Por Luis Saavedra
En tren de intentar un abordaje diferente del histórico 17 de octubre de 1945 es interesante hacer un breve contexto de los hechos que se vivían en el país y en el mundo.
En tren de intentar un abordaje diferente del histórico 17 de octubre de 1945 es interesante hacer un breve contexto de los hechos que se vivían en el país y en el mundo.
Y ese contexto era nada menos que la Segunda Guerra
Mundial, un conflicto en el que participaron decenas de naciones y murieron 50
millones de personas, una buena parte de los cuales fueron civiles,
particularmente, mujeres, niños y ancianos, ya que los hombres en edad de
combatir estaban en los distintos frentes.
"Momentos de Memoria", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 19 de octubre de 2013.
Ciudades enteras fueron arrasadas por los bombardeos
aéreos, se destruyeron los frutos del trabajo de varias generaciones de
personas de las más variadas nacionalidades, religiones y etnias.
De un lado combatían los partidarios del nazifascismo,
alemán e italiano, respectivamente, con
varias países aliados en Europa y el militarismo japonés, que combatía en el
área del Océano Pacífico.
En el otro bando se aliaban las potencias
imperialistas occidentales, Estados Unidos y Gran Bretaña, la parte de Francia
que seguía al general de Gaulle en su exilio y la entonces Unión Soviética, el
único país que pretendía estar construyendo el comunismo.
En la Argentina gobernaba abiertamente la oligarquía,
que con su típico cinismo llamaba a su método “fraude patriótico”. Fraude,
porque las elecciones eran fraudulentas y patriótico porque lo hacían ellos,
los dueños de la tierra y por lo tanto de la patria.
Pero dentro de la propia oligarquía había una división
interna: los sectores tradicionales ligados a Gran Bretaña por la exportación
de carnes y cereales y los sectores más modernos, dueños de ciertas industrias
primarias muy importantes, como la azucarera, ligados a los Estados Unidos por
la provisión de sus maquinarias.
Los yanquis se proponían ganarle a Inglaterra su
influencia en América del Sur, impulsando la participación de nuestros países
en la guerra. Cosa que lograron con Brasil.
A Inglaterra le interesaba sobre todo Argentina, su
gran proveedor de carne y cereales, el sostén alimenticio de su esfuerzo de
guerra. Preparándose con años de anticipación, había alentado la creación de
una flota mercante argentina, dando grandes facilidades a firmas como Dodero y
Mihanovich, para comprar barcos.
Se garantizaba así que barcos con una bandera neutral,
la argentina, mantuvieran el
abastecimiento cuando los submarinos alemanes infestaran el Atlántico.
En 1944 debían celebrarse elecciones de renovación
presidencial en nuestro país. Como los candidatos se decidían un año antes en selectas
reuniones celebradas en el Jockey Club, el Círculo de Armas y otros sitios por
el estilo, ya se sabía quién ganaría: Robustiano Patrón Costas, salteño, dueño
del ingenio San Martín del Tabacal, partidario de entrar em la guerra de la
mano de los Estados Unidos.
Había que actuar. El 4 de junio de 1943, convergieron
hacia el derrocamiento del gobierno conservador fraudulento, por parte de los
militares, tres sectores: el pro inglés,
que tenía su gente principalmente en la Marina. El pro alemán, que tenía varios
simpatizantes entre los generales.
Y un grupo de oficiales nacionalistas, que querían
aprovechar la guerra para buscar una brecha de desarrollo independiente para la
Argentina. No tenían gente en el generalato, pero eran fuertes entre los coroneles,
los verdaderos comandantes de tropa.
Constituían el GOU, Grupo de Oficiales Unidos y su
cabeza ideológica era el entonces coronel Juan Domingo Perón.
Cuando los oficiales victoriosos comienzan a
repartirse los cargos, Perón elige la Dirección Nacional del Trabajo, creada en
1912 a instancias, entre otros, del diputado socialista Alfredo Palacios. El
joven coronel la dota de una nueva estructura, transformándola en Secretaría de
Trabajo y Previsión, un escalón jerárquico más arriba que la antigua Dirección.
Desde allí comienza una doble maniobra de acercamiento
a los trabajadores: por un lado creó un ejército de inspectores, que, a cara de
perro, recorren las empresas de todo el país, haciendo cumplir leyes dictadas
por los gobiernos radicales o arrancadas al parlamento por los diputados
socialistas, que beneficiaban a los trabajadores, pero que los patrones,
protegidos por los gobiernos oligárquicos, incumplían descaradamente.
Por otro lado, comienza a recibir en su despacho a
dirigentes obreros e intelectuales que no estaban conformes con las direcciones
que el movimiento obrero tenía entonces
Tras una larga historia de luchas y la formación de diversas corrientes, que se
acercaban y se separaban, según los momentos, confluyen en 1930 en la formación
de la Confederación General del Trabajo, CGT.
