DIA DE LA TIERRA PALESTINA

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com

Sin abandonar nuestra preocupación por la situación que vive la hermana Venezuela, siempre en la mira del imperio, y el brutal plan de ajuste neoliberal al que será sometida Ucrania por parte de la troika integrada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional; hoy abordaremos la grave situación que padece desde hace décadas el pueblo palestino.


"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 29 de marzo de 2014.


Mañana 30 de marzo se conmemora el Día de la Tierra Palestina.

En marzo de 1976, los palestinos de Galilea comprobaron que el gobierno del Estado de Israel intentaba ocupar dos mil hectáreas de tierra agrícola palestina, con el propósito de construir asentamientos de ciudadanos israelíes y un campo de entrenamiento militar.

El 30 de marzo de ese año, los palestinos llamaron a una huelga general para protestar por el robo de sus tierras. La respuesta a la convocatoria fue realmente masiva: las movilizaciones se sucedieron a lo largo de toda la Palestina histórica, desde Galilea hasta el desierto del Neguev.

El ejército israelí y la policía respondieron a los manifestantes con violencia. Al final de la jornada, decenas de palestinos cayeron heridos y siete perecieron asesinados. Este fue el comienzo del Día de la Tierra.

En
Palestina se denomina al Día de la Tierra como el Yaum al-Ard, una jornada en la que los palestinos de todo el mundo muestran su apoyo y unidad con aquellos que viven bajo la bandera de Israel y bajo la ocupación israelí en los Territorios de Gaza y Cisjordania.

El Día de la Tierra es el reclamo de justicia, de exigir la recuperación de los territorios robados al pueblo palestino, de la demolición del muro de la vergüenza condenado por las Naciones Unidas y de los resarcimientos por lo destruido —casas derribadas, plantaciones de olivos arrancadas, cursos de agua desviados—.

Solo la reparación de tales atropellos —además de los crímenes del terrorismo de Estado perpetrados por Tel Aviv— podrá sentar las bases de una paz justa para Palestina.

Por estos días en que desde Washington y de muchas capitales europeas se amonesta a Rusia por el referendo de Crimea y cínicamente se esgrime la defensa del Derecho Internacional, es bueno que recordemos que el gobierno de los Estados Unidos sistemáticamente ha respaldado al gobierno israelí en las reiteradas e innumerables violaciones a las resoluciones de las Naciones Unidas, empezando por la Resolución 181/2 del 29 de
noviembre de 1947, que estableció la partición de Palestina y la creación de los estados de Israel y Palestina; y la internacionalización de Jerusalén.

Desde esa resolución de la Asamblea General, tanto la Asamblea como el Consejo de Seguridad aprobaron decenas de resoluciones que fueron desconocidas por el Estado de Israel. Al tiempo que muchos proyectos de resoluciones fueron trabados por los Estados Unidos, utilizando su derecho de veto.

A lo largo de nuestros 29 años de Hipótesis, hemos enumerado de manera pormenorizada esas resoluciones incumplidas o abiertamente violadas por Israel.

Hoy solo haremos mención a algunas de ellas:

La Resolución 194 de diciembre de 1948, que establece el regreso de los refugiados palestinos que debieron huir de sus hogares o la indemnización por los bienes perdidos de aquellos que no regresaron a su tierra.

La 242, aprobada —por unanimidad en el Consejo de Seguridad el 22 de noviembre de 1967— poco tiempo después de la denominada Guerra de los Seis Días. En ella se establece (textual) “la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados durante el reciente conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región”. Luego de 46 largos años de su aprobación, el Estado de Israel sigue ocupando esas tierras, con el agravante de que continúan sostenidamente repoblándolas de asentamientos israelíes en la zona correspondiente a Palestina. Siempre con el apoyo de Washington que, además, le dona a Israel tres mil millones de dólares anuales para gastos militares.

A propósito de los asentamientos, recordemos que en marzo de 1979 el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución 446, en la que se declara que la creación de asentamientos por parte de Israel en los territorios árabes —ocupados desde 1967— “no tiene validez legal y constituye un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio”. Como señalamos, no solo esta resolución es violada de manera permanente, sino que los mencionados asentamientos aumentan exponencialmente.

