Presidente Nicolás Maduro |
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"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en Hipótesis el sábado 16 de Febrero de 2019.
Venezuela está sufriendo un
golpe de Estado continuo. La injerencia de los Estados Unidos no cesa, pero no
logra un propósito que Washington creía obtener con relativa rapidez.
Si bien las manifestaciones
de la oposición son numerosas, no han logrado crear esa masa crítica que
desnivele la situación interna del país. El chavismo —a pesar de las
dificultades económicas— retiene la mayoría de las voluntades ciudadanas.
Esta actitud popular de
rechazo al golpe y a la intervención militar promovida por el imperio, es
decisiva para evitar un desenlace totalitario que —sin ninguna duda— llevaría a
Venezuela a un baño de sangre. A una cacería pinochetista de militantes
populares y revolucionarios.
Otro factor—no menor— pero
subordinado al que acabamos de mencionar, tiene que ver con la actitud de la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Su lealtad al presidente constitucional
Nicolás Maduro se constituye en una garantía de paz y de respeto de la voluntad
ciudadana.
La provocación de
Washington no ha logrado romper el frente interno bolivariano. El golpe de
Estado tuvo mucho más éxito en el exterior que en territorio venezolano.
El reconocimiento al supuesto
“presidente encargado” (encargado por los Estados Unidos) por parte de los
gobiernos del cartel de Lima y de los
genuflexos gobiernos de Europa occidental, que se llevó por delante al derecho
internacional, no logró inclinar la balanza en la propia Venezuela.
Las derrotas golpistas en
la OEA y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas… y la próxima en
este alto organismo, puesto que ya Rusia se manifestó contraria al proyecto
estadounidense relacionado con esa supuesta ayuda humanitaria… estas derrotas —decíamos—
ponen de relieve la sensatez de la mayoría de los países del mundo, en
contraposición de la necedad y el cipayismo de ciertos gobiernos
latinoamericanos y europeos.
Los gobiernos que
reconocieron al fantoche Carlos Guaidó, claramente partidarios del golpe de
Estado, serán —además— cómplices de una anunciada agresión militar. Agresión
militar que puede derivar en un estallido bélico nunca antes visto en
Latinoamérica.
Esta semana, el gobierno de
la República de Cuba advirtió sobre la presencia de aviones de guerra
estadounidenses en el territorio ocupado de Puerto Rico, en la República
Dominicana y en otros países del Caribe.
Durante las maniobras
militares “Bicentenario de Angostura 2019”, que finalizaron ayer en Venezuela,
entre diversos ejercicios llevados a cabo, se destaca el realizado por las tropas terrestres
venezolanas, que durante esta semana probaron el uso de los sistemas de defensa
antiaérea portátiles Igla-S.
El Igla-S es un
sistema de misiles ruso, capaz de destruir aparatos aéreos a una distancia de
6.000 metros y a una altura de 10 a 3.500 metros. La velocidad del objetivo
puede ser de hasta 400 metros por segundo. El sistema es fiable, resistente al
calor y a la humedad.
Mientras los terroristas Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams, siguen
blandiendo irresponsablemente sus lanzas guerreras; el pasado miércoles, el Congreso de los
Estados Unidos afirmó que no defenderá una intervención militar en Venezuela, pese
a los comentarios del presidente Donald Trump.
El jefe de la comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de
Representantes, Eliot Engel, manifestó a los medios estadounidenses:
“me preocupan los comentarios del
presidente insinuando que la intervención militar sigue siendo una opción.
Quiero dejar en claro a nuestros testigos y a cualquier otra persona que esté
observando: la intervención militar de Estados Unidos no es una opción”.
Debemos recordar que una acción militar debe pasar necesariamente por el
Congreso.
En nuestro programa del sábado pasado, el profesor estadounidense James
Petras nos decía terminantemente que una intervención militar estadounidense en
Venezuela, eventualmente sería una medida de Trump para levantar su imagen que
en política interior se halla bastante devaluada. Pero esta intención, decimos
nosotros, podría quedar —como se verá— bloqueada por el Congreso
Otro tema controvertido y que se está volviendo como un búmeran contra la
administración Trump es el de las sanciones, particularmente las que tienen que
ver con la empresa petrolera venezolana PDVSA y su subsidiaria CITCO, que opera
en los Estados Unidos.
«Los precios del
crudo Brent —señala la agencia de noticias RT— han alcanzado esta jornada (por
ayer viernes) sus máximos indicadores en lo que va del año, y los analistas apuntan
a las sanciones de los Estados Unidos contra Venezuela e
Irán, como una de las causas fundamentales de este fenómeno.
«Pero esta subida de
precios no es el único efecto de las medidas punitivas.
«Diversos artículos
de reconocidos medios de comunicación a nivel mundial, tales como Reuters, The Wall Street Journal y OilPrice.com, sugieren que el anuncio de imposición de
sanciones por parte de Washington contra la petrolera estatal venezolana PDVSA,
podría provocar una escasez
de petróleo pesado en el mercado internacional, de modo
que EE.UU. resultaría afectado por sus propias restricciones.
«El efecto de ese
anuncio no solo está incidiendo en el precio del crudo pesado a nivel global,
sino que también causa una baja
en la calidad de este producto. Y es que el crudo
venezolano se reconoce como uno de los de mejor calidad, ya
que contiene menos azufre que
otros crudos pesados producidos en el resto del mundo.
«Durante los primeros
diez meses de 2018, las refinerías de EE.UU. importaron desde Venezuela 150 millones de barriles de
petróleo. «Algunas de las refinerías más importantes de la costa del Golfo (de
México), como las ubicadas en los estados de Texas y Luisiana, son las que
trabajan con el crudo pesado venezolano.
«Estas compañías lo
mezclan con el crudo liviano —que se extrae en el país norteamericano— para
elaborar una serie de combustibles y es ahí donde las refinerías
estadounidenses advierten que podrían
quedar entre las más afectadas por las sanciones contra Caracas».
Bien podríamos decir
que con esto del petróleo le ha salido a Washington un tiro por la culata.
Esperemos que no sea
el único.