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La coherencia discursiva no es algo que deba cuestionársele al gobierno de Macri. Muy por el contrario, tanto él como sus funcionarios siguen ensamblándose casi a la perfección en torno de la cajita feliz que pronto, o ya mismo, comenzará a desparramarse entre los argentinos. De hecho, y como si nada, festejan volver a endeudarse en dólares para pagarles a los buitres. Podrá ser repudiable en lo simbólico y tener serios cuestionamientos técnicos, jurídicos, económicos, financieros. Pero de ninguna manera es incoherente.
Audio: http://www.4shared.com/mp3/4xPEG5c4ba/160423_-_POLITICA_NACIONAL.html
“Política
Nacional”, columna de opinión emitida en “Hipótesis” el sábado 23 de abril de
2016.
Hay quienes sostienen lo contrario porque Cambiemos dijo, en la
campaña, que no habría devaluación brutal, ni tarifazos, ni despidos a
lo pavote, ni nada que fuera a afectar a los que menos tienen. Si se
toma a esas ofertas electorales en forma literal, estaría claro que los
prometedores engañaron y que más de la mitad de los votantes, o una
porción muy significativa de ellos, fue defraudado en su buena fe. Pero
como las cosas nunca son así de sencillas, porque hay contextos,
antecedentes indesmentibles, historias igual de categóricas sobre los
intereses que representan y defienden tales y cuales gentes, no es
sensato que alguien pudiera llamarse a engaño acerca de a quiénes
respondería una gestión encabezada por Macri. En todo caso, podría
aceptarse que la bronca contra Cristina y el kirchnerismo, en la dichosa
franja fluctuante del electorado, fue más fuerte que las prevenciones
habidas y por haber sobre un ricachón al frente del gobierno nacional.
En esa conjetura u observación, “la gente” se cansó de los modos K, los
medios hegemónicos ganaron por media cabeza la batalla cultural de
coyuntura y, a través de ese pelito de distancia, acabó aconteciendo que
el malo por conocer fue interpretado como más potable que lo malo
conocido. Tienta señalar que la Historia, y no la palabra como
sustantivo en minúscula, obligaba a ser más cuidadosos respecto de lo
que significaría un gobierno de Macri, por más encono que despertase el
estilo kirchnerista antes que la situación económica realmente
existente: si es por eso, la bronca anti K no pasó por los bolsillos
sino mediante el presunto hartazgo ante corruptelas e imágenes de
autoritarismo. Pero convendría revisar cuánto juega la Historia ésa, la
grande, en la percepción de los votantes. ¿No interviene acaso, y casi
sólo, la historia más reciente? ¿O no es comprobable la masa de
electores jóvenes que no vivieron el infierno de comienzos de siglo, y
que votaron al macrismo con percepción de acostumbramiento a derechos
adquiridos sin darle espacio a de dónde se venía? No solamente porciones
juveniles, vaya aclaración. Se diría, en otras palabras, que lo
actuante es la historia que va ocurriendo en lo más reciente, con una
memoria efectiva de pocos años, de patas cortas, susceptible de caer
bajo los efluvios de que “la felicidad” popular puede quedar como
expectativa a la vuelta de la esquina, en manos de quienes de popular no
tienen ni jamás tuvieron un pito.
Los medios más oficiales que oficialistas, con algún pudor comprensible para mostrar que se festeja volver a endeudarse a ese solo efecto, compensan con la novelización de la ruta del dinero K. No habría duda alguna de que la volteada abarca a corruptos reales, sin perjuicio de no ser ésa la vara con que debe medirse la totalidad de un gobierno. Pero de paso, como quien no quiere la cosa, el folletín les sirve para la tapadera de la ruta M. Lo que debiera ser el escándalo del Panamacri, que en mucha prensa internacional tuvo y aún tiene –menos– ribetes enormes, como coletazo de los funcionarios de todo nivel involucrados en las maniobras offshore, aquí parece ser un juego de niños; de capitalistas que al fin y al cabo no cometieron delito sino, y apenas, travesuras para zafar del Estado asfixiante. Les va bastante bien con eso. Con esa estructura de propaganda donde sólo contaría que hay un tiempo nuevo, en el que deben tragarse los sapos que no le perdonaron al kirchnerismo. Con ese tejido de que en lo macro estamos mejor. El problema es que, tras salir del “Veraz internacional” y como lo escribió uno de los voceros del macrismo, no hay solución a la vista para los tres obstáculos de la economía. Recesión aguda, caída del empleo y aceleración de los precios. Ya están pensando en un blanqueo de capitales para el segundo semestre, ahora dicen, pero la cuestión es que eso tampoco alcanzará para sacar agua de las piedras. Con un mercado interno deprimido, Brasil estrangulado y la inversión extranjera limitada a la esperanza de que lleguen fondos que no sean para bicicletear, los actores locales de la economía empiezan a percibir que así no va. Y en alguna medida, muy incipiente, ya extrañan al kirchnerismo porque tenía liderazgo y dinámica política para mover ese mercado, el local, el de tanta gente pudiendo empardar a la inflación y con capacidad de consumo, el del Estado presente para equilibrar mucho o poquito pero nunca nada. La burguesía nacional, en tanto no existe como sujeto emprendedor, necesita conducción. Y este gobierno sólo provee capacidad rentística para columnas que, como la agroexportadora a la cabeza, no provee mano de obra intensiva. La felicidad queda(rá), entonces, para unos marcados sectores del privilegio. Y para la vergüenza ajena de que el carroñero Paul Singer, suerte de referencia mundial de los buitres, salga a decir que Macri es “el campeón de las reforma económicas”, a horas de haberle pagado.
El Gobierno cuenta a favor con lo que ya se sabe: la inopia de las centrales sindicales, que andaban preocupadas por el Impuesto a las Ganancias de un ínfimo porcentaje de trabajadores para hoy enfrentarse a la pérdida del empleo, y la fragmentación peronista que le sirve en bandeja el avance contra el sector del trabajo. Eso tiene sus límites, que no serán autofijados por el macrismo sino por obra de las circunstancias externas. El viernes próximo habrá una contundente manifestación gremial y unificada, porque ya no alcanza únicamente a los órganos confederativos de empleados públicos, docentes y algunos sindicatos minoritarios. Se agregan las CGT. Y hubo esa reaparición de Cristina que no se limitó a la movilización impresionante del miércoles 13. Tuvo, ella, gestos y actitudes concretos que la expusieron no al margen, pero sí más allá, del organigrama PJ. Habrá quienes trancen ahí, llegado el momento, pero quedó claro que Cristina se planta por afuera de esa burocracia partidaria, Liga de Gobernadores o como quiera llamársele, que no es más que un grupo de tribus enviudadas y que políticamente no dicen nada de nada, al igual que los prófugos parlamentarios (y otros) del Frente para la Victoria que se van a ninguna parte, y que quedan asimilados al opo-macrismo de Massa & Cía. Hay algo muy seductor en lo que sugirió Cristina en su reaparición: no renegar de que hay aparatos territoriales desvencijados a los que deberá recurrir, porque el poder también es eso, pero la construcción de la reconquista debe superar a tal esquema.