Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com
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La voracidad del complejo militar-industrial de los
Estados Unidos, apoyada en el mesianismo del “destino manifiesto”, ha llevado a
Washington —en las últimas décadas— a la apertura de innumerables frentes de
conflicto, muchos de ellos bélicos y otros tantos, económicos.
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 26 de octubre de 2013.
La caída de la Unión Soviética, a principios
de los noventa, envalentonó a las cúpulas dirigentes estadounidenses que
comenzaron a saborear las mieles de un mundo unipolar regido por ellas.
A la imposición del denominado pensamiento único, de
esencia neoliberal, se le fueron sumando estrategias geopolíticas íntimamente
enhebradas con claros objetivos económicos, que parecían haber llegado para
quedarse por mucho tiempo.
Pero, las urgencias coyunturales de los grandes grupos
económico-financieros, no suelen ser las mejores herramientas para el diseño de
una dominación estructural a largo plazo. Máxime si a esas urgencias hay que
sumarles verdaderos actos de corrupción desde las altas esferas gobernantes.
Para citar un solo caso —entre muchos—, caben recordar
los negocios realizados por la corporación de servicios petroleros Halliburton,
durante la invasión a Irak. Recordemos que el vicepresidente de George W. Bush,
Richard Cheney, alto funcionario de la mencionada multinacional, favoreció con
su gestión la concreción de numerosísimas concesiones durante todo el período
de esa criminal intervención militar estadounidense.
Esa voracidad del gran capital transnacional, con eje
en los Estados Unidos, no solo necesitó del ilegal accionar militar en diversas
regiones del planeta, sino que se dispuso a legitimar (por decirlo de algún
modo) esas acciones mediante la elaboración de un aparato ideológico de clara
raigambre retrógrada, como lo es la doctrina de la “guerra preventiva”.
Dicho de manera coloquial: “yo te ataco primero,
porque considero que vos estás planeando agredirme”.
Esta doctrina de la “guerra preventiva” dio lugar a
las aberrantes invasiones a Afganistán, Irak, Somalia, Libia, Mali… y ahora la
pretendida “primavera siria”, verdadero invierno (o, mejor dicho, infierno)
propiciado por Occidente en alianza con el terrorismo de Al Qaeda.
El imperio basa sus políticas en la profunda creencia
de la excepcionalidad de su rol en todo el planeta.
“Tenemos
un sistema de valores establecidos en nuestra Constitución, en nuestro cuerpo
de leyes y en nuestras prácticas democráticas, es nuestra creencia en la
libertad de expresión y la igualdad, que aunque imperfectas son excepcionales… —señaló
el presidente Barack Obama—. No veo ninguna contradicción entre creer que los
Estados Unidos tienen un rol extraordinario en liderar el mundo hacia la paz y
la prosperidad. Y reconociendo que ese liderazgo es pertinente, depende de
nuestra habilidad para crear aliados porque no podemos resolver todos los
problemas solos”.
Algunos
republicanos fueron más allá todavía, le dieron al excepcionalismo un
componente moral al considerar que los Estados Unidos son equivalentes a la
luminosa “Ciudad sobre la
Colina” mencionada en la Biblia.
Mientras
tanto, en las últimas décadas, el mundo fue cambiando de una manera acelerada.
El crecimiento económico de China, de muchos países asiáticos y de ciertos
países emergentes del sur geopolítico, se está haciendo sentir. Hoy China
comunista es el segundo país capitalista del planeta… ¡valga la aparente
paradoja!... y no faltará mucho tiempo para que se ubique como el primero.
A propósito de China,
digamos que —en el marco de la profunda y creciente crisis sistémica en los
Estados Unidos— Pekín está trabajando sostenidamente en la preparación del
terreno para acabar con la supremacía del país norteamericano en la economía
global.
A principios de
octubre, el Banco Popular de China y el Banco Central Europeo firmaron un
acuerdo de intercambio de divisas por valor de 350.000 millones de yuanes
(45.000 millones de euros). Se trata de un gran paso hacia el establecimiento
del yuan como moneda internacional. Este acuerdo dará lugar a que se emplee una
menor cantidad de dólares en el comercio entre China y Europa.
China es el mayor productor de oro del mundo y además está
acelerando su compra, importando una cantidad enorme de oro de otras naciones.
