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Durante este último cuarto de siglo los Estados Unidos
nos tenían acostumbrados a su accionar bélico unilateral. Más precisamente
desde la invasión a Panamá, perpetrada el 20 de diciembre de 1989, a solo 41
días de la Caída de Muro de Berlín.
Bien podríamos decir que por esos días —faltando
todavía dos años para el derrumbe de la Unión Soviética— estaba naciendo un
mundo unipolar, bajo la hegemonía de Washington. Un mundo unipolar que los
últimos acontecimientos internacionales parecen indicar que está mutando hacia
formas más horizontales.
Ocurre que los cimientos de todo poderío
político-militar —como todos sabemos— están amalgamados por la solidez
económico-financiera, tan crujiente por estos tiempos en los países
capitalistas centrales: los Estados Unidos y particularmente la Unión Europea.
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 16 de setiembre de 2013.
Como contrapartida de esta crisis sistémica que, con
distintos cursos, persiste desde 2008 y promete continuar; se asiste a un
sostenido protagonismo de potencias emergentes cuyo crecimiento económico y el
potencial de sus relaciones comerciales sur-sur van creado un espacio
geopolítico capaz de balancear el poder en el Sistema Mundo, al decir del sociólogo Immanuel Wallerstein.
Este crecimiento económico-financiero en la periferia,
tiene su correlato como no podría ser de otro modo, en el terreno de la
política, de la diplomacia y —¿por qué no?— en el terreno militar.
La crisis de Siria está ratificando palmariamente esta
afirmación.
Al imperio, ahora le está costando más trabajo decidir
en solitario el destino de los pueblos al margen del Derecho Internacional.
Cuando el lunes pasado el secretario de Estado John
Kerry reafirmó desde Londres la decisión
de Washington de atacar a Siria, agregó que solo si el gobierno de Bashar
al-Asad aceptara destruir su armamento químico esa acción militar se podría
detener.
Nunca sabremos si esta expresión fue un acto fallido o
una cuerda para que el presidente Barack Obama pueda bajar de la copa del árbol
donde se había subido sin saber cómo descender. Lo cierto es que el presidente
ruso Vladimir Putin la tomó al vuelo, lo consultó con su aliado de Damasco y
prontamente puso sobre la mesa la oferta de que Siria suscriba la Convención sobre armas químicas, vigente desde abril de 1997.
Esta hábil y veloz jugada diplomática de
Putin, unida a la carta de su autoría publicada —¡justo el 11 de setiembre!— en
The New York Times, donde pone en
duda que tales intervenciones favorezcan los intereses a largo plazo de los Estados
Unidos y agrega que millones en todo el mundo ven a los Estados Unidos no como
un modelo de democracia, sino como un país que depende de la fuerza bruta, dio
un giro de 180 grados a la situación que ya estaba al borde de una aventura
militar sin precedentes.
Luego —lo que todos conocemos—, tres días de arduas
negociaciones en Ginebra entre John Kerry y el canciller ruso Serguéi Lavrov,
donde se acordó la firma de la Convención de Armas Químicas por parte de Siria
y la consecuente destrucción del arsenal en posesión de Damasco.
Luego de estos acuerdos, los sectores más belicistas de los
Estados Unidos siguen amenazando a Siria con sanciones en el seno del Consejo
de Seguridad de la ONU. Sanciones que Moscú no está dispuesta a convalidar,
valiéndose de su derecho a veto.
Estas posturas extremistas parten fundamentalmente desde el
poderoso lobby sionista dentro de los Estados Unidos, que ven la intervención
militar en Siria como la antesala de una guerra contra Irán, el más importante
aliado de Damasco.
Una arista poco difundida sobre este conflicto tiene que ver
con las posiciones de Zbigniew Brzezinski, quien fue consejero del presidente
James Carter y primer director de la Trilateral Comission (la Comisión
Trilateral —Estados Unidos, Europa y Japón— lanzada por el banquero David
Rockefeller en los años setenta). Brzezinski está considerado como uno de los más prestigiosos
analistas de política exterior de los Estados Unidos.
Brzezinski —que no es ningún izquierdista, obviamente— confronta
políticamente con los lobbies neoconservadores republicanos y sionistas, y
advierte sobre la miopía geoestratégica de ambos grupos de presión, al afirmar
que “están tan obsesionados con Israel, el Golfo Pérsico, Irak e Irán que han
perdido de vista el cuadro global: las verdaderas potencias en el mundo son
Rusia y China, los únicos países con una verdadera capacidad de resistir a los Estados
Unidos e Inglaterra y sobre los cuales tendrían que fijar su atención”.
