Mañana domingo, Chile celebrará elecciones presidenciales
para el período 2018-2022. También se realizarán comicios parlamentarios y para
consejeros regionales. La primera magistratura es disputada por ocho
postulantes, entre ellos el derechista Sebastián Piñera, quien ya fue
presidente del país en una oportunidad; el oficialista Alejandro Guillier, de
Nueva Mayoría (la continuidad de la Concertación, pero sin los demócratas
cristianos); y Beatriz Sánchez del izquierdista Frente Amplio.
Los restantes candidatos —con menores
expectativas— son Marco Enríquez-Ominami (PRO, desprendimiento de lo que fue la
Concertación); el ultraconservador José Antonio Kast; Carolina Goic, de la
Democracia Cristiana, y Alejandro Navarro y Eduardo Artés, representantes de la
casi atomizada izquierda.
Según los últimos sondeos, el expresidente Sebastián Piñera encabeza las
intenciones de votos, pero sin poder evitar la segunda ronda, y le sigue el
oficialista Alejandro Guillier.
Dentro del territorio nacional chileno hay más de 13 millones 500 ciudadanos que podrán sufragar en estas
elecciones en casi 2000 locales.
En tanto que, por primera vez los chilenos residentes en el exterior,
votan por primera vez para presidente.
Todas las encuestas coinciden en una notable caída del interés popular
hacia estos comicios.
La participación electoral es un problema en Chile después de que en
2012 se instaurara el voto optativo. Según un informe del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la participación electoral no
alcanzó el 36 por ciento, lo que sitúa al país en el último lugar de América latina
respecto a este índice.
En medio de una gran apatía política, se considera que los sectores más
favorecidos económicamente son quienes concurrirán a votar en mayor proporción,
los siguen la clase media y finalmente entre los estratos más humildes se
encuentra el mayor número abstenciones.
De modo que, si se mantienen los guarismos posteriores a 2012 o
disminuye aún más concurrencia a las urnas, esta situación favorecerá a
Sebastián Piñera, posibilitándole —incluso— ganar en primera vuelta.
Desde la finalización de la dictadura, los gobiernos de centro-izquierda
no se desembarazaron de las políticas neoliberales del pinochetismo, esta
actitud permitió mantener a Chile en una situación de —en el mejor de los
casos— de estancamiento en el terreno social.
Una macroeconomía que crece, ahora más que nunca debido a los precios
internacionales del cobre, pero que somete a la mayoría de su población a
situaciones de profunda injusticia social. Injusticia estructural.
Desde fines del siglo pasado, hasta nuestros
días, el Coeficiente Gini, que se utiliza para medir la concentración de la
riqueza permanece en los mismos valores.
En 1990 el Coeficiente Gini registró un valor
de 0,50, mientras que en el 2016 giró en torno al 0,53 y 0,54. Chile es uno de
los países más desiguales de América latina. A ello hay que sumarle la pérdida
de derechos laborales y una situación precaria en materia previsional.
Hubo muchas luchas para erradicar las AFP, el
equivalente de las AFJP argentinas, pero ha sido imposible avanzar hacia su
estatización.
Regresando a uno
de los temas más preocupantes de estas elecciones; esto es, el abultado
abstencionismo, desde la izquierda se está convocando firmemente a ejercer el
derecho del sufragio.
En tal sentido
el periódico El Siglo, tradicional medio del Partido Comunista Chileno, señala…
«El sufragio es una de las
maneras que tiene el pueblo de expresar su opinión y su adhesión a un proyecto
de país, de defender sus conquistas y de representar su apoyo a quienes se
comprometen a trabajar para profundizar y ampliar los derechos sociales, sindicales,
culturales, humanos y civiles de las grandes mayorías.
«Las organizaciones del
pueblo desde el siglo pasado reivindicaron el derecho a voto como una forma de
lucha y de expresar la voluntad popular y ciudadana. Eso, como parte del
conjunto de batallas sociales, ideológicas y reivindicativas que libran los
trabajadores, la juventud, las mujeres, los campesinos y pobladores, los
intelectuales y artistas.
«Esto tiene que ver,
asimismo, con robustecer el estado de conciencia de los ciudadanos y la asimilación
de la necesidad de que sea escuchada la voz y acatada la voluntad de las
mayorías».
Una dura lucha contra las
posturas antipolíticas, que —bajo diversas formas— ha calado hondo en las
sociedades de muchos de nuestros países.
En la Argentina, la derecha
—con suma inteligencia— se ocupa de promocionar a sus candidatos y a su fuerza
política, como si se tratara de una mercancía con un muy buen packaging.
En Chile, donde —como
decíamos— desde 2012 el voto no es obligatorio, lo más apropiado para los
neoliberales es que la gente no concurra a las urnas.
De ese modo su candidato
podrá ganar con el 20 por ciento del padrón total de ciudadanos.