EN CHILE PIERDE EL PINOCHETISMO. ¿PERDERA EL NEOLIBERALISMO?

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com 


La Historia tiene sus caprichos.
Uno de ellos, con desenlace previsible, tendrá mañana como escenario la elección presidencial en la hermana República de Chile.
Las dos candidaturas que cuentan —según las encuestas de opinión— con la mayor adhesión de los votantes, están protagonizadas por mujeres. 

Pero allí no termina, ni mucho menos, el capricho de la Historia.



 "Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el lunes 4 de noviembre de 2013.


Michelle Bachelet, la postulante por la coalición Nueva Mayoría —una fuerza integrada por los partidos de la Concertación Democrática (que gobernó a Chile desde el fin de la dictadura hasta la asunción del actual presidente Sebastián Piñera) a la que se sumó el Partido Comunista y otras formaciones menores de la izquierda chilena—, quien ya ejerció la presidencia de la República, es hija del general de Aviación Alberto Bachelet; quien por su colaboración con el presidente Salvador Allende, fue torturado y asesinado por sus colegas de armas durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Evelyn Matthei, aspirante a la presidencia por la Alianza —la formación derechista que contiene a los pinochetistas de la UDI (la Unión Democrática Independiente) y a los apenas un poco menos pinochetistas de Renovación Nacional, el partido del actual presidente Sebastián Piñera—, es hija del general de Aviación Fernando Matthei, integrante de la Junta Militar durante los años de plomo. Fernando Matthei quien fuera camarada y amigo del general Bachelet, lo abandonó a su suerte cuando la dictadura se ensañó con él hasta matarlo.

Si bien los delitos no se heredan de padres a hijos, en este caso la ideología. Evelyn Matthei fue una firme partidaria —en su momento— de la continuidad del genocida Pinochet en el poder. Continuidad que naufragó gracias al rotundo triunfo del “NO” en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.

Mañana, se encontrarán frente a frente la hija del militar asesinado por la dictadura y la hija del militar que se hallaba en el poder cuando se cometían esos asesinatos.

Recordemos que la candidatura de Evelyn Matthei surgió luego de la defección de tres aspirantes de la derecha: el primero en trastabillar y caer fue Laurence Golborne, ex ministro de Minería y Obras Públicas de Piñera, encumbrado durante del rescate de los 33 mineros y desmoronado luego por denuncias de fraude y de dineros en cuevas fiscales.

Más tarde, en las internas de la derecha, disputaron entre sí Andrés Allamand (Renovación Nacional) y Pablo Longueira (UDI). Para sorpresa de muchos ganó Longueira, quien a cuatro meses de las elecciones renunció a su candidatura por encontrarse en un estado de depresión psicológica. Recién allí surgió la figura de la hija del general Matthei.

Si bien los sondeos ya dan por ganadora en primera vuelta a Michelle Bachelet y todo hace prever que no se producirán enormes cambios en la política económica del país trasandino, una derrota abrumadora de la candidata de la derecha podrá ser leída como un segundo “NO” a esa oprobiosa dictadura que —hasta no hace mucho tiempo— contaba con una importante cantidad de partidarios.

Las políticas neoliberales aplicadas por la dictadura cívico-militar, políticas que continuaron durante el gobierno de la Concertación integrado por el Partido Socialista, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido por la Democracia y el Partido Radical Socialdemócrata, hicieron de Chile un verdadero modelo exitoso para las clases dominantes, al tiempo que se profundizaba la exclusión de los sectores más humildes de la población.

La sociedad chilena —desde Pinochet hasta nuestros días— ha transitado por dos carriles en simultáneo: un sostenido crecimiento económico de un 5 por ciento anual promedio, conviviendo con crecientes injusticias sociales que están terminando con la paciencia de las mayorías perjudicadas por dicho modelo.

Según el Banco Mundial, Chile cuenta con el mayor Producto Interno Bruto per cápita de América latina (unos 22.363 dólares) lo que lo ubica en el mismo nivel de los países desarrollados.

Mientras que el 1 por ciento más rico acumula el 31,5 por ciento de los ingresos; un 50 por ciento de la población gana menos de 500 dólares al mes, insuficientes para costear las necesidades básicas. Estas cifras sitúan a Chile por debajo de muchos países periféricos.

La macroeconomía “funciona de maravillas”, en tanto que los bolsillos de las clases populares cada vez resisten menos esta apariencia de primer mundo.

Esta fatiga de las mayorías fue abriendo paso a las multitudinarias movilizaciones populares, en especial las de los estudiantes que fueron ganando las calles contra una educación de élite impuesta por la dictadura y aceptada por la Concertación que la sucedió.

Esta irrupción estudiantil, aunque también obrera y popular, fue erosionando la adhesión al pinochetismo entre vastos sectores de la clase media. Estas luchas por una educación gratuita y de calidad encabezadas por los jóvenes fueron abriendo la conciencia de las generaciones mayores.

Bien se podría decir que el resultado de las elecciones de mañana, fue cultivado por los estudiantes y el pueblo en las grandes alamedas, profetizadas por el compañero presidente Salvador Allende minutos antes de morir en el palacio de La Moneda, aquel fatídico 11 de setiembre de 1973.

A esta altura del comentario, es interesante leer la opinión del director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, Dr. Robert Funk.

