FRANKENSTEIN Y LOS ATENTADOS DE AYER (VIERNES 26 DE JUNIO)

Por Miguel Angel Ferrari
miguelferrari@gmail.com

Esta columna pensaba tratar el golpe blando que la derecha local y el imperio han desatado sobre el gobierno ecuatoriano. Más tarde, se precipitaron los sucesos de Grecia, que han desembocado en la convocatoria a un referéndum sobre los ajustes que plantea la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Finalmente, los atentados terroristas perpetrados en cuatro países: Túnez, Francia, Kuwait y Somalia, con un saldo provisorio de 110 muertos y numerosos heridos, nos obligaron a modificar nuevamente nuestra columna.


“Con los Ojos del Sur”, columna de opinión emitida el sábado 27 de junio de 2015.


De estos aberrantes hechos, hablaremos en instantes con nuestra compañera Ester Stekelberg, en su “Contratapa”.

Pero, para contextualizar estas criminales acciones, recurriremos a nuestra columna internacional del 27 de setiembre del año pasado, en la que nos referíamos al Estado Islámico.

El Dr. Henry Frankenstein, un joven y apasionado científico, asistido por el jorobado Fritz, crea un cuerpo humano, cuyas partes han sido recolectadas secretamente… ya todos conocemos las consecuencias de esta diabólica creación. La película data de 1931 y está basada en la novela de Mary Shelley, titulada “Frankenstein o el moderno Prometeo”. Felizmente, solo se trata de una película.

Desde hace décadas, los gobiernos de los Estados Unidos trabajan —a través de sus servicios de inteligencia— con los sectores más recalcitrantes del fundamentalismo islámico.

Las primeras aproximaciones estuvieron motivadas por el surgimiento, en los años cincuenta, de movimientos árabes que sostenían una suerte de socialismo nacional. Una actitud progresista y laica, frente a las monarquías del Medio Oriente que fueron surgiendo tras la caída del Imperio Otomano.

El caso paradigmático fue el de Egipto, luego del derrocamiento del rey Faruk por el grupo de los Oficiales Libres y la instalación de un gobierno finalmente liderado por el coronel Gamal Abdel Nasser.

Tanto el colonialismo británico, como el imperialismo estadounidense, se valieron de los Hermanos Musulmanes para desestabilizar la revolución egipcia, ayudados solícitamente por el régimen de Arabia Saudita.

Años después, durante el gobierno del presidente Ronald Reagan, la CIA y el Pentágono no solo sostenían económica y militarmente a los militantes de la incipiente Al-Qaeda en Afganistán, contra la presencia soviética en ese país, sino que los caracterizaban como “los luchadores por la libertad”. Esos mismos “héroes”, dos décadas después se hicieron cargo del derribo de las Torres Gemelas en Nueva York.

Ahí, el monstruo del Dr. Frankenstein, desató toda su violencia contra su creador.

En tiempos más recientes, todavía está fresco el recuerdo del apoyo occidental a los terroristas de Al-Qaeda durante la intervención en Libia. Es necesario recordar que tras la caída de Muhammar Gadaffi, Abdel Hakim Belhadj, líder del Grupo Islámico de Combatientes Libios, una organización terrorista vinculada a Al- Qaeda, se constituyó en el Gobernador Militar de Trípoli, la capital libia, con el beneplácito de la OTAN.

El Dr. Frankenstein, alojado en la Casa Blanca desde décadas (por no decir centurias) se dedicó a reunir los diversos trozos con los que armaría el cuerpo de lo que hoy derivó en este califato de las decapitaciones, en este Estado que crucifica seres humanos, en este poderoso enclave de hienas que está empujando la rueda de la Historia hacia la Edad Media.

Una vez construido el monstruo, Washington lo envió a Siria para luchar por la “democracia”. La tarea encomendada por el imperio consistía en derrocar al presidente Bashar el-Assad.

Y así fue que Frankenstein comenzó a devorarse a los supuestos opositores sirios moderados. A esos integrantes del Ejército Libre Sirio, a los que también Washington ayudó económica y militarmente.

El Dr. Henry Frankenstein, sumó a su tarea a un nuevo colaborador. Se trata del senador John McCain.

Thierry Meyssan, analista francés de política internacional, revela en una extensa investigación, el lado oculto de la política estadounidense a través del caso particular del senador John McCain, organizador —según sus investigaciones— de la «primavera árabe» y, desde hace mucho tiempo, interlocutor del califa Ibrahim (ahora llamado Abu Bakr al-Baghdadí).

Es muy importante remarcar que Ibrahim al-Badri, alias Abu Du’a, el actual al-Baghdadí, figuraba desde el 4 de octubre de 2011 en la lista de los cinco terroristas más buscados por la justicia estadounidense, con una recompensa de hasta 10 millones de dólares para quien contribuyese a su captura. Y desde el 5 de octubre de 2011, su nombre había sido incluido en la lista del Comité de Sanciones de la ONU como miembro de Al-Qaeda.

Vale decir que el actual jefe del sanguinario Califato Islámico, estuvo reunido con John McCain un año y medio después de haber sido catalogado como terrorista por los Estados Unidos y las Naciones Unidas. McCain estuvo reunido a sabiendas con un calificado terrorista para dar cumplimiento a los planes del imperio y de sus aliados británicos, franceses e israelíes, en esta región del Medio Oriente.

Según funcionarios de Jordania que prefirieron el anonimato, 
docenas de combatientes del Emirato Islámico en Irak y el Levante (hoy convertido en el Estado Islámico), fueron entrenados en Jordania en 2012 —por especialistas de Estados Unidos, Reino Unido y Francia— para ayudar a los “moderados” sirios que operan contra el gobierno de Bashar el-Assad.

Ahora Frankenstein ocupa parte del territorio de Irak y de Siria, se extiende por el norte de Africa y actúa también en Europa. Como ayer en Francia. 
Pero este Frankenstein, no es el monstruo torpe, violento y a la vez ingenuo de la película. Este monstruo no solo ocupa territorios, decapita, crucifica, viola mujeres; este monstruo controla la producción de petróleo dentro de su área de influencia.

La mayor parte del petróleo extraído por los terroristas del territorio de Siria, se comercializa en Turquía. Y, desde allí, hacia diversos países.

El petróleo robado en Siria por el entonces Frente al-Nusra era vendido por Exxon Mobil (la compañía de los Rockefeller que reina en Qatar), mientras que el petróleo robado por el ahora Estado Islámico se comercializa a través de Aramco (compañía de los Estados Unidos y Arabia Saudita).

Toda esta madeja se torna incomprensible, si no tomamos en cuenta la nueva situación geopolítica: el mundo ha dejado de ser unipolar —como lo fue desde la caída de la Unión Soviética—, ahora emergen nuevos protagonistas.

El imperio comienza a desmoronarse. Su caída puede durar uno o dos siglos… o producirse más temprano que tarde.

El peligro es muy grande: estamos ante un león herido y para colmo, enredado en sus propios desatinos.