A corto plazo se dividen en CGT 1, que dirigían
socialistas y radicales y CGT 2, acaudillada principalmente por los comunistas.
Los primeros eran más afectos al uso de los resquicios parlamentarios, para
obtener leyes y concesiones.
Los comunistas eran partidarios de la huelga y la
movilización en la calle, aunque no de la acción armada que habían practicado
grupos anarquistas, que para esos años carecían prácticamente de fuerza.
Todas estas corrientes habían sido creadas en las
últimas décadas del siglo XIX por inmigrantes, que traían sus tradiciones de
lucha y sus ideas de la experiencia europea, de las revoluciones de 1848, la
Comuna de París de 1871 y la organización de la Primera y Segunda
Internacional.
Y después de la Revolución Rusa, en noviembre de 1917,
el ala izquierda de los partidos socialistas, constituyen la Tercera
Internacional y sus respectivas secciones nacionales, los Partidos Comunistas.
Lamentablemente, estos combativos trabajadores no logran
comprender a sus hermanos que van formando una nueva clase obrera, que se
asienta en el proceso de industrialización primaria, producido cuando la crisis
del 30 y la guerra mundial, abren la posibilidad y la necesidad de fabricar en
el país muchas cosas que antes se importaban.
Estos trabajadores provienen de las migración interna,
vienen a las grandes ciudades desde el campo y las localidad pequeñas del
interior. Son políticamente vírgenes, están formados en las tradiciones
clientelares de los punteros y caudillos provinciales, pero también late en
ellos el espíritu rebelde que les transmitieron sus abuelos, protagonistas de
las montoneras federales que combatieron a la oligarquía, hasta ser destruidos
por las ametralladoras importadas por Mitre y Sarmiento y cercados por el
alambrado que va marcando el territorio de la estancia, transformando a los
gauchos libres en peones mal pagos.
Son los famosos “cabecitas negras”, que se
transformarán en los descamisados del peronismo.
Sus tradiciones y sus rebeldías los empujan hacia los
nuevos sindicatos que se van formando, alentados desde la Secretaría de Trabajo
y Previsión.
El poder del GOU y del coronel Perón van creciendo, el
general Edelmiro Farrell desplaza a Ramírez de la Presidencia y convierte a
Perón en Ministro de Guerra y luego en Vicepresidente, siempre reteniendo la
ahora valiosa Secretaría de Trabajo y Previsión.
Los sectores que todavía no se llamaban gorilas, pero
lo eran, fundamentalmente en la Marina, con el apoyo de los partidos
oligárquicos, pero también de los llamados democráticos y fundamentalmente de
Spruille Braden, embajador norteamericano, piden la remoción de Perón, el 8 de octubre del 45, día en que
cumplía 50 años.
Después de varias idas y venidas al interior del
gobierno, Perón alcanza a dejar firmadas las nuevas leyes sociales, tales
como aguinaldo, vacaciones pagas y
otras, antes de ser detenido y enviado a la isla Martín García. Desde allí
escribió una carta a quien entonces era María Eva Duarte.
Le manifestaba su amor con palabras muy tiernas y se
comprometía a casarse cuando saliera de esa situación. El matrimonio civil se
concretaría 10 días después de la
liberación de Perón y su discurso frente a la formidable manifestación reunida
en la Plaza de Mayo. Siempre cerca, comenzaba a ser Eva Perón o simplemente
Evita, la que amaba y era amada por los humildes, por los trabajadores.
Volvamos a los días previos. La CGT reunificada se ve
presionada para lanzar un paro. Lo llaman para el 18 de octubre, “para defender
las conquistas sociales”, sin mencionar a Perón.
Los descamisados se rebelan, un día antes salen
marchando de Berisso y Ensenada y se van engrosando con contingentes de
Avellaneda y otros lugares de lo que hoy llamamos conurbano. Incluso llegan
trenes de los lugares más cercanos, como Rosario, donde también se producen
manifestaciones locales.
En la histórica noche del 17, los militares se ven
obligados a dejar en libertad a Perón, que saldrá, a pronunciar un célebre
discurso, ante una inmensa multitud que colmaba la Plaza de Mayo y sus
alrededores.
Vale la pena cerrar esta nota con una hermosa frase de
Raúl Scalabrini Ortiz: "Era el
subsuelo de la Patria sublevado... Eramos briznas de multitud y el alma de
todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y
nos acariciaba suavemente, como la brisa fresca del río.
“Lo que yo había soñado e intuído durante muchos años estaba allí
presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto.
Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de
reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí
verlo".