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Venezuela está convulsionada.
En realidad, es lo que la derecha golpista siempre quiso.
Crear el caos siguiendo los parámetros de la
teoría de los "golpes suaves" del filósofo y politólogo estadounidense
Gene Sharp.
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"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 22 de abril de 2017.
Venezuela está convulsionada.
En realidad, es lo que la derecha golpista siempre quiso.
Crear el caos siguiendo los parámetros de la
teoría de los "golpes suaves" del filósofo y politólogo estadounidense
Gene Sharp.
Según esta teoría, para lograr los objetivos de derrocar a un
gobierno constitucional es necesario recorrer cinco fases: el
ablandamiento, la deslegitimización, el calentamiento de calle, la combinación
de diversas formas de lucha y la fractura institucional.
Si bien estos no son compartimientos
estancos, bien podríamos decir que los golpistas ya se encuentran en la cuarta
fase donde se combinan diversas formas de lucha. La lucha política desde la Asamblea Nacional
(con mayoría opositora desde las últimas elecciones parlamentarias), la
violencia callejera con dos decenas de muertos durante este mes de abril y la
injerencia extranjera a través del rol de los países alineados con los Estados
Unidos, como Canadá, Colombia, México, Brasil y la Argentina dentro de la Organización de los
Estados Americanos (OEA). Injerencia que incluye explícitamente los conceptos
del almirante Kurt W. Tidd, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos,
en su reporte al Comité de Servicios Militares del Senado de dicho país, donde
puntualiza “la creciente crisis humanitaria en Venezuela puede eventualmente
obligar a una respuesta regional”. Esta reflexión en boca de un jefe castrense
de ese rango, nos induce a pensar que esa “respuesta regional” tiene un signo
evidentemente militar.
Este avance de la derecha venezolana y sus
tutores estadounidenses tiene que ver con ciertas debilidades de la Revolución Bolivariana ,
patentizadas por el escritor, historiador y dramaturgo venezolano Luis Britto
Garcia, quien en un reciente artículo señala textualmente “al
presentar la Memoria
y Cuenta del Ministerio Público, la Fiscal General de la República (de Venezuela)
se mostró en desacato con las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional
del Tribunal Supremo de Justicia alegando que «Considero un deber histórico
ineludible» denunciar «varias violaciones del orden
constitucional y desconocimiento del modelo de Estado consagrado en nuestra Constitución
de la República
Bolivariana de Venezuela, lo que constituye una ruptura del
Orden Constitucional», coincidiendo —dice Britto García— como por casualidad
con los términos del nulo Consejo Permanente de la OEA.
“Pero, el verdadero deber histórico ineludible de la Fiscalía era llevar ante
los tribunales a la docena de oligopolios responsables de la desaparición de
60.000 millones de dólares preferenciales en importaciones fantasmas y a los
culpables del contrabando de extracción, sin los cuales no habría
desabastecimiento, ni Asamblea Nacional en manos de la oposición.
“El pueblo sale a manifestar contra la derecha que llama a la OEA que llama al Comando Sur
que llama a la «respuesta regional».
“Pero, más útil sería manifestar contra los oligopolios que
desaparecen los dólares preferenciales que les otorga el gobierno y contra los
responsables del contrabando de extracción, sin los cuales no habría escasez,
ni elecciones perdidas, ni tantas gallinas queriendo cantar como los gallos”.
Lo cierto —ahora decimos nosotros— es que estamos ante una
situación institucional límite, con elecciones a gobernadores postergadas, con
un Parlamento opositor cuestionado por haber acogido en su seno a tres
diputados electos fraudulentamente, con avances y retrocesos en el diálogo
entre el gobierno y la oposición garantizado por tres ex presidentes y con el
aval del Papa Francisco.
En este punto no podemos omitir que los países sumisos a
Washington que en la OEA
plantean la improcedente aplicación de la Carta Democrática , están
desconociendo que la OEA
solo puede actuar, según el texto de la mencionada carta, “Cuando el gobierno
de un Estado Miembro considere que está en riesgo su proceso político
institucional democrático o su legítimo ejercicio del poder”.
