MANDELA Y LA HIPOCRESIA DEL IMPERIO

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com 


"He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He abrazado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Espero poder vivir para ver este ideal cumplido. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir".
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 9 de diciembre de 2013.

Con estas palabras, Nelson Mandela —el 20 de abril de 1964— iniciaba su alegato ante el sordo tribunal del apartheid, dispuesto a condenarlo sin atenuantes por su lucha en defensa de la igualdad racial, la democracia y la justicia social en su amada Sudáfrica natal.

Ese joven abogado sudafricano inspirado en las ideas pacifistas de Gandhi, ante la barbarie del régimen racista —patentizada en la masacre de Sharpeville de 1960— asumió la creación del brazo armado del Congreso Nacional Africano, al que se denominó “La Lanza de la Nación”. Por entonces el gobierno de Washington, aliado de los fascistas de Pretoria, decidió incorporar a Nelson Mandela y a sus compañeros de lucha a su listado de “terroristas”.

Durante los 27 años de prisión, Mandela continuó siendo la columna inconmovible de la resistencia contra régimen del apartheid. Régimen que —gracias a la lucha de los pueblos de todo el mundo— fue cayendo en el desprestigio y en el aislamiento. Aislamiento al que sumaron su aporte, finalmente, los países que por años le sirvieron de apoyo.

Un capítulo aparte, por el grado de connivencia con el apartheid, le cabe a los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y del Estado de Israel. Para muestra solo cabe citar la Resolución Nº 39, de la 38ª sesión plenaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, del 5 de diciembre de 1983, que en su artículo 12º "condena la política de ciertos Estados occidentales, en particular de los Estados Unidos de América y de Israel, y de sus empresas transnacionales e instituciones financieras, que han intensificado su colaboración en las esferas política, económica y militar con el régimen racista minoritario de Sudáfrica a pesar de las repetidas exhortaciones de la Asamblea General".

Entre enero y marzo de 1988 se libró —en el sur de Angola— la batalla de “Cuito Cuanavale”. Fue en respuesta a la invasión de las fuerzas militares sudafricanas, con la colaboración de los Estados Unidos y los terroristas angoleños de UNITA apoyados por la CIA. La libraron conjuntamente las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la República de Cuba.

El 23 de marzo de ese año las tropas del apartheid sufren una contundente derrota a manos de cubanos y angoleños en esta batalla, debiendo emprender la retirada. Esta derrota del gobierno racista de Sudáfrica, garantizó la integridad del territorio angoleño; dio lugar a la independencia de Namibia, sojuzgada por Sudáfrica; y debilitó enormemente al gobierno de Pretoria. Tanto es así, que dos años después se vio obligado a poner en libertad a Nelson Mandela, el máximo exponente de la lucha contra el perverso sistema del apartheid.

En 1990 al salir de la prisión, Mandela se convierte en el líder indiscutible de su pueblo. En 1994 fue electo presidente de Sudáfrica, lo que contribuyó aún más a elevar su estatura de líder mundial. Había llegado el momento histórico de suprimir ese oprobioso régimen segregacionista, pero todavía faltaba mucho para hacer de Sudáfrica un país con equidad social. Esta todavía es una tarea pendiente en manos de las generaciones futuras.

A esta altura de nuestro homenaje a Nelson Mandela, no debemos olvidar que recién en 2008 —nueve años después de haber concluido su mandato presidencial— el gobierno de los Estados Unidos resolvió suprimir su nombre de ese abyecto listado de “terroristas” que el imperio utiliza maniqueamente para maquillar su propio terrorismo de Estado.

Ahora, con una hipocresía rayana en el cinismo, el presidente Barack Obama dejará por unos días de matar hombres, mujeres y niños en Pakistán con sus aviones no tripulados, para hacerse un lugar en la agenda que le permita fingir un homenaje a nuestro querido Nelson Mandela, ese arquetipo africano y mundial en la lucha por los Derechos Humanos.

Solo asco se puede experimentar ante tal infamia.

Nelson Mandela a su llegada a la hermana República de Cuba, una de las primeras visitas que realizó luego del fin de su cautiverio, pronunció estas palabras:

Fidel Castro es uno de mis grandes amigos. Me siento orgulloso de encontrarme entre aquellos que apoyan el derecho de los cubanos a elegir su propio destino. Las sanciones que castigan a los cubanos por haber elegido la autodeterminación se oponen al orden mundial que queremos instaurar. Los cubanos nos facilitaron tanto recursos como instrucción para luchar y ganar. Soy un hombre leal y jamás olvidaré que en los momentos más sombríos de nuestra patria, en la lucha contra el apartheid, Fidel Castro estuvo a nuestro lado”.

También hay que recordar que según el diario británico The Guardian, documentos secretos de Sudáfrica revelan que Israel le propuso al régimen del apartheid la venta de cabezas nucleares, lo que supondría la primera prueba oficial de que el Estado judío posee armas atómicas.

Las reuniones secretas entre altos funcionarios de ambos países, celebradas el 31 de marzo de 1975, demuestran que el ministro de Defensa sudafricano, Pieter Botha, preguntó por las cabezas nucleares y Simon Peres, en aquel momento ministro de Defensa israelí y actualmente presidente del país, le contestó ofreciéndole "tres tamaños diferentes" de misiles Jericó. Ambos hombres firmaron también un acuerdo de amplio alcance sobre las relaciones militares entre ambos países que incluía una cláusula donde se especificaba "que la existencia de este acuerdo debe permanecer en secreto".

A propósito de Israel, digamos que el estado colonialista judío está aplicando al pueblo palestino, criterios similares a los del apartheid sudafricano. En particular todo lo que tiene que ver con el aislamiento de los poblados palestinos, rodeados de asentamientos de colonos israelíes. Estos poblados árabes son verdaderos “bantustanes”, tal como se denominaban a esos bolsones de africanos negros, con aparente independencia, rodeados de territorios blancos desde donde se aplicaba el terrorismo de Estado, tal como lo hace hoy el Estado de Israel sobre los habitantes palestinos.

Desde Hipótesis recordamos a Nelson Mandela, este gigante moral, en tiempos de guerras preventivas y corrupción neoliberal, que nos dejó físicamente el pasado jueves 5 de diciembre. Lo recordaremos siempre como un verdadero ejemplo para la humanidad.

Ejemplo de entereza, de resistencia, de sacrificio personal, de desprendimiento, de temple revolucionario y de amor a su pueblo y a la humanidad.

De amor a la vida.