Algunos analistas económicos están convencidos de que China planea
eventualmente respaldar el yuan con oro y tratar de crear la alternativa número
uno al dólar estadounidense.
Si los chinos anunciaran algún día —en un futuro próximo— que van a respaldar su moneda con el oro y dejar de usar el dólar en el comercio internacional, esa decisión podría cambiar la faz de la economía mundial del día a la noche.
Si los chinos anunciaran algún día —en un futuro próximo— que van a respaldar su moneda con el oro y dejar de usar el dólar en el comercio internacional, esa decisión podría cambiar la faz de la economía mundial del día a la noche.
No obstante, antes de que se produzca este anuncio de
política-ficción —“ma non troppo”—,
comienzan a producirse situaciones que están marcando el inicio de una nueva
relación de fuerzas en la arena internacional.
Tanto empeño en espiar a medio mundo… o al mundo entero, por
mejor decir, está expresando muchas cosas. Entre ellas, que el imperio está
perdiendo la calma que caracteriza a los poderosos. Son tantas las desprolijidades antidemocráticas en
materia de respeto por la privacidad de las comunicaciones, que hacen pensar
que han superado la etapa de la hipocresía.
Este tema lo veremos más detenidamente en la Contratapa con nuestra
compañera Ester Stekelberg.
Por otra parte, algunas situaciones poco conocidas dan
cuenta de que hasta los propios socios menores del imperio, ante la pérdida de
credibilidad de Washington, comienzan a transitar inéditos caminos antes
impensables.
En un franco reconocimiento de las debilidades que aquejan a
la Casa Blanca,
Chas Freeman Jr., diplomático retirado que se
desempeñó como embajador en Arabia Saudita durante la Guerra del Golfo de 1991,
admitió: “los estadounidenses ya no tenemos la capacidad de marcar tendencias
en Medio Oriente”. Al tiempo que auguró el pasado martes “esto podría generar sorprendentes
realineamientos geopolíticos”.
Estos realineamientos no se están haciendo
esperar.
“La Casa Blanca —señala el columnista Jim Lobe, de la
agencia de noticias IPS— recibió una bofetada la semana pasada cuando Arabia
Saudita rechazó sentarse por primera vez como miembro no permanente en el
Consejo de Seguridad de la
Organización de las Naciones Unidas, arguyendo el fracaso de
ese órgano para resolver el conflicto palestino-israelí y la actual crisis en
Siria”.
El martes 22, el diario The Wall Street Journal informó que
diplomáticos europeos se habían reunido con el jefe de inteligencia saudita,
Bandar bin Sultan al Saud, exembajador de su país en Washington. En ese
encuentro, Bandar habría dicho claramente que el boicot al Consejo de Seguridad
era “una respuesta para los Estados Unidos, no para la ONU”.
En este punto, es conveniente tener en cuenta que
a Arabia Saudita le preocupa seriamente una posible distensión entre los Estados Unidos e Irán, pues teme que Teherán
recupere la primacía que gozaba en Medio Oriente antes de la Revolución Islámica
de 1979.
Otro frente de tormenta se le presenta a
Washington con Turquía, su aliado en la OTAN.
David Ignatius, columnista del periódico The Washington Post,
informó la semana pasada que el jefe de inteligencia turco había revelado a
Teherán la identidad de 10 iraníes que realizaban espionaje para Israel.
De esta forma, Ankara puso fin a una larga historia de
colaboración en inteligencia con el gobierno israelí, que comenzó a
descarrilarse tras la ofensiva del Estado judío a Gaza en 2008 y 2009.
La prensa turca informó el martes 22 que Washington había
cancelado el envío de aviones no tripulados Predator a Ankara en represalia por
esa colaboración con Irán.
Esto marcaría un cambio en la histórica rivalidad entre Turquía e
Irán y confirmaría el fracaso de los esfuerzos de Obama para volver a estrechar
los lazos entre turcos e israelíes.
Como se podrá apreciar, estos son algunos de los síntomas que
están denotando una pérdida de músculo de los Estados Unidos entre sus aliados.
Por ahora, los más fieles son los europeos occidentales; a los que
se los puede espiar, se molestan un poco y luego vuelven al redil del imperio.
Viejos lobos colonialistas, convertidos ahora en mansos corderos de Washington.