HIROSHIMA Y NAGASAKI, HERIDAS QUE NO CIERRAN

Miguel Angel Ferrari 
miguelferrari@gmail.com

"Con los Ojos del Sur", columna de opinión emitida en "Hipótesis" el sábado 5 de agosto  de 2017. 

AUDIO 

El 29 de julio de 1945 el premier japonés Kantaro Suzuki rechazó el pedido de rendición estadounidense, aunque el Alto Mando nipón sabía esa rendición era inevitable. Ya se había rendido la Alemania nazi. El 3 de agosto, el presidente Harry Truman dio la orden de arrojar las bombas atómicas en Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki. El objetivo le era indistinto. La suerte de cientos de miles de personas inocentes no le importaba demasiado al gobierno de Washington. 
El 6 de agosto despegó rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29. Uno de ellos, llevaba el artefacto nuclear a base de uranio que dejó caer. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4.000 grados centígrados) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Se escuchó una trepidación monstruosa, que fue seguida inmediatamente por un viento de fuego que barría cuanto hallaba a su paso. Los mismos científicos del Pentágono dijeron: "era una bola de fuego con una temperatura igual a cuatro veces la que existe en el centro del sol".

Las personas quedaban calcinadas. Cien mil murieron en el acto, otras yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras. Quienes lograron escapar milagrosamente de la onda expansiva, murieron a los veinte o treinta días como consecuencia de los rayos gamma. Generaciones de japoneses debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad. La población civil había sido víctima del primer ataque atómico en la historia de la humanidad.

El 9 de agosto otra bomba, esta vez de plutonio, caía sobre la población de Nagasaki. Los efectos fueron menos devastadores por la topografía del terreno, no obstante la aterradora cifra de 73.000 personas muertas y 60.000 heridas, decidieron al emperador japonés a adelantar una rendición que ya era un hecho.

El terrorismo nuclear contra niños, ancianos, mujeres y hombres inocentes en realidad, estaba dirigido al conjunto de la humanidad. Era una advertencia acerca de que había comenzado una nueva era en el mundo. Una advertencia muy especial a la entonces Unión Soviética, que le indicaba que se encontraban en los umbrales de la Guerra Fría. La decisión de los Estados Unidos de constituirse en potencia unilateral había sido tomada.

Esta decisión, reforzada en la actualidad con la totalitaria doctrina de la guerra preventiva; de la utilización del espacio para fines bélicos; de la supuesta guerra antiterrorista que va demoliendo día a día el propio concepto liberal de la democracia; encuentra su correlato —una vez más— en el desarrollo del armamento nuclear, como privilegio de las grandes potencias.

Se le cuestiona a Corea del Norte o a Irán el enriquecimiento de uranio o plutonio, con el argumento de que puede ser utilizado para la elaboración de armas nucleares, mientras se protege la carrera atómica bloqueando y amañando todo tipo de acuerdos sobre la regulación y la definitiva supresión global de estas armas de destrucción masiva.

Los gendarmes del mundo, consideran que deben disponer de una tecnología militar superior a la del resto del planeta para poder así cumplir el rol que se autoadjudican. Los Estados Unidos tienen un presupuesto de “defensa” equivalente a la suma de los presupuestos de las doce potencias que lo siguen en orden de importancia. Esa es la terrible realidad de hoy en el planeta. El único país en el mundo que cometió genocidio atómico, es la mayor potencia militar de la actualidad. Felizmente ya no lo es en el plano económico (lo que preanuncia un futuro debilitamiento) y muchísimo menos desde el punto de vista ético.

Algunos botones de muestra sobre la actitud del imperio sobre las armas atómicas y su absoluta falta de autoridad moral frente a los países que se proponen desarrollar la tecnología nuclear:

  • El 13 de octubre de 1999 el Senado norteamericano, en una decisión de extraordinaria gravedad y con escasos precedentes, rechazó la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares, que había sido suscripto por el presidente William Clinton en 1996.
  • En marzo de 2002 Washington se negó nuevamente a ratificar este tratado. Para ese año 165 estados ya lo habían firmado, en tanto que 90 lo ratificaron.

  • A pesar de la oposición de Rusia, Estados Unidos —en diciembre de 2001— se retiró formalmente del Tratado sobre Misiles Anti-balísticos, firmado en 1972 con la entonces Unión Soviética, conocido como ABM por sus siglas en inglés.

  • En noviembre de 2004, se analizó en el Comité de Desarme de las Naciones Unidas el Tratado para la Reducción de Materiales de Fisión. Los científicos estiman que este acuerdo permitiría bloquear la amenaza de añadir más material para la fabricación de bombas nucleares a la vasta cantidad ya existente. Pero... ¿cuándo no?...  los Estados Unidos votaron en contra. El resultado fue: 147 votos a favor de la reducción de material atómico y un voto en contra... ¡el del imperio! Esto implica, en los hechos, un veto.

  • Otra de las acciones de la Casa Blanca respecto del armamento nuclear, es —junto a otras potencias atómicas— el desconocimiento del artículo 6º del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que establece la reducción de armas atómicas por parte de los países poseedores de esta tecnología. Este artículo no solo que no se cumple, sino que se viola con la creación de armas nucleares de nueva generación.
Podríamos estar todo el programa hablando de estas actitudes belicistas y genocidas por parte del gobierno norteamericano. Nuestro propósito fue, simplemente, remarcar que la actitud asumida hace hoy setenta y dos años, cuando arrojaron el primer artefacto atómico, no solo no ha cambiado sino que —lamentablemente— se está profundizando con las atrocidades que cometen todos los días en Afganistán, en Yemen y en Siria, en abierta violación del derecho internacional.

Hoy, Washington está manejando con absoluta irresponsabilidad el tema de la República Democrática y Popular de Corea, poniendo a la humanidad al borde de un nuevo holocausto atómico.

El imperio ha iniciado su declinación. Este es el momento más peligroso de su existencia. El famoso tema de la fiera herida.