miguelferrari@gmail.com
"He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He abrazado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Espero poder vivir para ver este ideal cumplido. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir".
Con
estas palabras, Nelson Mandela —el 20 de abril de 1964— iniciaba
su alegato ante el sordo tribunal del apartheid,
dispuesto a condenarlo sin atenuantes por su lucha en defensa de la
igualdad racial, la democracia y la justicia social en su amada
Sudáfrica natal.
Ese
joven abogado sudafricano inspirado en las ideas pacifistas de
Gandhi, ante la barbarie del régimen racista —patentizada en la
masacre de Sharpeville de 1960— asumió la creación del brazo
armado del Congreso Nacional Africano, al que se denominó “La
Lanza de la Nación”. Por entonces el gobierno de Washington,
aliado de los fascistas de Pretoria, decidió incorporar a Nelson
Mandela y a sus compañeros de lucha a su listado de “terroristas”.
Durante
los 27 años de prisión, Mandela continuó siendo la columna
inconmovible de la resistencia contra régimen del apartheid.
Régimen que —gracias a la lucha de los pueblos de todo el mundo—
fue cayendo en el desprestigio y en el aislamiento. Aislamiento al
que sumaron su aporte, finalmente, los países que por años le
sirvieron de apoyo.
Un
capítulo aparte, por el grado de connivencia con el apartheid,
le cabe a los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y del Estado
de Israel. Para muestra solo cabe citar la Resolución Nº 39, de la
38ª sesión plenaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
del 5 de diciembre de 1983, que en su artículo 12º "condena la
política de ciertos Estados occidentales, en particular de los
Estados Unidos de América y de Israel, y de sus empresas
transnacionales e instituciones financieras, que han intensificado su
colaboración en las esferas política, económica y militar con el
régimen racista minoritario de Sudáfrica a pesar de las repetidas
exhortaciones de la Asamblea General".
Entre
enero y marzo de 1988 se libró —en el sur de Angola— la batalla
de “Cuito Cuanavale”. Fue en respuesta a la invasión de las
fuerzas militares sudafricanas, con la colaboración de los Estados
Unidos y los terroristas angoleños de UNITA apoyados por la CIA. La
libraron conjuntamente las Fuerzas Armadas Populares para la
Liberación de Angola y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la
República de Cuba.
El
23 de marzo de ese año las tropas del apartheid
sufren una
contundente derrota a manos de cubanos y angoleños en esta batalla,
debiendo emprender la retirada. Esta derrota del gobierno racista de
Sudáfrica, garantizó la integridad del territorio angoleño; dio
lugar a la independencia de Namibia, sojuzgada por Sudáfrica; y
debilitó enormemente al gobierno de Pretoria. Tanto es así, que dos
años después se vio obligado a poner en libertad a Nelson Mandela,
el máximo exponente de la lucha contra el perverso sistema del
apartheid.
En
1990 al salir de la prisión, Mandela se convierte en el líder
indiscutible de su pueblo. En 1994 fue electo presidente de
Sudáfrica, lo que contribuyó aún más a elevar su estatura de
líder mundial. Había llegado el momento histórico de suprimir ese
oprobioso régimen segregacionista, pero todavía faltaba mucho para
hacer de Sudáfrica un país con equidad social. Esta todavía es una
tarea pendiente en manos de las generaciones futuras.
A
esta altura de nuestro homenaje a Nelson Mandela, no debemos olvidar
que recién en 2008 —nueve años después de haber concluido su
mandato presidencial— el gobierno de los Estados Unidos resolvió
suprimir su nombre de ese abyecto listado de “terroristas” que el
imperio utiliza maniqueamente para maquillar su propio terrorismo de
Estado.
Ahora,
con una hipocresía rayana en el cinismo, el presidente Barack Obama
dejará por unos días de matar hombres, mujeres y niños en Pakistán
con sus aviones no tripulados, para hacerse un lugar en la agenda que
le permita fingir un homenaje a nuestro querido Nelson Mandela, ese
arquetipo africano y mundial en la lucha por los Derechos Humanos.
