miguelferrari@gmail.com
El pasado martes se cumplieron 73 años de
la batalla final del Levantamiento del Ghetto de Varsovia. De aquel 19 de abril de 1943, cuando
los habitantes del ghetto de la capital polaca se rebelaron contra las SS
hitlerianas.
“Con los Ojos
del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 23 de abril de 2016.
Después
de la invasión a Polonia perpetrada por los nazis, los judíos fueron recluidos
en ghettos, grandes barrios cercados con alambradas de púas, donde millares de
personas se hallaban prisioneras.
Casi
todos aquellos seres humanos que lograron sobrevivir a tres años de vejaciones
y de tormentos en el ghetto más grande de la Polonia ocupada, decidieron levantarse ante el
criminal opresor. La mayoría murió tras un mes de lucha, como ellos habían
decidido hacerlo: con dignidad y con honor. Fue un acto de desafío de todo un
pueblo, cuya secular capacidad de supervivencia había sido sometida a terribles
pruebas.
En el
otoño de 1940, el barrio judío de Varsovia fue cercado por un alto muro
protegido con alambradas de púas. Más de 400 mil judíos fueron encerrados en
él, aislados del mundo exterior, en espera de un destino que pocos de ellos en
ese momento conocían.
En
medio de este cuadro de muerte, de enfermedad y de terror, las escuelas
clandestinas prosperaban, las zonas bombardeadas eran cultivadas, cuatro
teatros permanecían abiertos, los músicos daban conciertos y los poetas
infundían en sus versos tanta desesperación como imágenes de esperanza;
pintores y escultores creaban y exponían obras nuevas; se publicaban periódicos
clandestinos.
Con el
correr de los días la resistencia comenzó a tomar cuerpo. La integraban el
movimiento Hashomer Hatzair, los
comunistas y los partidarios de Bund,
el partido socialista hebreo más importante. Durante el transcurso del mes de
julio de 1942, cuando las cámaras de gas de Treblinka, a pocos kilómetros al
nordeste de la capital, iniciaron el exterminio en masa de los judíos de
Varsovia, la resistencia se aseguró la plena adhesión de los movimientos
políticos y religiosos presentes en el ghetto.
Antes
de finalizar julio del '42, la organización combatiente judía fue puesta al
mando de Mordejai Anielewicz, un joven de
veintitrés años, miembro de Hashomer Hatzair. Hijo de una familia obrera, con
educación superior adquirida en la Escuela Judía de Varsovia. Anielewicz estaba
secundado por varios subcomandantes, integrantes de las mencionadas
organizaciones judías.
Los
combatientes clandestinos sabían ya que el encuentro decisivo era tan sólo
cuestión de tiempo. Habían adquirido armas con la ayuda de agentes que entraban
y salían, furtivamente, en el ghetto, a lo largo del alcantarillado. Así se
constituyeron y adiestraron veintidós grupos de guerrilleros.
El
primer encuentro armado se produjo el 18 de enero, nueve días después de haber
visitado Himmler el ghetto y de ordenar la reanudación de las deportaciones.
Después de cuatro días de lucha, las SS, que se habían dispuesto a cercar a los
últimos 60 ó 70 mil judíos que aún permanecían en el ghetto, se retiraron. Las
fuerzas de Anielewicz habían superado el bautismo de fuego y todo estaba ahora
dispuesto para la insurrección.
En la
madrugada del 19 de abril, víspera de la Pascua judía, el ghetto fue cercado. La
organización judía de combate declaró entonces el estado de alarma. Poco
después, las SS hicieron su aparición.
Con
gran estupor por parte de los alemanes, su primera tentativa de penetración fue
rechazada por un nutrido fuego, con armas de pequeño calibre, granadas y bombas
caseras. Un carro de combate fue incendiado por un grupo de veinte personas y
los alemanes tuvieron que retirarse. Al fin, en las calles de Varsovia, junto a
la sangre judía, corría también la sangre de los nazis alemanes. Sin embargo,
pocos, entre los combatientes, se hacían ilusiones. Sabían, desde luego, que no
podrían vencer; pero estaban decididos a vender caras sus vidas.
Unos tras
otros los edificios que albergaban a los combatientes fueron sistemáticamente
evacuados y a continuación incendiados. Gradualmente, los bunkers fueron
barridos y destruidos por los ingenieros de la Wehrmacht , que empleaban
bombas lacrimógenas y explosivos.
Tras la
dura batalla que tuvo lugar el 8 de mayo, Mordejai
Anielewicz y el comando supremo de la resistencia se hallaban en el búnker de
la calle Mila 18. Durante dos horas los alemanes, que habían rodeado las cinco
entradas, combatieron con armas y gases para minar la resistencia. Mordejai luchó hasta que sus fuerzas cedieron,
asfixiado por los gases. A fin de no caer vivos, la consigna fue el suicidio.
Cuando finalmente ingresaron los alemanes, sólo hallaron 80 combatientes,
encabezados por Mordejai Anielewicz... ¡muertos!
Dos
semanas antes de su heroico fin, Mordejai había escrito a su lugarteniente,
Antek Tzukerman quien se hallaba en el lado "ario" de Varsovia: "El sueño de mi vida se ha cumplido,
la autodefensa judía en el ghetto es un hecho, la resistencia judía armada es
una realidad. Soy testigo del heroísmo de los sublevados judíos. ¡Esa fue —esa
es— la victoria!"
(Himno de los partisanos)
Este es
el himno de los partisanos judíos…
Hoy, a
73 años de aquella heroica hazaña, los sucesivos gobernantes israelíes de las
últimas décadas, con su salvaje política colonialista respecto de los
ciudadanos palestinos, mancillan día tras día la memoria de los héroes del
Ghetto de Varsovia y de todos los héroes judíos que enfrentaron con dignidad la
barbarie nazi-fascista.