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La Historia tiene sus caprichos.
Uno de ellos, con desenlace previsible, tendrá mañana como escenario la elección presidencial en la hermana República de Chile.
Las dos candidaturas que cuentan —según las encuestas de opinión— con la mayor adhesión de los votantes, están protagonizadas por mujeres.
Pero allí no termina, ni mucho menos, el capricho de la Historia.
"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 4 de noviembre de 2013.
Michelle Bachelet, la postulante por la coalición
Nueva Mayoría —una fuerza integrada por los partidos de la Concertación
Democrática (que gobernó a Chile desde el fin de la dictadura hasta la asunción
del actual presidente Sebastián Piñera) a la que se sumó el Partido Comunista y
otras formaciones menores de la izquierda chilena—, quien ya ejerció la
presidencia de la República, es hija del general de Aviación Alberto Bachelet;
quien por su colaboración con el presidente Salvador Allende, fue torturado y
asesinado por sus colegas de armas durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Evelyn Matthei, aspirante a la presidencia por la
Alianza —la formación derechista que contiene a los pinochetistas de la UDI (la
Unión Democrática Independiente) y a los apenas un poco menos pinochetistas de
Renovación Nacional, el partido del actual presidente Sebastián Piñera—, es
hija del general de Aviación Fernando Matthei, integrante de la Junta Militar
durante los años de plomo. Fernando Matthei quien fuera camarada y amigo del
general Bachelet, lo abandonó a su suerte cuando la dictadura se ensañó con él
hasta matarlo.
Si bien los delitos no se heredan de padres a hijos,
en este caso sí la ideología.
Evelyn Matthei fue una firme partidaria —en su momento— de la continuidad del
genocida Pinochet en el poder. Continuidad que naufragó gracias al rotundo
triunfo del “NO” en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.
Mañana, se encontrarán frente a frente la hija del
militar asesinado por la dictadura y la hija del militar que se hallaba en el
poder cuando se cometían esos asesinatos.
Recordemos que la candidatura de Evelyn
Matthei surgió luego de la defección de tres aspirantes de la derecha: el
primero en trastabillar y caer fue Laurence Golborne, ex ministro de
Minería y Obras Públicas de Piñera, encumbrado durante del rescate de los 33
mineros y desmoronado luego por denuncias de fraude y de dineros en cuevas
fiscales.
Más tarde, en las internas de la derecha, disputaron entre
sí Andrés Allamand (Renovación Nacional) y Pablo Longueira (UDI). Para sorpresa
de muchos ganó Longueira, quien a cuatro meses de las elecciones renunció a su
candidatura por encontrarse en un estado de depresión psicológica. Recién allí
surgió la figura de la hija del general Matthei.
Si bien los sondeos ya dan por ganadora en primera
vuelta a Michelle Bachelet y todo hace prever que no se producirán enormes
cambios en la política económica del país trasandino, una derrota abrumadora de
la candidata de la derecha podrá ser leída como un segundo “NO” a esa oprobiosa
dictadura que —hasta no hace mucho tiempo— contaba con una importante cantidad de
partidarios.
Las políticas neoliberales aplicadas por la dictadura
cívico-militar, políticas que continuaron durante el gobierno de la
Concertación integrado por el Partido Socialista, el Partido Demócrata
Cristiano, el Partido por la Democracia y el Partido Radical Socialdemócrata,
hicieron de Chile un verdadero modelo exitoso para las clases dominantes, al
tiempo que se profundizaba la exclusión de los sectores más humildes de la
población.
La sociedad chilena —desde Pinochet hasta nuestros
días— ha transitado por dos carriles en simultáneo: un sostenido crecimiento
económico de un 5 por ciento anual promedio, conviviendo con crecientes
injusticias sociales que están terminando con la paciencia de las mayorías
perjudicadas por dicho modelo.
Según el Banco Mundial, Chile cuenta con el
mayor Producto Interno Bruto per cápita
de América latina (unos 22.363 dólares) lo que lo ubica en el mismo nivel de
los países desarrollados.
Mientras que el 1 por ciento más rico
acumula el 31,5 por ciento de los ingresos; un 50 por ciento de la población
gana menos de 500 dólares al mes, insuficientes para costear las necesidades
básicas. Estas cifras sitúan a Chile por debajo de muchos países periféricos.
La macroeconomía “funciona de maravillas”,
en tanto que los bolsillos de las clases populares cada vez resisten menos esta
apariencia de primer mundo.
Esta fatiga de las mayorías fue abriendo
paso a las multitudinarias movilizaciones populares, en especial las de los
estudiantes que fueron ganando las calles contra una educación de élite
impuesta por la dictadura y aceptada por la Concertación que la sucedió.
Esta irrupción estudiantil, aunque también
obrera y popular, fue erosionando la adhesión al pinochetismo entre vastos
sectores de la clase media. Estas luchas por una educación gratuita y de
calidad encabezadas por los jóvenes fueron abriendo la conciencia de las
generaciones mayores.
Bien se podría decir que el resultado de
las elecciones de mañana, fue cultivado por los estudiantes y el pueblo en las
grandes alamedas, profetizadas por el compañero presidente Salvador Allende
minutos antes de morir en el palacio de La Moneda, aquel fatídico 11 de
setiembre de 1973.
A esta altura del comentario, es
interesante leer la opinión del director del Instituto de Asuntos
Públicos de la Universidad de Chile, Dr. Robert
Funk.
