Por Eduardo Aliverti
eduardoaliverti@fibertel.com.ar
El gobierno de Macri está cada día más inquieto por quién conduce, o en quién
descansa, la coalición de grupos de poder que lo llevó a su cima administrativa junto
con parte del voto popular.
AUDIO
"Política Nacional", columna de opinión de Eduardo Aliverti, emitida en "Hipótesis" el sábado 25 de marzo de 2017, a través de Radio Universidad, FM 103.3.
Un despertar callejero y multitudinario; las provocaciones oficiales a los gremios
docentes como intento de aglutinar a los sentimientos más gorilas, y lo indesmentible
de que esa construcción de discurso es el refugio porque no advierte otra salida para
conservar sus expectativas electorales, son grandes datos del escenario político. La
buena actuación de Marcos Peña frente al pleno de los diputados fue resaltada, por la
propaganda oficialista, como un síntoma de haber recuperado la iniciativa. El jefe de
Gabinete se mostró firme, casi indubitable, chicanero con altura más elevada que la de
de Barrio Parque, pertinaz y durante largas horas, frente a un clima adverso. El
problema es que afuera había centenares de miles de docentes que le ganaron de
mano y que hasta los medios macristas se dedicaron a destacar solamente esa
movilización, así fuera para cuestionarla o seguir hablando de “los chicos como
rehenes”. En otras palabras, y excepto por los escribas oficiales, casi nadie se enteró de
la batalla retórica de Peña.
Acerca de tipos de discurso, precisamente, en la última edición de La Tecl@ Eñe el
economista político mendocino Mario de Casas publica un artículo meduloso acerca de
lo que miembros varios de la Alianza gobernante denominan “progresismo macrista”. Se
toman las declaraciones de Alejandro Rozitchner, el desopilante filósofo que trabaja
para Casa Rosada, quien aseguró que el gobierno de Macri “es el más popular y
decidido en ayudar a los pobres”. Pedro Robledo, presidente de la juventud del Pro y
subsecretario nacional del área, había afirmado poco antes que “Macri es progresista y
rompe con el conservadurismo político”. El radical Ernesto Sanz, convertido en una
suerte de gurú conceptual de la derecha en el poder, también sentencia que “éste es un
gobierno progresista”. Hacia el final de la nota, De Casas repara en que macrismo y
conservadurismo son iguales respecto de soberanía popular e intervención del Estado
en la economía, basándose, respectivamente, en la serie de atropellos que provienen de
la Década Infame y en el rechazo a toda injerencia estatal en lo económico, salvo
cuando se trata de acrecentar el enriquecimiento de los sectores dominantes. Pero
antes, el texto establece comparaciones de enorme acierto, muy fáciles de entender, en
torno de la historia y el andamiaje educativo-cultural. “Si los conservadores temieron históricamente la propagación de la cultura en general (porque su concepción clasista
pretendía que para las masas alcanza con incorporar los ‘buenos modales’), no es
seguro que el original progresismo macrista tema la difusión de la cultura. Lo seguro es
que no la conoce. Por eso los primeros usaron la censura como arma de control
cultural, mientras que los segundos banalizan toda expresión de la cultura. En
particular, si los conservadores `nacionales´ hicieron del sistema educativo un
instrumento transmisor de su ideología, el progresismo macrista utiliza otros aparatos
ideológicos para contagiar ignorancia. Si los conservadores manipularon la historia
nacional, las fechas patrias y los símbolos nacionales, para el progresismo macrista no
hay historia y el único símbolo que importa es el globo amarillo de la alegría. Si los
conservadores promovieron históricamente la resignación de los pobres, el progresismo
macrista promueve la alegría de ser pobre. Si los conservadores asumían hasta con
orgullo su identidad política, el progresismo macrista esconde la suya detrás del cinismo
de la alegría. Si la violencia social de los conservadores tuvo sus fuentes en las políticas
implementadas y la consecuente represión, la del progresismo macrista tiene un plus:
esa notable destreza en la utilización de las nuevas tecnologías comunicacionales para
alienar a vastos segmentos de la población, con alegría”.