Solo
asco se puede experimentar ante tal infamia.
Nelson
Mandela a su llegada a la hermana República de Cuba, una de las
primeras visitas que realizó luego del fin de su cautiverio,
pronunció estas palabras:
“Fidel
Castro es uno de mis grandes amigos. Me siento orgulloso de
encontrarme entre aquellos que apoyan el derecho de los cubanos a
elegir su propio destino. Las sanciones que castigan a los cubanos
por haber elegido la autodeterminación se oponen al orden mundial
que queremos instaurar. Los cubanos nos facilitaron tanto recursos
como instrucción para luchar y ganar. Soy un hombre leal y jamás
olvidaré que en los momentos más sombríos de nuestra patria, en la
lucha contra el apartheid,
Fidel Castro estuvo a nuestro lado”.
También
hay que recordar que según
el diario británico The
Guardian, documentos
secretos de Sudáfrica revelan que Israel le propuso al régimen del
apartheid
la venta de cabezas nucleares, lo que supondría la primera prueba
oficial de que el Estado judío posee armas atómicas.
Las reuniones secretas entre altos funcionarios de ambos países, celebradas el 31 de marzo de 1975, demuestran que el ministro de Defensa sudafricano, Pieter Botha, preguntó por las cabezas nucleares y Simon Peres, en aquel momento ministro de Defensa israelí y actualmente presidente del país, le contestó ofreciéndole "tres tamaños diferentes" de misiles Jericó. Ambos hombres firmaron también un acuerdo de amplio alcance sobre las relaciones militares entre ambos países que incluía una cláusula donde se especificaba "que la existencia de este acuerdo debe permanecer en secreto".
A propósito de Israel, digamos que el estado colonialista judío está aplicando al pueblo palestino, criterios similares a los del apartheid sudafricano. En particular todo lo que tiene que ver con el aislamiento de los poblados palestinos, rodeados de asentamientos de colonos israelíes. Estos poblados árabes son verdaderos “bantustanes”, tal como se denominaban a esos bolsones de africanos negros, con aparente independencia, rodeados de territorios blancos desde donde se aplicaba el terrorismo de Estado, tal como lo hace hoy el Estado de Israel sobre los habitantes palestinos.
Las reuniones secretas entre altos funcionarios de ambos países, celebradas el 31 de marzo de 1975, demuestran que el ministro de Defensa sudafricano, Pieter Botha, preguntó por las cabezas nucleares y Simon Peres, en aquel momento ministro de Defensa israelí y actualmente presidente del país, le contestó ofreciéndole "tres tamaños diferentes" de misiles Jericó. Ambos hombres firmaron también un acuerdo de amplio alcance sobre las relaciones militares entre ambos países que incluía una cláusula donde se especificaba "que la existencia de este acuerdo debe permanecer en secreto".
A propósito de Israel, digamos que el estado colonialista judío está aplicando al pueblo palestino, criterios similares a los del apartheid sudafricano. En particular todo lo que tiene que ver con el aislamiento de los poblados palestinos, rodeados de asentamientos de colonos israelíes. Estos poblados árabes son verdaderos “bantustanes”, tal como se denominaban a esos bolsones de africanos negros, con aparente independencia, rodeados de territorios blancos desde donde se aplicaba el terrorismo de Estado, tal como lo hace hoy el Estado de Israel sobre los habitantes palestinos.
Desde
Hipótesis recordamos a Nelson Mandela, este gigante moral, en
tiempos de guerras preventivas y corrupción neoliberal, que nos dejó
físicamente el pasado jueves 5 de diciembre. Lo recordaremos siempre
como un verdadero ejemplo para la humanidad.
Ejemplo
de entereza, de resistencia, de sacrificio personal, de
desprendimiento, de temple revolucionario y de amor a su pueblo y a
la humanidad.
De
amor a la vida.