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Hace una
semana que nuestro Luis, el Nono Ortolani, dio los hurras y partió. Esa
desazón, esa sensación que no baja ni sube, que queda ahí, oprimiendo el pecho,
es la que en esta contratapa trataremos de conjurar a través de un bellísimo
relato de alguien que lo conoció en los oscuros tiempos del encierro. Mario
Burgos se autodefine como: “Psicólogo en atención primaria de la
salud en la Provincia
de Bs. As., setentista, hincha de San Lorenzo, ex preso político. Nací en
1950, el año del Libertador Gral San Martín…” Mario Burgos escribió esto que
vamos a compartir en nuestra contra. “Nono Ortolani, el memorioso”, es el
título. Escuche.
“Contratapa”,
columna de opinión emitida en “Hipótesis” el domingo 6 de setiembre de 2015.
“Los
chanchos en la cárcel de Villa Libertad, Resistencia, Chaco. Sanción habitual:
Un mes. Los porqués varían de acuerdo a la inventiva del oficial de guardia. El
motivo es siempre el mismo: quebrar resistencias reales o supuestas.
Todo esto lo
sabríamos con el tiempo”
“Ahora, los
diez o doce primeros castigados caminamos en círculos, cada uno en su celda de
2 x 3 metros ,
piso de cemento y sin más mobiliario que una ventana minúscula, igual enrejada,
a más de dos metros de altura”
“El silencio
se interrumpe a ratos por algún carro que pasa chirriando, lejos, por el
pasillo central. El calor arrecia, así que los pájaros no aportan. De tanto en
tanto algunos golpes en una pared cercana dan cuenta de una charla por Morse. O
una partida de ajedrez. O ambas”
“En el
silencio, que de todos modos se impone, se escucha una voz grave, densa, pesada
y calma. ‘Compañeros: Soy Ortolani, me dicen ’el Nono’. ¿Qué les parece si nos
vamos presentando, siguiendo el orden de las celdas?’"
“El Morse y
las caminatas se detienen y, algunos por primera vez otros repitiéndose, todos
nos presentamos”
“Comienzan
los comentarios. Que todos estaremos allí por un mes, que nos eligieron, que el
régimen de la cárcel se endurece, que el que está en la celda más cercana a la
reja de ingreso puede escuchar cuando entra el yuga y avisar con un par de
golpes”
“Y ya nos
ponemos de acuerdo: Un golpe para tal cosa. Dos para tal otra. La charla se va
apagando cuando vuelve a resonar la voz del Nono: ‘¿Qué tal si contamos algún
cuento?’. ‘¿Quién se acuerda?’, pregunta el de la segunda celda. ‘¿Cuentos de
qué?’, pregunta el de la quinta celda de enfrente.
‘Si quieren,
yo puedo largar con el primero’, apunta el Nono y agrega: ‘Funes, el memorioso
por Jorge Luis Borges’”
“Tras un
silencio, el Nono comienza el relato: ‘Y lo recuerdo (yo no tengo derecho a
pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese
hombre ha muerto)…’. En algún momento, lo que es texto de Borges se mezcla con
el texto que va armando el Nono sin detenerse hasta llegar al ‘fin’
“No lo
interrumpe una sola voz. El carro parece que ya no va con comida u ollas vacías
hacia el pabellón de ‘comunes’, los pájaros siguen su siesta. Sólo existe la
semblanza y virtudes de ese personaje uruguayo, algo resentido con los
argentinos, más agobiado por tanto recuerdo. El Nono es, no sólo por su
fidelidad al cuento sino también por los matices que le imprime a cada
situación, a cada referencia, Funes. Pero a diferencia de aquel que imaginara
Borges, este memorioso tuvo la virtud de despertar el Funes que dormía en cada
uno. En una tarde, la primera en esos chanchos, cuerpo a tierra, la cara de
costado para que su voz saliera por la hendija inferior de la puerta y llegara
a diez, doce tipos cuerpo a tierra, la oreja pegada a la hendija de su puerta,
el Nono fundó la rutina diaria para la hora de cada siesta en ese mes de
chanchos que todos habríamos de pasar, sin colchones, comiendo una vez al día y
a veces menos, con alguna que otra guardia sacándonos de uno en uno a las
patadas con el fin de cambiar lo que no habían podido: una actitud de dignidad
que los presos no abandonamos ni después de Margarita Belén”
“Desde al
final de cada relato escuchado cuerpo a tierra hasta el inicio del siguiente un
día después, el próximo relator, entre las caminatas, el recordar canciones,
poemas, algo para decir y escucharse en voz alta, el sueño mal dormido sobre el
cemento y la vigilia forzada en el día para que la noche no lo encuentre en
vela, entre las repetidas acciones que te permiten ilusionarte con seguir
siendo vos, el próximo relator se esforzará por recordar párrafos, alguna
palabra clave o al menos la situación que se volcará alguna vez en la escritura
de Cortázar, Benedetti, Sarmiento (el Facundo también terció en esos días).
Y todos
sabíamos que el Nono lo contaba mejor, así que nos esforzábamos por acercarnos
a su altura”
“El Nono
Ortolani no fue detenido por contar cuentos, al menos esos cuentos y de ese
modo, sino por militar en el PRT, conducir una parte de la apoyatura al
conflicto de Villa Constitución, tener, al momento de su detención decenas de
años de militancia. De ahí ‘El Nono’”
“En otro
momento, de palabras intercambiadas por personas que no se ven, el Nono negoció
en la noche y a la distancia con un vocero de los represores, la rendición de
los compañeros que quedaron dentro del penal de Rawson, tras la fuga de 1972”
“Ya en la
nueva dictadura, antes de llegar a Villa Libertad, estuvo un año en otra
cárcel, no recuerdo cuál. Aislado. Lo sacaban de cuando en cuando a caminar por
el patio. Solo”
“Cuando lo
supe me pregunté cuánto tuvo que poner de sí en ese año de soledad para seguir
siendo quien era este tipo que se comunicaba con tanta naturalidad, que tenía
tanta avidez por charlar, compartir con los demás, tanta que pudo convencernos
a todos de agregarle horas de piso de cemento a nuestros cuerpos para
escucharlo, para escucharnos”
“Después
vendrían otras cárceles, libertades a tiempos diferentes, vidas un poco menos
heroicas pero más cerca de lo humano y lo vivible. El perderse de vista entre
el mar de nuevas relaciones, amores, familias”
“Nos vimos
en ocasión de convertirse el aeropuerto de Trelew en Centro de la Memoria. Entramos
a la cárcel de Rawson, pude ‘probarme’ la celda que habité en 1974. Entre
exclamación y exclamación nos contamos algunas cosas”
“Tanto era
lo vivido que no se podía juntar en un relato como los del Chaco”
“Hoy, mi ex
mujer me manda un whatsapp. ‘¿Conocías al Nono Ortolani? Nada… te imaginas. Sí,
se murió. Estamos grandes’.
Sólo esperar
que en estos años que le escamoteamos al genocidio el Nono haya vivido con
tanta plenitud como la que ponía en sus relatos. Y recordarlo”
Mario Burgos