“Desde el punto de vista económico —señala el doctor Funk—, el actual gobierno priorizó la continuidad y no le fue mal. No hubo cambios radicales, cuestión que no fue difícil ya que la Concertación tampoco se había caracterizado por ser un gobierno de izquierda”. Más adelante agrega: “Piñera fracasó a nivel político. No consiguió liderar un proceso de renovación de la derecha chilena como lo había planeado, incluso incorporando figuras de la oposición. Trató de separarse de la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente, porque sabe que es un partido prácticamente testimonial, que no puede ganar elecciones. Así, Piñera no logró instalar ni proyecto político en la ciudadanía o la idea de un legado, así como tampoco, a nivel personal, proyectar un liderazgo sólido. No existe algo llamado «piñerismo»”, concluye.

El más que probable triunfo de Bachelet —en nuestra opinión— tiene dos lecturas simultáneas: por un lado puede convertirse, como decíamos, en un segundo gran “NO” a la dictadura y su secuela política y jurídica que llega hasta nuestros días.

Recordemos que en Chile, luego de 23 años de gobiernos democráticos, todavía rige la Constitución Política de 1980 implantada por el gobierno fascista.

En consecuencia, una derrota catastrófica de la candidata Evelyn Matthei bien podría abrir el camino para una Asamblea Constituyente que dote al país de una Carta Magna acorde con los tiempos que corren en gran parte del continente.

El analista político chileno Roberto Garretón Merino señala que el “80 por ciento de los chilenos está por una nueva Constitución”.

La otra lectura, menos optimista, tiene que ver con las políticas económicas llevadas adelante desde aquel 11 de setiembre.

Como hemos visto, esas políticas resultaron exitosas para un minúsculo pero poderoso sector de la sociedad chilena. Este sector cuyos intereses fundamentales nunca fueron tocados por el gobierno de la Concertación, cuenta con el poder suficiente como para hacer naufragar cualquier tipo de transformaciones progresistas que —supuestamente— pudiera intentar la futura presidenta Bachelet. Y, decimos supuestamente, porque su gestión anterior no se caracterizó por operar cambios fundamentales en el modelo neoliberal heredado de la dictadura.

Nuestra opinión sobre este tema se ve reforzada por las declaraciones del responsable del área programática de Michelle Bachelet, el socialista Alberto Arenas, quien manifestó que el modelo que implementará el futuro gobierno de “Nueva Mayoría” será el de un “capitalismo con desarrollo inclusivo”… ¡textual!

Es cierto que ahora la situación en la opinión pública ha cambiado, que los reclamos sociales están a la orden del día, que una educación sin fines de lucro es una de las exigencias de la sociedad, que las reivindicaciones de los trabajadores han crecido en calidad y en cantidad. Todo ello —en tanto que las luchas sociales continúen— puede garantizar que el nuevo gobierno intente algunas realizaciones que dejara de lado en sus gestiones anteriores.

Un capítulo aparte, conviene dedicárselo al Partido Comunista de Chile. Desde algunos sectores de la izquierda se lo acusa de compartir candidaturas con la vieja Concertación. En tal sentido el P.C. chileno emitió un comunicado en el que —entre otras cosas— señala:

“Somos candidatas y candidatos al Parlamento. Pero no somos dirigentes inventados o mediáticos. Provenimos de la lucha contra la dictadura, por los derechos humanos, por los derechos sindicales, por la reforma y transformación de la educación, por una cultura para el pueblo, por el fin del binominalismo y la lucha por una nueva Constitución, siendo parte de la lucha de miles y miles de trabajadores, estudiantes, mujeres, profesionales, intelectuales y artistas, pueblos originarios y ciudadanas y ciudadanos de todo el país”.

Una forma —decimos nosotros— de entender la unidad en la diversidad, frente al enemigo principal.

Nueve son los candidatos que mañana disputarán la primera magistratura de Chile. Además de las dos presidenciables mencionadas. Entre ellos  hay dos que podrían terciar en la disputa obligando a una improbable segunda vuelta. Se trata de Marco Enríquez-Ominami, postulado por el Partido Progresista y el candidato independiente Franco Parisi, quien según algunas encuestas ocuparía el segundo lugar.

Estas elecciones también eligen diputados y senadores, como así también —por primera vez— consejeros regionales. Hay que prestarle mucha atención a la renovación parlamentaria, puesto que la nueva presidenta deberá contar con un Poder Legislativo donde sus compañeros constituyan mayoría, para posibilitar —de este modo— la aprobación de las normas prometidas durante la campaña.

Dos alianzas de izquierda no comprendidas en la coalición “Nueva Mayoría” no pudieron concretar la unidad entre sí. Se trata del Partido Humanista y “Todos a la Moneda”, encabezados por el candidato Marcel Claude, por un lado, y el Partido Igualdad y sus movimientos de pobladores y apoyos en el mundo sindical, liderados por la postulante Roxana Miranda, por el otro. Una frustración más en la imprescindible tarea de aunar esfuerzos en la lucha emancipatoria.

Mañana no cambiará abruptamente la historia de Chile, pero se abrirán las puertas de un nuevo camino. Un camino que deberá ser transitado por las grandes masas para sepultar definitivamente las ideas fascistas (adoptadas por el neoliberalismo) que infectaron durante décadas al hermano país.

Un verdadero homenaje al compañero Salvador Allende en el 40º aniversario de su ingreso a la inmortalidad.