Además, es preciso tener en cuenta que no estamos hablando
de un conflicto político en Suiza o Islandia; estamos hablando de un proceso
revolucionario —con todas sus contradicciones— que se propone modificar las
estructuras socio-económicas de un país que, como la inmensa mayoría de los
latinoamericanos, fue sometido durante dos siglos a una dependencia y a un
subdesarrollo que excluyó a la inmensa mayoría de su pueblo.
Esto es lo que realmente le preocupa a Washington, que
promovió todos los golpes de Estado del continente e invadió a sangre y fuego a
decenas de países de la región.
Eso es lo que le preocupa a la derecha venezolana, que vivió
parasitariamente de los ingresos del petróleo que compartía con las empresas de
los Estados Unidos, mientras el pueblo se moría de hambre y tuvo que salir a la
calle en el Caracazo porque ya no podía subsistir.
Eso es lo que les preocupa a los gobiernos conservadores del
continente como el de la
Argentina o del Perú, enrolados en una cruzada neoliberal que
está profundizando la miseria y la exclusión de sus ciudadanos. Y, en el caso
del la Argentina ,
reconociendo prontamente a Michel Temer, luego del golpe parlamentario de la
derecha hipercorrupta.
Eso es lo que les preocupa a los gobiernos de facto como el
de Brasil o de Honduras (con fachada democrática), donde la Carta Democrática podría haber
sido esgrimida por Dilma Rousseff o por Manuel Zelaya cuando fueros desplazados
totalitariamente del poder.
Eso es lo que les preocupa a los gobiernos con decenas de
miles de asesinatos políticos y sindicales, como México y Colombia. El gobierno
mexicano encabezando en la OEA
la intervención en Venezuela, con un presidente con un 15 por ciento de
respaldo en las encuestas, inoperante (o cómplice) del asesinato y posterior
desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Con decenas y decenas de
fosas comunes, que jamás investiga. Con militares que algunas veces combaten el
narcotráfico y otras veces lo practican, como el grupo de los Zetas. O,
Colombia que en estos primeros meses del año ya lleva decenas de dirigentes
sociales, de derechos humanos y periodistas asesinados; y que permite que los
paramilitares ocupen los territorios que la guerrilla abandona en virtud de los
acuerdos de paz.
Eso es lo que les preocupa a los a los medios de
desinformación de todo el continente y de nuestro país, siempre emparentados
con las dictaduras, que los benefician por sus “buenos” servicios.
Lo que realmente les preocupa es la apertura de esta etapa
emancipadora iniciada a fines del siglo pasado por el comandante Hugo Chávez.
Etapa que están empeñados en cerrarla con la optimista esperanza del “fin de
ciclo”.
“Fin de ciclo” que les falló en Ecuador a pesar de la
multimillonaria campaña electoral contra el candidato oficialista de Alianza
País.
¿Quién puede negar que hay problemas en Venezuela? ¿Quién
puede negar las colas para comprar alimentos?
Pero quien puede negar también que la falta de productos
básicos, ya estaba en los planes de los golpistas chilenos contra el presidente
Salvador Allende.
¡Hasta el desabastecimiento de papel higiénico estaba en la
cartilla de los golpistas chilenos, como ahora en las de los venezolanos!
A la derecha no le preocupa la falta de democracia en
Venezuela, a la derecha —especialmente al gobierno de los Estados Unidos— le
preocupa que las reservas más importantes del mundo de petróleo esté debajo del
territorio venezolano y no poder robarlo.
Hay víctimas fatales entre la población civil y también de
seguridad. Las dos partes en conflicto se echan las culpas mutuamente. Pero la
historia nos dice que siempre la cuota infinitamente mayor de violencia la
aportan los fascistas.
Como última reflexión: todo indica que en esta penúltima
etapa del llamado “golpe suave” implementado por Washington y la derecha venezolana,
a los golpistas les está faltando algo… que suele ser un ingrediente muy
importante… les está faltando gente!!!
La que tienen, que no es poca, es insuficiente. Y, encima,
la dirigencia está dividida.
El pasado miércoles 19 de abril, el acto en defensa de la Revolución Bolivariana
contó con tres millones de personas en la calle. La oposición siempre estuvo
lejos de esas cifras.
Que la sociedad venezolana está convulsionada —como decíamos
al comienzo de esta nota— no caben dudas.
“Las enfermedades que señalan el crecimiento de la humanidad
se llaman revoluciones” (Friedrich Hebbel, dramaturgo alemán del siglo XIX).