En los dichos y los hechos que se precipitaron durante las últimas semanas, se
profundizan esas diferencias entre lo que -con el riesgo de las simplificaciones- podría
describirse como los unos y los otros de un tronco ideológico común. Macri habla de los
que tienen que “caer” en la educación pública. Su gobierno manipula los resultados de
una evaluación del alumnado nacional, en medio del conflicto con los docentes y en
simultaneidad exacta con la Marcha Federal Educativa, sin discriminar factores socioeconómicos
de acceso a la escuela. Su gobierno no difunde qué dice esa encuesta
sobre los resultados de provincias ricas y pobres. Su gobierno pasa de largo que más de
la mitad de los escolares de colegios privados tampoco puede resolver problemas
básicos de matemáticas y comprensión de textos. Su gobierno desconoce que en todo
el mundo relevan y se plantean justamente lo mismo, porque las modalidades
educativas clásicas colisionan contra estímulos tecnológicos redundantes en pibes
nativos digitales que, hace rato, ya pertenecen a otro ecosistema relacional. El propio
Macri, en fin, debería tener un poco más de sentido de la vergüenza si clama contra los
niños y adolescentes ignorantes mientras él, el Presidente, no sabe cuál es el monto de
la jubilación mínima. Y cuando los diputados del bloque Pro emiten un comunicado
llamando a apoyar las “celebraciones” del 24 de marzo, con foto incluida, bingo. Los
conservadores “nacionales”, iluministas sarmientinos, fraudulentos, tribuna de doctrina,
fusiladores por cuenta milica, eran brutales. Estos son brutos. Muy brutos. Es un
agregado, no un reemplazo. Se ha preguntado por estas horas, técnicamente, en
ámbitos de prensa opositora y de vocerías oficialistas, si no sería mejor que Macri se
remita a decir lo que le escriben y que, por favor, no intente más que eso. Y es que
quedó claro que, cada vez que se sale de libreto e intenta alguna improvisación, se le
explicitan los genes y mete la pata, y la otra, y las dos manos. La de si no le conviene
hacer el esfuerzo de leer y nada más es una pregunta algo frívola, tacticista, apenas
periodística y escasamente política, porque ni leyendo podría decir cosa alguna que no
representase la ideología de la que los conservadores históricos se enorgullecían. Y que
él, y su tropa, intentan ocultar bajo aquel cinismo de la alegría. Al pasar: las dos pibas 17
del secundario estatal, que subieron al palco de la marcha docente del miércoles,
leyeron de corrido, prácticamente sin furcios, con una entonación admirable porque hay
que tener 16 ó 17 años, y ponerse delante de un micrófono ante cientos de miles de
personas en la Plaza de Mayo, y recorrer un texto impecable no importa si practicado o
a primera vista. Presidente, Macri: teléfono de un piberío de las escuelas del Estado,
que no sabe resolver el procedimiento de en cuántos segundos se llenará el tanque si el
surtidor continúa funcionando al mismo ritmo de cuando el auto de Catalina carga 30
litros de combustible, entra a la estación de servicio con 12 litros y el surtidor arroja 1
litro cada 3 segundos.
En cuanto a las manifestaciones de estas jornadas, ¿se es consciente del número de
argentinos que ganó la calle desde que comenzó marzo, en movilizaciones
consecutivas? ¿Hay un ejemplo así, de voluntades protestatarias en las que, al margen
de su ausencia de liderazgo, se juntan en días seguidos los maestros, la burocracia
sindical aunque no quiera, el movimiento de mujeres, la militancia añorante y hoy
desprotegida, las víctimas del terrorismo de Estado y quienes son solidarios con ellas y
quienes encuentran ahí un núcleo unificador? ¿Habrá algo similar en el orbe, al menos
en tiempos de los que se califican como recientes? Tomemos sólo la marea de gente
que, en casi todo el país, ocupó los espacios públicos, ayer. Quien firma se toma lo que
ya escribió para el diario. La relevancia simbólica del aniversario del golpe militar fue y
es incluso más grande que la del anterior, cuando se cumplieron los 40 años. Para
quienes entonces no estaban avisados, hoy debería ser obvio de toda obviedad que las
líneas rectoras de este Gobierno son, en esencia, las mismas que inspiraron a los
patrones civiles de la dictadura. Un endeudamiento externo feroz; el alineamiento a
rajatabla con los intereses del mundo financierizado; el salario como variable de ajuste;
el progresivo desmantelamiento industrial; la corrupción de los hombres de negocios
con el Estado, son sólo algunos de los datos incontrastables que dan testimonio de esa
continuidad histórica. Sin embargo, las experiencias que desde el recupero democrático
lograron hacer frente a la secuencia oligárquica no fueron en vano. Ahora, sectores muy
significativos de la sociedad se muestran alertas y movilizados. Estos días son testigo de
una reacción, aún dispersa en su representatividad política, que llegó mucho antes de lo
esperado. Son reservas activas que siembran de obstáculos el camino macrista. En esa
resistencia, que en definitiva expresa la nunca resuelta dicotomía pueblo-antipueblo de
toda nuestra historia, se refleja asimismo una acumulación de memoria por la cual
queda reivindicada la memoria de los 30 mil. Nuevamente. Es un orgullo argentino que
se envidia en el mundo. A 40 años, hoy, del secuestro y desaparición de Walsh, esa
parte medio llena del vaso debe ser tenida en cuenta por quienes lo ven completamente
vacío.
Y eso, seguro, es uno de los pisos de los que hay que agarrarse.