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Mañana se cumplirán 72 años de la batalla
final del Levantamiento del Ghetto de Varsovia.
El 19
de abril de 1943, los habitantes del ghetto de la capital polaca se rebelaron
contra las SS hitlerianas. Después
de la invasión de Polonia por los alemanes, los judíos habían sido recluidos en
ghettos.
AUDIO: http://www.goear.com/listen/3eb24f1/150418-ojos-del-sur-
“Con los Ojos
del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 18 de abril de 2015. Esta columna fue cortinada con el Himno de los Partisanos Judíos (en iddish).
La
palabra ghetto —de origen italiano— viene de "borghetto"; esto es,
pequeño burgo o ciudad. Estas pequeñas ciudades, en realidad eran grandes
barrios cercados con alambradas de púas, donde millares de personas se hallaban
prisioneras de los ocupantes nazis.
Prisioneros
que, a pesar de todo, trataban de realizar una vida "normal",
mientras esperaban el peor de los destinos. Esto no era, ni más ni menos, que
la primera fase de aquella "solución final", que —veinte años antes—
había anunciado Adolf Hitler en su libro Mein
Kampf.
Casi
todos aquellos seres humanos que lograron sobrevivir a tres años de vejaciones
y de tormentos en el ghetto más grande de la Polonia ocupada, decidieron levantarse ante el
criminal opresor. La mayoría murió tras un mes de lucha, como ellos habían
decidido hacerlo: con dignidad y con honor. Fue un acto de desafío de todo un
pueblo, cuya secular capacidad de supervivencia había sido sometida a terribles
pruebas.
En el
otoño de 1940, el barrio judío de Varsovia fue cercado por un alto muro
protegido con alambradas de púas. Más de 400 mil judíos fueron encerrados en
él, aislados del mundo exterior, en espera de un destino que pocos de ellos en
ese momento conocían.
La vida
en el ghetto transcurría dolorosa y contradictoriamente. El hambre y la
violencia que desataban los guardianes nazis, torturaba los cuerpos y las
mentes de los habitantes. No obstante, incluso en medio de este cuadro de
muerte, de enfermedad y de terror, las escuelas clandestinas prosperaban, las
zonas bombardeadas eran cultivadas, cuatro teatros permanecían abiertos, los
músicos daban conciertos y los poetas infundían en sus versos tanta
desesperación como imágenes de esperanza; pintores y escultores creaban y
exponían obras nuevas; se publicaban periódicos clandestinos, entre ellos el
"Négued Hazérem" que en iddish significa "Contra la corriente".
Con el
correr de los días el movimiento de resistencia comenzó a tomar cuerpo. Lo
integraban el movimiento Hashomer
Hatzair, los comunistas y los partidarios de Bund, el partido socialista hebreo más importante. Durante el
transcurso del mes de julio de 1942, cuando las cámaras de gas de Treblinka, a
pocos kilómetros al nordeste de la capital, iniciaron el exterminio en masa de
los judíos de Varsovia, la resistencia se aseguró la plena adhesión de los
movimientos políticos y religiosos presentes en el ghetto.
Antes
de finalizar julio del '42, la organización combatiente judía fue puesta al
mando de Mordejai Anielewicz, un joven de
veintitrés años, miembro de Hashomer Hatzair. Hijo de una familia obrera, con
educación superior adquirida en la Escuela Judía de Varsovia. Anielewicz estaba
secundado por varios subcomandantes, integrantes de las mencionadas
organizaciones judías.
Entre
julio y octubre de 1942, más de 300 mil judíos fueron deportados de la capital
polaca. Cuatro quintas partes hacia al campo de exterminio de Treblinka y el
resto a los campos de trabajos forzados. El ghetto se ha transformado en un
infierno. Los hombres son tratados como bestias. Cada uno se encuentra a un
solo paso de la deportación; se caza a las personas en las calles, como si se tratase
de animales en la selva.