Podríamos seguir hasta el hartazgo con más resoluciones convertidas en papel mojado. Pero con las mencionadas alcanza y sobra para graficar el desprecio por el orden jurídico internacional por parte del imperio y del gobierno sionista. 

Cuando se aborda el tema de Palestina, especialmente ante las brutales campañas militares israelíes, con muertes de niños, mujeres y ancianos, como la denominada “Plomo fundido” contra el pueblo palestino de Gaza, que sigue sitiado desde 2006, fecha en que la organización Hamas ganó las elecciones, una sensación de impotencia invade a los ciudadanos del mundo con convicciones democráticas.

Que un Estado colonial oprima a un pueblo con prácticas propias del Apartheid sudafricano en pleno sigo XXI y que esas prácticas fascistas cuenten con el apoyo de la primera potencia militar del orbe, es francamente desmoralizador.

Pero la historia de la humanidad tiene millones de ejemplos de lucha contra los opresores de cualquier calaña y desmedido poder.

En ese sentido, en primerísimo lugar vaya nuestro homenaje al pueblo palestino en el día de SU Tierra, que ha dado, da y dará innumerables muestras de heroísmo.

Hoy, además, queremos mencionar una campaña que desde hace algún tiempo se viene desarrollando a nivel mundial. Se trata del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel, también conocido como (BDS), nacido en el seno de la sociedad civil palestina.

Un pasaje de la convocatoria de este movimiento señala —luego de reseñar las interminables violaciones por parte de Estado de Israel a las resoluciones de las Naciones Unidas—: “Nosotros, representantes de la sociedad civil palestina, solicitamos a las  organizaciones de la sociedad civil internacional y a las personas conscientes de todo el mundo a imponer amplios boicots e implementar desinversiones contra Israel, de manera similar a aquellas aplicadas a Sudáfrica en la era del apartheid. Demandamos a ustedes que presionen a sus respectivos estados para que impongan embargos y sanciones contra Israel. Invitamos también a los israelíes conscientes a apoyar esta demanda, por el bien de la justicia y una paz verdadera”.

Este pedido de ayuda ha encontrado ecos muy concretos en numerosos países de todo el mundo.

Para sorpresa de este columnista, también en la Argentina.

El pasado lunes se publicó en diversos medios, una información que da cuenta que la empresa israelí de aguas pierde un contrato de 170 millones de dólares en Argentina.

Se trata de Mekorot Water Com­pa­ny (propiedad del Esta­do de Is­rael), a la que el gobierno de la provincia de Buenos Aries se proponía adjudicar el servicio de provisión de agua potable para unos dos millones de bonaerenses.

Además de las irregularidades en materia de contratación (esta empresa era la única que había cotizado la mencionada obra),  legisladores, personal de Hidráulica bonaerense, organizaciones sociales y de solidaridad con el pueblo palestino, hicieron públicas denuncias acerca del comportamiento de esta empresa en territorio palestino.
Esta em­pre­sa estatal israelí ya había sido cuestionada por Amnesty International, por pro­ducir escasez de agua en los territorios habitados por palestinos.

Mediante un comunicado de prensa emitido por el Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino y la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, se hace saber que la empresa israelí ejecuta un modelo de apartheid respecto del agua, puesto que asigna a los colonos ilegales judíos entre 450 y 500 litros diarios de agua, mientras que a los habitantes de Gaza y Cisjordania les asigna 40 litros al día. Según la Organización Mundial de la Salud, la cantidad mínima recomendada de consumo humano es de 100 litros diarios. Por consiguiente, los colonos israelíes disponen de una cuota 10 veces superior a la de los palestinos, quienes ni siquiera tienen la posibilidad de consumir el mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Además, señalan que la empresa Mekorot, factura el agua a precios altamente subsidiados a los colonos israelíes de los asentamientos ilegales de Cisjordania, mientras que el agua suministrada a los palestinos se vende a más de cuatro veces ese valor.

Como si todo esto fuera poco, las entidades denunciantes agregan que Mekorot roba más del 80 por ciento del agua que comercializa, de los territorios palestinos ocupados.

Vaya esta muestra de solidaridad argentina hacia ese valioso pueblo, en el Día de la Tierra Palestina.