"GRACIAS CARDENAL BERGOGLIO", LEÓN FERRARI

Por Ester Stekelberg 
stekelberg@gmail.com


Un palomar con palomas –vivas--, diría Susana Giménez. En el fondo de la jaula una reproducción del conocidísimo techo de la Capilla Sixtina, obra de Miguel Ángel. Los excrementos que las palomas producen constantemente, recrean al mismo tiempo la obra. Es El Juicio Final, instalación de León Ferrari.




“A la manera de Marcel Duchamp y su Mona Lisa con bigotes, León Ferrari combina lo que se llama process art y la provocación política, violando una obra iconográfica”, resume, sin faltar un pelito a la verdad, el texto de homenaje del Musée de la Dance de Paris al artista.
Y decimos, sí, pero no sólo es artístico y provocativo. Es fundamentalmente político.
En 2008 el pintor, escultor, escritor y filósofo, declara a la Agencia France Press: “La religión tiene una influencia enorme en nuestra cultura, una influencia nefasta. La religión es de una intolerancia extrema que se transmite a toda nuestra cultura, sin olvidar que los exterminios tienen un origen religioso”.
Un año antes había recibido uno de los premios más importantes y prestigiosos del mundo, el León de Oro, fue en la edición 52 de la bienal de Venecia.
Murió León Ferrari, uno de esos fundamentales, como expresara Liliana Daunes, “nuestro viejito loco, artista anticlerical lúdico y lúcido”.
Alguien dijo por ahí que León Ferrari dejó una obra inconclusa, la recuperación del cuerpo de su hijo Ariel Adrián Ferrari, muerto por un grupo de tareas al mando de Alfredo Astiz y llevado a la ESMA en febrero de 1977. Su cuerpo jamás fue entregado, ni se conoce su último destino.
Comparto un punzante texto de Claudia Korol, militante feminista, educadora popular, periodista, secretaria de redacción de América Libre:
“Por unos días al menos, y en homenaje a León, les pido que guarden con discreción sus loas al papa inquisidor. Se los pido por favor. Se los pido a quienes sabían perfectamente quién era Bergoglio antes de ser Francisco”.
“A quienes, cuando el tipo llegó a Roma, olvidaron sus pecados de dictadura, sus pecados de homofobia, sus cruzadas contra los derechos de las mujeres, sus pecados de gran inquisidor, de controlador de la fe, de silenciador de las disidencias, de perseguidor de artistas”.
“A quienes les impresionó su poder vaticano –que demuestra que los de este continente estamos tan bien colonizados que ya nos ganamos la entrada a su cielo. A quienes pensaron que tal vez sea un papa que nos dé ciertas ventajas comparativas, por las cuales vale la pena olvidar sus ofensas a tantos hermanos y hermanas desaparecidos/as, a sus madres, a sus abuelas... a los curas del pueblo a quienes les dio la espalda (por lo menos) en la hora de su martirio”.
“León supo pintar la rabia ante ese mundo, ante esta llamada civilización occidental y cristiana. La pintó con todos los colores y las curvas que descubren la hipocresía del viejo continente. León fue por eso expulsado del templo por los mercaderes de la fe. Fue expulsado del país por los generales. Fue condenado su arte por el cardenal”.
“León vivió muchos exilios, y supo pintarlos. León vivió muchos silencios, y supo gritarlos”.
“Hoy que León andará inquietando al infierno con sus pinturas en llamas y se reirá del embotellamiento de canallas en el purgatorio... Hoy que León ya no tendrá cardenales ni papas que lo persigan en su artística osadía. Hoy que León se encontrará con tantos compañeros y compañeras en el más allá nuestro de cada día… en un lugar donde ya no se calculan los costos beneficios de cada palabra, ni se negocia la memoria, ni se la mutila”.
“Les pido que por unos días, al menos, cesen las alabanzas al santo padre que vive en Roma, mientras nos siguen degollando como a palomas”.
“Se los pido por León… Se los pido por amor al arte”.
Claudia Korol – Buenos Aires, 25 de julio, 2013
Volvemos.
En la magnífica página francesa Le Devoir. Libre de penser, El deber. Libre de pensar, la crónica cuenta; “Expuesto en el mundo entero, el pintor y escultor que murió a los 92 años, era un ferviente militante pacifista y defensor de los Derechos Humanos, sin embargo se distinguió también por haber creado el Club de impíos, heréticos, apóstatas, blasfemos, ateos, paganos, agnósticos e infieles”, el CIHABAPAI,-- ¡los católicos ultramontanos lo llaman secta!--, desde donde lanzó su campaña exigiendo la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad, contra la tortura divina o la humana.
Cuenta Claudio Zeiger que “En 1997 (más precisamente el 24 de diciembre de ese año), el Cihabapai envió una misiva al papa Juan Pablo II a su domicilio del Vaticano. ‘Se acerca el fin del milenio. Se acerca, posiblemente, el Apocalipsis y el Juicio Final. Si es cierto que son pocos los que se salvan, como advierte el Evangelio, se acerca para la mayor parte de la humanidad el comienzo de un infierno inacabable. Para evitarlo basta volver a la justicia que Dios Padre dictó en el Génesis. (...) La justicia del Hijo contradice y viola la del Padre. La existencia del Paraíso no justifica la del Infierno: la bondad de los pocos salvados no les permitirá ser felices sabiendo eternamente que novias o hermanas o madres o amigos y también desconocidos y enemigos (prójimo que Jesús nos ordena amar y perdonar) sufren en tierras de Satanás. Le solicitamos entonces volver al Pentateuco y tramitar la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad. Lo saludamos atentamente’. La carta, termina Zeiger, no obtuvo respuesta. Por lo tanto, fue vuelta a remitir en las vísperas del año 2000, acompañada por la firma de 150 personas”.
El 1° de diciembre de 2004, el entonces cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, hoy papa Francisco, calificó de “blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad”, la muestra retrospectiva del artista León Ferrari expuesta en el Centro Cultural Recoleta. En ese momento Bergoglio llamó a un ayuno y oración, sin resistirse a la tentación de hablarles con el bolsillo a sus ovejas, ya que fue claro: “También me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos", ni un pelo de zonzo, esto de tocar los otros intereses, los tangibles, además de los divinos.
La muestra contó con refuerzo policial y vigilancia, ya que una horda de inadaptados en nombre de la iglesia católica, entró al Centro Cultural a destruir la obra del artista, que lamentó que la religión que Bergoglio profesa, textual, “castigue a los que piensan diferente”, y concluyó: “las piezas que rompieron las llamé: 'Gracias Cardenal Bergoglio'”.