“Desde el punto de vista económico —señala el doctor Funk—,
el actual gobierno priorizó la continuidad y no le fue mal. No hubo cambios
radicales, cuestión que no fue difícil ya que la Concertación tampoco se había
caracterizado por ser un gobierno de izquierda”. Más adelante agrega: “Piñera sí fracasó a nivel político. No
consiguió liderar un proceso de renovación de la derecha chilena como lo había
planeado, incluso incorporando figuras de la oposición. Trató de separarse de
la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente, porque sabe que es un
partido prácticamente testimonial, que no puede ganar elecciones. Así, Piñera
no logró instalar ni proyecto político en la ciudadanía o la idea de un legado,
así como tampoco, a nivel personal, proyectar un liderazgo sólido. No existe algo llamado «piñerismo»”, concluye.
El más que probable triunfo de Bachelet —en
nuestra opinión— tiene dos lecturas simultáneas: por un lado puede convertirse,
como decíamos, en un segundo gran “NO” a la dictadura y su secuela política y
jurídica que llega hasta nuestros días.
Recordemos que en Chile, luego de 23 años
de gobiernos democráticos, todavía rige la Constitución Política de 1980
implantada por el gobierno fascista.
En consecuencia, una derrota catastrófica
de la candidata Evelyn Matthei bien podría abrir el camino para una Asamblea
Constituyente que dote al país de una Carta Magna acorde con los tiempos que
corren en gran parte del continente.
El analista político chileno Roberto
Garretón Merino señala que el “80 por ciento de los chilenos está por una nueva
Constitución”.
La otra lectura, menos optimista, tiene que
ver con las políticas económicas llevadas adelante desde aquel 11 de setiembre.
Como hemos visto, esas políticas resultaron
exitosas para un minúsculo pero poderoso sector de la sociedad chilena. Este
sector cuyos intereses fundamentales nunca fueron tocados por el gobierno de la
Concertación, cuenta con el poder suficiente como para hacer naufragar
cualquier tipo de transformaciones progresistas que —supuestamente— pudiera
intentar la futura presidenta Bachelet. Y, decimos supuestamente, porque su
gestión anterior no se caracterizó por operar cambios fundamentales en el
modelo neoliberal heredado de la dictadura.
Nuestra opinión sobre este tema se ve
reforzada por las declaraciones del responsable del área programática de
Michelle Bachelet, el socialista Alberto Arenas, quien manifestó que el modelo
que implementará el futuro gobierno de “Nueva Mayoría” será el de un
“capitalismo con desarrollo inclusivo”… ¡textual!
Es cierto que ahora la situación en la
opinión pública ha cambiado, que los reclamos sociales están a la orden del
día, que una educación sin fines de lucro es una de las exigencias de la
sociedad, que las reivindicaciones de los trabajadores han crecido en calidad y
en cantidad. Todo ello —en tanto que las luchas sociales continúen— puede
garantizar que el nuevo gobierno intente algunas realizaciones que dejara de
lado en sus gestiones anteriores.
Un capítulo aparte, conviene dedicárselo al
Partido Comunista de Chile. Desde algunos sectores de la izquierda se lo acusa
de compartir candidaturas con la vieja Concertación. En tal sentido el P.C.
chileno emitió un comunicado en el que —entre otras cosas— señala:
“Somos candidatas y
candidatos al Parlamento. Pero no somos dirigentes inventados o mediáticos.
Provenimos de la lucha contra la dictadura, por los derechos humanos, por los
derechos sindicales, por la reforma y transformación de la educación, por una
cultura para el pueblo, por el fin del binominalismo y la lucha por una nueva
Constitución, siendo parte de la lucha de miles y miles de trabajadores, estudiantes,
mujeres, profesionales, intelectuales y artistas, pueblos originarios y
ciudadanas y ciudadanos de todo el país”.
Una forma —decimos
nosotros— de entender la unidad en la diversidad, frente al enemigo principal.
Nueve son los candidatos que mañana
disputarán la primera magistratura de Chile. Además de las dos presidenciables
mencionadas. Entre ellos hay dos que
podrían terciar en la disputa obligando a una improbable segunda vuelta. Se
trata de Marco Enríquez-Ominami, postulado por el Partido Progresista y el
candidato independiente Franco Parisi, quien según algunas encuestas ocuparía
el segundo lugar.
Estas elecciones también eligen diputados y
senadores, como así también —por primera vez— consejeros regionales. Hay que
prestarle mucha atención a la renovación parlamentaria, puesto que la nueva
presidenta deberá contar con un Poder Legislativo donde sus compañeros
constituyan mayoría, para posibilitar —de este modo— la aprobación de las
normas prometidas durante la campaña.
Dos alianzas de izquierda no comprendidas
en la coalición “Nueva Mayoría” no pudieron concretar la unidad entre sí. Se
trata del Partido Humanista y “Todos a la Moneda”, encabezados por el
candidato Marcel Claude, por un lado, y el Partido Igualdad y sus movimientos
de pobladores y apoyos en el mundo sindical, liderados por la postulante Roxana
Miranda, por el otro. Una frustración más en la imprescindible tarea de aunar
esfuerzos en la lucha emancipatoria.
Mañana no cambiará abruptamente la historia
de Chile, pero se abrirán las puertas de un nuevo camino. Un camino que deberá
ser transitado por las grandes masas para sepultar definitivamente las ideas
fascistas (adoptadas por el neoliberalismo) que infectaron durante décadas al
hermano país.
Un verdadero homenaje al compañero Salvador
Allende en el 40º aniversario de su ingreso a la inmortalidad.