Los
combatientes clandestinos sabían ya que el encuentro decisivo era tan sólo
cuestión de tiempo. Habían adquirido armas con la ayuda de agentes que entraban
y salían, furtivamente, en el ghetto, a lo largo del alcantarillado. Así se
constituyeron y adiestraron veintidós grupos de guerrilleros.
El
primer encuentro armado se produjo el 18 de enero, nueve días después de haber
visitado Himmler el ghetto y de ordenar la reanudación de las deportaciones.
Después de cuatro días de lucha, las SS, que se habían dispuesto a cercar a los
últimos 60 ó 70 mil judíos que aún permanecían en el ghetto, se retiraron. Las
fuerzas de Anielewicz habían superado el bautismo de fuego y todo estaba ahora
dispuesto para la insurrección.
El 16
de febrero, tras una acción de resistencia a las deportaciones por parte de los
judíos, Himmler decidió que el ghetto fuera destruido.
Con la
conducción del teniente general Jürgen
Stropp, en la madrugada del 19 de abril, víspera de la Pascua judía, el ghetto fue
cercado. La organización judía de combate declaró entonces el estado de alarma.
Poco después, las SS hicieron su aparición.
Con
gran estupor por parte de los alemanes, su primera tentativa de penetración fue
rechazada por un nutrido fuego, con armas de pequeño calibre, granadas y bombas
caseras. Un carro de combate fue incendiado por un grupo de veinte personas
—hombres, mujeres y niños— y los alemanes tuvieron que retirarse. En el bando
judío reinaba un ambiente de gran alegría. Al fin, en las calles de Varsovia,
junto a la sangre judía, corría también la sangre alemana. Sin embargo, pocos,
entre los combatientes, se hacían ilusiones. Sabían, desde luego, que no
podrían vencer; pero estaban decididos a vender caras sus vidas.
Pasadas
las primeras dos semanas, Stropp se dio cuenta de que cada vez era más difícil
aniquilar a los judíos. La resistencia opuesta por los judíos y por un puñado
de guerrilleros polacos, que los apoyaban desde el exterior del muro era tan
eficaz, que Stropp debía mantener en acción a sus patrullas de asalto las
veinticuatro horas del día. Pero Himmler empezó a revelar cierta impaciencia y
Stropp se vio de pronto obligado a adoptar una política de destrucción total.
Uno
tras otro, los edificios que albergaban a los combatientes fueron
sistemáticamente evacuados y a continuación incendiados. También en las
cloacas, donde se escondían muchos judíos, la vida se hizo cada vez más dura,
sobre todo después de las tentativas de los alemanes de ahogarlos allí mismo.
Gradualmente, los bunkers fueron barridos y destruidos por los ingenieros de la Wehrmacht , que empleaban
bombas lacrimógenas y explosivos.
Tras la
dura batalla que tuvo lugar el 8 de mayo, Mordejai
Anielewicz y el comando supremo de la resistencia se hallaban en el búnker de
la calle Mila 18. Durante dos horas los alemanes, que habían rodeado las cinco
entradas, combatieron con armas y gases para minar la resistencia. Mordejai luchó hasta que sus fuerzas cedieron,
asfixiado por los gases. A fin de no caer vivos, la consigna fue el suicidio.
Cuando finalmente ingresaron los alemanes, sólo hallaron 80 combatientes,
encabezados por Mordejai Anielewicz... ¡muertos!
Dos
semanas antes de su heroico fin, Mordejai había escrito a su lugarteniente,
Antek Tzukerman quien se hallaba en el lado "ario" de Varsovia: "El sueño de mi vida se ha cumplido,
la autodefensa judía en el ghetto es un hecho, la resistencia judía armada es
una realidad. Soy testigo del heroísmo de los sublevados judíos. ¡Esa fue —esa
es— la victoria!"
...
Hoy, a
72 años de aquella heroica hazaña, los sucesivos gobernantes israelíes de las
últimas décadas, con su salvaje política colonialista respecto de los
ciudadanos palestinos, mancillan día tras día la memoria de los héroes del
Ghetto de Varsovia y de todos los héroes judíos que enfrentaron con dignidad la
barbarie nazi-fascista.