Como para no dejar lugar a ninguna duda sobre la potencia
del pensamiento de este analista polaco-estadounidense y su capacidad de
pergeñar políticas a futuro, basta mencionar algunos conceptos de su libro “Entre
dos edades: el papel de los Estados Unidos en la era tecnotrónica”, publicado
en 1970, donde afirma “la era tecnotrónica involucra la aparición gradual de
una sociedad más controlada y dominada por una élite sin las restricciones de
los valores tradicionales, por lo que pronto será posible asegurar la vigilancia
casi continua sobre cada ciudadano y mantener al día los expedientes completos
que contienen incluso la información más personal sobre el ciudadano, archivos
que estarán sujetos a la recuperación instantánea de las autoridades”.
¡Hace 43 años Brzezinski proponía el Big Brothers que hoy
nos espía las 24 horas del día!
Brzezinski, de importante ascendiente sobre el presidente
Obama, en una entrevista que le realizara Gerald Posner en The Daily Beast —el 18
de setiembre de 2009— afirmó que “una colisión estadounidense-iraní tendría
efectos desastrosos para los Estados Unidos y China, mientras Rusia emergería
como el gran triunfador, pues el previsible cierre del Estrecho de Ormuz en el
Golfo Pérsico donde atraviesa el transporte de petróleo destinado al noreste
asiático (China, Japón y Sur-Corea), Europa y Estados Unidos, elevaría el
precio del oro negro a niveles estratosféricos y tendría severas repercusiones
en la economía global”, pasando la Unión Europea a depender totalmente del
crudo de Rusia.
En una reciente entrevista publicada en The National
Interest, Brzezinski advirtió sobre las nefastas consecuencias
de implicarse militarmente en el conflicto sirio, al afirmar “tengo miedo
de que nos dirigimos hacia una intervención estadounidense ineficaz, pues la
intervención militar podría acelerar la victoria de los grupos rebeldes que son
mucho más hostiles para nosotros que Assad, pues la actual crisis en Siria
sería una guerra colonial orquestada por Arabia Saudita, Qatar, Turquía y sus
aliados occidentales Francia y Gran Bretaña”. Así, el acuerdo de cooperación
energética de 2010 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gasoducto
desde South Pars (en Irán) a Homms (en Siria) que conectaría el Golfo Pérsico
con el Mar Mediterráneo, relativizaría la importancia estratégica de Turquía
dentro del Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático, así como el papel relevante
de las monarquías árabes del Golfo como suministradores de crudo a Occidente,
lo que explicaría el afán de Qatar, Arabia Saudita y Turquía por derrocar a Bashar
al-Asad.
A propósito de la
contradicción principal que plantea Brzezinski entre los Estados Unidos por un
lado y China y Rusia por el otro, el miércoles pasado se realizó en la ciudad
de Bishkek, capital de Kirguistán, la Decimotercera Cumbre de la Organización
de Cooperación de Shanghai. Este organismo reúne como integrantes plenos a
China, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán. Al tiempo que
cuenta a Afganistán, India,
Irán, Mongolia y Pakistán como miembros observadores y a Sri Lanka y Turquía
como socios de diálogo.
En esta cumbre, donde se
analizaron cuestiones comerciales y políticas, se escucharon atentamente las
palabras del presidente chino Xi Jinping cuando señaló claramente “los países
de la Organización de Cooperación de Shanghai deben apoyarse mutuamente en
asuntos relacionados con la soberanía, la seguridad, la integridad territorial,
el sistema político, la estabildiad social y los modelos de desarrollo”. Un
verdadero desafío al unipolarismo del que hablábamos al comienzo de esta nota.
Sobre la crisis de Siria,
los líderes de la Organización de Cooperación de Shanghai pidieron un fin
inmediato a la violencia, un inicio pronto de diálogos políticos incluyentes y
la convocatoria a una conferencia internacional.
Las informaciones de
último momento dan cuenta de que los expertos de las Naciones Unidas han
llegado a la conclusión de que el 21 de agosto fueron utilizadas armas químicas
en las afueras de Damasco, lo que no se ha comprobado todavía es que fuera el
gobierno sirio quien las usó.
Cabe aclarar que el
Ejército Libre Sirio (fuerza paramilitar de oposición al gobierno sirio) está
siendo desplazado del teatro de operaciones por los terroristas vinculados a Al
Qaeda, también aliados en este caso a los Estados Unidos y a los países
europeos.
Como se podrá apreciar la
crisis de Siria se encuentra en la bisagra de una nueva era multipolar, donde
el imperio —como decíamos—comienza a tener dificultades para imponer su
voluntad omnímoda.
Esperemos que algún día
—no muy lejano— pierdan efecto aquellas palabras de Henry Kissinger que
señalaban con esa sinceridad rayana en el cinismo: “los imperios no están
interesados en participar en un sistema internacional, ellos aspiran a ser el
sistema internacional”.