la
denominada Fundación Libertad, que funciona en nuestra ciudad, y con otras
entidades reaccionarias de distintas latitudes.
Alberto
Carnero, invitado en 2007 por la organización derechista venezolana “Primero
Justicia”, manifestó en Caracas “podéis contar con todo nuestro apoyo, nuestra
simpatía y nuestro agradecimiento, porque vuestra lucha por la libertad es
también nuestra lucha”. Recordemos que “Primero Justicia” se halla liderada por
Henrique Capriles Radonski (quien cuenta con algunos votantes en la ciudad de
Rosario) y otros dirigentes de activa participación en el golpe de Estado de
abril de 2002 y cuyos simpatizantes actuaron en abril de este año en los
asesinatos de militantes chavistas, inmediatamente después de las últimas
elecciones presidenciales.
Regresando
al núcleo de este comentario, digamos que —en la reunión de la Unión de Naciones de
Sudamérica (UNASUR), realizada el pasado jueves en Cochabamba, Bolivia— voces
firmes de los gobernantes de nuestra región condenaron la intromisión imperial,
al tiempo que esgrimieron las convenciones internacionales exigiendo las
necesarias disculpas de los gobiernos europeos comprometidos en los mencionados
actos ilegales, con la convicción de que esta afrenta no sólo fue contra un
país sino contra toda la Patria Grande
latinoamericana y caribeña.
A
la reunión de Cochabamba asistieron los jefes de Estado de Ecuador, Surinam,
Uruguay, Venezuela y Bolivia; y la presidenta de Argentina. Por razones obvias,
estuvieron ausentes los presidentes de Perú, Colombia, Chile y Paraguay. La
presidenta de Brasil —que ya había deplorado las actitudes de los cuatro países
europeos— envió representantes de primer nivel.
A
últimas horas de anoche, en el marco de un discurso conmemorativo del Día de la Declaración de la Independencia de la República Bolivariana
de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro anunció que su gobierno le otorgaba
derecho de asilo al ciudadano estadounidense Edward Snowden.
Antes
de finalizar este comentario, es bueno recordar las numerosas denuncias
realizadas en años recientes, relacionadas con el traslado de prisioneros en
manos de la CIA
—supuestos terroristas—, a través del territorio europeo, destinados a centros
de tortura coordinados por el gobierno estadounidense.
Si
bien esas denuncias fueron tratadas por el Parlamento Europeo. Tanto es así que
hay una resolución de este organismo, fechada el 11 de setiembre de 2012, con
el título “Supuesta utilización de países europeos
por la CIA para
el transporte y la detención ilegal de presos”, es evidente que —en su momento—
los países del viejo continente no tuvieron los reflejos para evitar esas
brutales violaciones a los derechos humanos, que han demostrado ahora para
aprehender a un ciudadano estadounidense cuyo “delito” consiste en difundir los
delitos del gobierno de los Estados Unidos.
Estos cuatro países europeos: Francia, España, Portugal e Italia,
junto a otros de la región, viejas potencias coloniales, se han convertido por
obra y gracia del neoliberalismo imperante y de su consecuente decadencia
económica, en países vasallos del Imperio.
Triste destino en este ajedrez global. De reyes y alfiles, transformarse
en peones. Y pretender desde su menguada estatura política, dar jaque a los
pueblos y gobiernos de nuestra América, que están protagonizando nada menos que
—al decir del presidente Rafael Correa— un verdadero cambio de época.